Si empiezo a escribir es porque leyendo o caminando o conversando encuentro una fórmula para expresar alguna idea o sensación. Si esa fórmula es atractiva, la anoto. A la anotación le suele seguir un volumen de texto en verso, con ritmo. Esto no es deliberado, me sale así. Me resulta amiga la forma con verso, rima y ritmo. En medio de ese volumen de texto en verso trato, más tarde, de encontrar un poema. Entonces, un poema de una página casi nunca nació como un poema de una página.
Últimamente me interesa mucho plantear en los poemas situaciones de encuentro con otrxs, vengo usando mucho la primera del plural, incluso en textos más ficcionales. Usar el nosotrxs hace que los verbos sean más largos, trae a veces algunas complicaciones, y tiene el riesgo de volver densos los versos, pero estoy muy apegada al nosotrxs, no quiero renunciar. El nosotrxs se plantea como tema y como forma, de alguna manera.
Me encanta escribir, literalmente, con otrxs. Tengo una gran amiga poeta con la que me junto a escribir. Este año vamos a publicar un libro a cuatro manos. Otra vez, cerrar un texto con otrx en la misma posición, la de productrx, tiene sus complicaciones, pero es un encuentro que siempre me convoca. Me encanta escribir con alguien más, es lo más cerca que me sentí de la libertad en el momento de escribir.
Desde que soy chica, siempre escribí para que lo leyera alguien más, una persona en particular, y me sigue pasando lo mismo con los textos que escribo sola.
Cuando escribo con otrxs, busco que al final ni sepamos quién anotó cada cosa. Muchas veces también descubrimos que creíamos estar escribiendo lo mismo y no, para el otrx siempre se trataba de otra cosa. Eso me encanta y me motiva.
Poemas
Elegía del futuro
En la fiesta, en la terraza
podríamos haber tenido frío.
Queremos apurar la primavera
que sigue llegando demorada...
Apenas entramos, una amiga
nos dio, a cada uno,
un vaso de agua que tenía
nuestros nombres con marcador
indeleble, grueso, negro:
“Siempre llegan tarde
así que se los guardé”.
Y subimos.
Arriba
bailamos trap y reggaetón:
en serio, y al mismo tiempo
con ironía – claro, pero, esa ironía
que no es desdeñar algo sino
que nadie tenga ningún miedo
más bien, acá, le hacemos un chiste a alguien más
capaz para que se ría alguien que antes
estaba serio-
Yo en tu capucha
Vos en la mía:
me decías cualquiera.
Y en ese caos de mensajes
que me dabas como cositas
que ibas encontrando
en un camino, ya con la primavera
desplegando, se proyectaban
universos paradojales
y sin embargo, todo risa:
yo en tu capucha
vos en la mía.
Cualquiera me decías, cuando vimos que tu amiga
espigada en medio de su buzo canguro
quería colgar la masa
de luces de boliche, audiorítmicas,
que le habías prestado:
“¿Arruinamos todo? Arruinemos todo
tengamos un hijo”
y te veo ahí en mi mente, corriendo a colgar las luces vos...
y yo me di vuelta, y conversaba
con unas chicas -un partido el domingo
una anécdota sobre un borracho al que
Intentaron llevar en bicicleta
besos, pasos, cigarrillos
no, creo que no quiero cerveza...
Nos perdíamos en la fiesta
y nos volvíamos a encontrar
como en la foto que al otro día
te mandó tu amiga por WhatsApp.
Dentro del recuadro de la foto, adentro del recuadro del celular
-ya de mañana,
sentados en el borde de tu cama,
extendés la mano y
me mostrás-
un cuadro rojo que es el cuartito del lavadero
en la terraza, que es
la terraza de tu amiga que hizo la fiesta
y que te mandó la foto de la fiesta
por whatsapp.
Parece que nos decimos:
un secreto
una idea zarpada,
en la foto, adentro del cuartito rojo.
Vos seguís con la capucha puesta y yo
pómulos gibosos
sonrío, amarilla y colorada.
Y también nos encontramos cuando
cada unx en la suya,
ya domingo tarde,
dejamos la cama, me volvía a casa…
iba caminando y paré a sacar
una foto de una ventanita anaranjada
en medio de un edificio que
ocupa el ángulo más agudo
de una manzana triangular.
Metida en la fascinación geométrica
recibo la foto de WhatsApp
con epígrafe: “Mariana
Gracias por darme tanto apoyo y tanto amor
Ojalá esté siempre a la altura de lo que te merecés.
PD:
Perdón por lo baboso
Es el MD”.
Te respondo con la foto
de la segunda ventanita
la del edificio triangular
que ayer volví a fotografiar
para replicar en mi cabeza
la captura de la foto con el epígrafe
que es la foto que tu amiga te mandó
con una fila de corazoncitos
debajo, la del cuarto rojo de su lavadero
en la terraza, entrenando la primavera
que llegaba demorada
¿Sabías que
hay algo llamado
algoritmo oracular
que es a la vez
una manera de generar caos
y de ordenar el caos?
(No sé si entendí, igual...
supongo que, como un lujo,
la imaginación requiere
desorden para que se pueda
encontrar algo distinto a lo siempre igual).
Sin embargo, en las computadoras
ese desorden debe programarse:
se programa
directamente
el desorden.
De modo equilibrado se va
gestionando el patrón y el caos
y así me gustaría
que nada tenga un plan
y al mismo tiempo
que en cualquier momento
aparezca la foto del cuartito rojo del lavadero:
un oráculo de lo que siempre va a pasar.
¿Te imaginás
todo lo que podría pasar
si siempre volvemos a la foto
del cuartito rojo? ¿Te imaginás
todo lo que podemos hacer
con el algoritmo oracular?
La imaginación del futuro
La elegía de lo que va a pasar
cada vez que la foto aparezca
y nos volvamos a encontrar.
Fragmentos de Dorada
Qué
monótono, qué plano.
La
escena vale solo por tu cuerpo haciendo largos en el río.
Los
brazos separando el agua que los vuelve a abrazar
un
pedazo de cabeza como luna menguante, que se pone y que sale.
Yo
te miro y meses más tarde, o semanas
encuentro
en una clase de Lacan la anécdota
que
no termino de entender, sobre la lata
“vos
la mirás pero ella no te puede ver”
le
dice un jovencito a un jovencísimo Lacan.
Te
la leo y no me decís nada.
Se
la mando a un conocido por mail porque justo me escribió
para
ver cómo andaba
y
no me dice nada
(“¿y
qué hacés leyendo a Lacan?”).
Nadie
la entiende, pero algo tiene:
está
la lata desplazándose en la corriente
y
brilla, en un ángulo se le forma una estrellita:
la
mirás pero ella no te puede ver.
Es
Improbable accionar el impulso de lanzarse y bracear, ¿no?
Hasta
la lata.
Nos
quedamos en el muelle contemplando:
en
el peor, decimos algo,
nos
cubrimos con la mano del reflejo del sol estrellado.
***
¡Pero
si ya me pasó!
Estuve
varios años comentando sobre una cita que había leído
en
un fanzine prestado:
“Hoy
mi hija cumpliría 3 años:
¿A
quién le importa?”
porque
me parecía que era
un
planteo sobre lo autorreferencial
y
la relevancia, en el contexto de una escritura
experimental,
donde el autor registraba diaria
y
aleatoriamente, ciertas impresiones.
Y
el “cumpliría” instalaba un espectro…
¡Qué
frase! Triste, pero con la alegría del hallazgo.
Argumenté
con esa cita, en algunas conversaciones
y
con el transcurso del tiempo
cuando
había vuelto a cruzarme, ya varias veces, con el chico
que
escribió el fanzine del registro diario,
le
pregunté si me pasaba el texto, le conté
sobre
esa frase, y me regaló un ejemplar que le quedaba.
Llegué
a casa y lo leí, entero, tres veces.
Y
no existe en el texto ese fragmento.
No
tiene una hija y esa cita que me estimuló
Nadie nunca la escribió.
Mariana Terrón
Mariana Terrón nació en Buenos Aires en 1976. Estudió letras en la
Universidad de Buenos Aires. Publicó Animé
en la colección “Chicas de bolsillo” en la editorial de la Universidad de la
Plata, y Los libros del año, en IAP,
ambos en 2005. Gestiona la editorial artesanal La imaginación.
Siempre fuiste la persona más inteligente que conozco, la única poesia que llega al fondo de mi ignorancia, leerte es como comer maní. Te deseo lo mejor siempre.
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