jueves, mayo 10, 2007

MARCELO DÍAZ




No tengo ritos respecto a la escritura, tengo preferencias, aunque abandonables ante cualquier problema que requiera que uno se adapte a la situación. Si me dan a elegir, prefiero escribir por la mañana, con buena luz natural. Lo hago en mi casa, es raro que escriba en otro lado. En una época llenaba cuadernos con anotaciones y textos, tachaba, corregía. Ahora prefiero escribir en la computadora, más que nada por la posibilidad de reemplazar, cortar, pegar, cuando trabajo haciendo collage.
Depende el momento en el que esté de la escritura necesito o no silencio: cuando escribo los primeros borradores lo hago con música, cualquiera; las primeras correcciones con música seleccionada y las últimas correcciones, donde uno se mete en detalles, en silencio. Cuando corregía Diesel 6002 alternaba The Clash con música del barroco español (Juan Hidalgo, Juan Cabanilles) y el Pulccinella de Stravinsky, que es un barroco procesado por lenguajes modernos. También en ese momento me había comprado un CD con lo más clásico de Nino Bravo y le daba y cantaba incluso. Y el ruido siempre acompaña, tengo dos hijos, así que cuando están ellos el silencio no existe.
Un poco de cada: la mitad de Berreta son poemas que fueron saliendo, por una cosa, por otra; la otra mitad, en cambio, es una decantación de lecturas que venía haciendo en la universidad sobre “poetas alados”, cisnes, ruiseñores, albatros, y esas lecturas fueron derivando de algún modo en la serie del cisne de cemento. Diesel es una combinación de collage con recortes de diarios, azar (mucho cut up) y un proceso de meterle presión a todo eso para sacar un barroco chatarrero, con el ripio de las vías y el trucu trucu del ferrocarril; pero sí, ahí releí, durante un año más o menos, a Quevedo, Góngora, Rioja, Herrera, que me encantan. Y Germán Belli, claro. De todos modos, cuando estoy en proceso de libro, siempre busco lecturas que tengan que ver con lo que estoy escribiendo.
Yo corrijo muchísimo. Es más, es el momento de la escritura que más disfruto. Cuando algo me ronda, un asunto, una preocupación, un comentario, escribo muchísimo, borradores, cosas muy muy feas, de todo, sale de todo, obviedades, boludeces, qué se yo, y después agarro todo eso y en situación de lector digo: “esto me gusta”, “esto no”, y empiezo a moldear, recortar, modular. Ahí suelo recurrir mucho a textos ajenos, mucho collage, lleno todo de citas que pueden ir de poemas a entrevistas de alguna revista, y armo un guiso. Después lo dejo un tiempo y repito todo ese procedimiento. En el medio le leo los textos a mis amigos que me dicen "¿te parece?" Yo adhiero fervientemente al ambage de César Fernández Moreno que dice: escribo mal pero corrijo como los dioses. También se que es muy fácil pasarse de rosca con la corrección, y que un poema acabe siendo correcto, y nada más, lo que es en general frustrante. Con el tiempo aprendí a aceptar que los textos más interesantes son los que más inseguro me dejan, los que me parecen más precarios o en los que tomé más riesgos.
En general no trabajo con imágenes, sí con un tono, una cadencia. Pero lo que da comienzo es siempre una palabra prestada: algo que leo, algo que me cuentan... a veces prende, a veces no. Cuando prende me vuelvo obsesivo, no sólo escribo, también leo, busco material para mis collages, tiendo redes desde lo que comienzo a escribir hacia todo tipo de textos, lo que hace que la escritura prolifere en varias direcciones a la vez y de manera bastante desordenada... ahí es donde aparece una cadencia que viene a darle cierta homogeneidad a lo que es heterogéneo... es más, yo creo que mis textos funcionan mucho mejor en la oralidad que en el papel, porque se prestan a un fraseo casi cantado, o por lo menos yo casi los canto cuando leo.




Poemas



Humpty Dumpty: Cuando yo uso una palabra,
significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
Alicia: La pregunta es si se puede hacer
que las palabras signifiquen cosas diferentes.
Humpty Dumpty: La pregunta es quién es el amo,
eso es todo.


Lewis Carrol

Buscar / Encontrar

Llegás al Automóvil Club Argentino en busca de cartografía autorizada. Aunque no hay a la vista quien atienda en la sala, te sentás a esperar en un moderno sillón rojo de los años 50, cuyos ángulos evocan vagamente el perfil de una nave espacial. El sillón, con un aire de familia a un Siam Di Tella, parece diseñado para el viaje a gran velocidad por el futuro, aunque vos esperás más de un hora encallado entre carteles que celebran los cómodos caminos argentinos, sus ciudades, sus respectivas fiestas típicas: fiesta de la vid, del trigo, del ternero, del maíz, del surubí. Gente trabajando para la grandeza de la patria. Finalmente aparece una mujer de voz neutra a la que le planteás tus requerimientos. Concretamente: un mapa de Blaia. Te ofrece: Valle de la Luna, 7 Lagos, Rutas Argentinas, Maravilloso Litoral, Misteriosa Patagonia, Colonias Pampeanas. Te ofrece un café.

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Durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”

Hay mapas circulares y hay mapas con forma de corazón. Los hay también con forma de trébol, como el que Heinrich Bünting dibujó en 1581 ubicando un continente en cada hoja y a Jerusalém en el centro de las cuatro.

Acá tal vez convenga recordar que durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”. Yo me acuerdo de una vez que con una bic me dibujaron en la mano el recorrido para llegar a una casa con pileta, y escribieron ahí un nombre mientras me preguntaban ¿a qué hora venís? El recorrido, en trazo rojo, partía de Córdoba y Alem, y llegaba, tras cruzar la última línea de la palma de la mano, a una suerte de montecito entre el índice y el mayor, donde un círculo rojo coronaba el trayecto serpenteante. Recuerdo haber manifestado no entender del todo ese trayecto que cubría mi mano casi en su totalidad, con tantos virajes, espirales y recodos. Recuerdo la risa y la respuesta de la cartógrafa: vos nunca entendés nada.

Y también hubo gente que se preguntó: caída Jerusalém hace bocha de años ¿qué pondremos en el centro?

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Haciendo la V en la portada de un libro imposible

En un estante perdido de la biblioteca popular Bartolomé Mitre di un día con un libro cuyo extravagante (y desafortunado) título era ¡Zoomática! con signos de admiración. El uso de los signos pretendía, supongo, provocar en el lector un entusiasmo espontáneo y febril, el mismo que parecían experimentar los animalitos de la portada: un topo, un papagayo, tal vez una jirafa, presas todos de una excitación que a mis ojos era totalmente inexplicable. Hago memoria y recuerdo que el topo hacía la V de la victoria. Creo haber dudado acerca de si el topo hacía la V de la victoria o si en realidad había sido dibujado con tan sólo un par de dedos en la mano, de modo que al pobre roedor no le quedaba otra que vivir condenado al optimismo. Recuerdo haber copiado en un cuaderno alguno de los problemas imposibles. Recuerdo también que el pie de imprenta decía 1973.

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Usos cartográficos del corazón

En 1536 el humanista Oroncio Finé imaginó una proyección cordiforme de la esfera terrestre: el mundo tiene el contorno de un corazón, pero ocupa el lugar del rostro bajo un capirote de loco coronado por la leyenda Conócete a ti mismo.

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Coordenadas para el trazado de un mapa. I, The call up

En un rincón del departamento de Ramiro Murguía, en el 82, escuchábamos The Clash.
Aclaro que en 1982, en Bahía Blanca, resultaba imposible conseguir un disco de The Clash.
El tema es que el padre de Ramiro solía viajar a Europa, y de Europa había traído Sandinista! y Combat Rock.

Sandinista! con signo de admiración. El signo, en este caso, anticipaba el estupor que un disco presuntamente punk, que no sonaba punk, podía provocar. ¿Pero qué podíamos saber del punk y de Nicaragua nosotros, ocho borceguíes tras la garganta de Strummer, en ese rincón de persianas bajas para bloquear el sol enfermo del invierno?

I don’t wanna die I don’t wanna kill

The United Nations said it’s all fair

De modo que en 1982, en el departamento de Ramiro Murguía, mientras The Clash daba vueltas en el Winco, aprendíamos el uso del signo de admiración que nos martillaba la cabeza: Sandinista! y la cabeza daba una vuelta y se partía como un zapallo: Malvinas!

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No se tolerarán conductas indecentes

Te ofrece: Noroeste Ancestral, Glaciares Milenarios, Córdoba Soñada, Jardín de la República. Te ofrece el séptimo café. Y cuando en última instancia expongas con amabilidad extrema y en voz (muy) baja: Mire, lo que yo estoy buscando, concretamente es... un conserje se acercará para decirte: tranquilo, señor, respire hondo, mientras reclama, con un movimiento de su brazo izquierdo, la presencia del personal de Seguridad que ajeno a la escena completa crucigramas en un rincón.

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El guardia de seguridad que completa crucigramas en un rincón pregunta:

Regresar al lugar de donde se partió. Seis letras, vertical.

Excavar por debajo alguna cosa, dejándola en falso. Siete letras, horizontal.

Espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas o sucesos. Nueve letras, horizontal.


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Problema nº 1

¿Cuánto demora un topo en cavar un túnel que atraviesa una ciudad de trescientos mil habitantes por la noche, si todos permanecen acostados, el topo avanza a razón de 90 centímetros por hora, cuando de pronto alguien enciende una luz y te pregunta: dormís?

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Lonh

Ser punk era tener un plan B. Ahora que lo pienso, no había otro secreto. Ser punk era tener un plan B incluso como alternativa al punk. Ser punk significaba, contra todas las expectativas, elegir el plan B, vivir en la B, hacer de eso una causa. Habitar el punto ciego de la foto familiar, y que ese estar fuera de foco fuera la tierra más lejana.
A esa conclusión llegamos una tarde de 1983 mientras Mick Jones cantaba Stay free.

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La antropología revela que los canacas confunden órganos y vegetales

Así es. Cuando un niño canaca nace, el cordón umbilical es enterrado junto a un retoño en un lugar del bosque cercano a la aldea. Así ligados al nacer, los canacas son ellos y son también los árboles que los rodean. Esto es particularmente notorio en la lengua canaca, en la que las partes del cuerpo son nombradas con derivaciones de palabras provenientes del mundo vegetal. Una obviedad decir que para los canacas nuestro cuerpo individual es un absurdo. Mucho más de los canacas no se. Pero mientras dispongo unos troncos para iniciar un fuego, acomodo el asado en una bandeja, y hago bollos de papel de diario para encender, imagino una fogata canaca y me pregunto cómo calienta ese fuego alimentado con una parte de sí mismos. También pienso que entre los canacas el cuerpo es una extensión hacia adentro del mundo, y viceversa, por lo que cartografía y anatomía canacas, si existiesen, serían disciplinas intercambiables.

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Problema nº 2

Un topo cava un pozo que atraviesa una ciudad de trescientos mil habitantes en un tercio del tiempo que una pareja emplea en buscar razones para seguir juntos. Si tenemos en cuenta que el topo hace el trabajo solo y la pareja se reencuentra después de un par de semanas ¿qué diámetro debería tener el túnel para garantizar una salida sin problemas? ¿en qué piensa cada uno después de haber hecho el amor?

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El guardia de seguridad que completa crucigramas en un rincón pregunta:

Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Cinco letras, vertical.

Fluido que forma la atmósfera de la Tierra, siendo una mezcla gaseosa que, descontado el vapor de agua que contiene en diversas proporciones, se compone aproximadamente de 21 partes de oxígeno, 78 de nitrógeno y una de argón y otros gases semejantes a este, a que se añaden algunas centésimas de ácido carbónico anhídrido. Cuatro letras, horizontal.

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Usos cartográficos del corazón II

Hay mapas con forma de corazón y hay mapas del corazón. No del corazón como territorio, sino de las trayectorias del corazón, como si uno dijera un mapa de viaje, un itinere. Ahora se sabe que el corazón no viaja sino en sentido figurado, pero los hunktu de Nueva Guinea creen que el ánimo con el que uno sobrelleva el día tiene que ver con los desplazamientos del corazón y con el lugar en el que transitoriamente se ubica. Como si el corazón fuese un animal indócil que habitara y recorriera, día a día, nuestro cuerpo. Indócil lo puse yo, y animal también. Para los hunktu, creo, el corazón no es dócil ni indócil, ni les preocupa tanto qué es, sino más bien dónde está. Por eso miro el electrocardiograma, aunque eso no me dice dónde está tu corazón.

No se por qué me regalaste tu electrocardiograma. No conozco a nadie más que pueda hacer un regalo semejante. Tampoco se por qué lo miro. Es una especie de poema. Podría ser una partitura. Creo que podría cantarlo.

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El topo como caso de perfección azarosa

Hay quien postula que los topos trazan sus galerías al azar. Otros, sin embargo, consideran que sus diseños responden a un orden geométrico perfecto. Todo lo que es posible decir al respecto es que el topo planifica con las uñas. Mirar no va a andar mirando mucho, porque no ve. Un topo no es un búho, convengamos. Tampoco cava porque sí: negocia un equilibrio entre sus necesidades y los accidentes del terreno. El suyo es un orden permanentemente provisorio.

De, Blaia





Marcelo Díaz

Marcelo Díaz nació en 1965 en Bahía Blanca. Estudió Letras en la Universidad Nacional del Sur. Integró el grupo de Poetas Mateístas que realizaba murales en las calles de Bahía y editaba la revista mural CUERNOPANZA. Fue editor y redactor de la revista objeto VOX y de VOXvirtual. Publicó Berreta (Libros de Tierra Firme,1998), Diesel 6002 (Vox, 2001) y Laspada (El Calamar, 2004). Trabaja en “FerroWhite - museo taller” donde coordina el proyecto de teatro documental Archivo White, con la dirección de Vivi Tellas.

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