viernes, agosto 31, 2007

ALBERTO MUÑOZ



Me resulta imprescindible escribir con un vaso o una copa cerca en cuyo contenido puede haber fernet, vino o champán. Esto durante la noche. Diurnamente la copa o el vaso son reemplazados por el mate o el café. Cerca de la copa o el mate hay un cenicero. Fumar y beber forman parte de la actividad de escribir. Alcohol y humo. Más humo que alcohol. Escribo en mi estudio muy temprano por la mañana o entrada la noche. Nunca de tarde. Durante mucho tiempo escribía también en los bares, pero a partir de la prohibición de fumar dejé de concurrir a ellos. El papel y la lapicera de tinta (Lamy, de pluma gruesa) continúan siendo los elementos más amables. No tiene que haber necesariamente silencio, los ruidos de la cotidianidad me dan una compañía que agradezco. No escucho música mientras escribo, tengo una pésima relación con la “música de fondo”. Si hay música estoy obligado a escucharla, no tengo un entrenamiento adecuado para escuchar los sonidos intrínsecos de las palabras a la vez que el de los instrumentos.

Escribo generalmente respondiendo a un plan. Un plan de obra. Mi poesía es temática. Busco un tema de mi interés, investigo sobre ello (generalmente uno o dos años) y recién ahí empiezan los primeros esbozos. Los poemas en un principio son planteados, nunca corregidos en el momento. El trabajo finalizado duerme un largo tiempo y luego se emprende la corrección que generalmente lleva mucho más tiempo que el armado de las piezas.
Corregir es tan importante como escribir. La corrección significa establecer lo que el poema requiere para ser una entidad indisoluble. Devolver el poema a su estado de fuente. Corregir es quitar lo que sobra, la “opinión” que el ojo inmiscuye durante el armado de la pieza. Me gusta pensar la corrección como una ciencia poética.
Las consignas únicas a las que soy fiel son: claridad y economía. La imagen o el sonido son los carriles por donde transcurre lo que la pieza quiere decir. Ese decir es el que debe permanecer claro y económico. A partir de cierto momento, producto del trabajo, la investigación, la edad, la poesía sostiene unívocamente todo aquello que en el mundo aparece como suelto y en permanente desvío.


Poemas


Baja una anciana de las lanchas

Baja una anciana de las lanchas.
Los hombres ayudan a su paso sin tocarla porque suyo es el reino de los hongos.
Celebran una boda las manzanas.
Un joven resigna su corazón oliendo su vestido: ha sido santa en su juventud y no ha mostrado su desnudez sino a las lámparas. Entrado el siglo la luz de kerosene era el perfume de las mantas.
Trajo al mundo a un ciervo parecido a un hombre, encontró en el monte un ángel con la cabeza partida y lo amamantó: pezón y leche de las cabras.
Le incendiaron la casa.
Está bajando una anciana de las lanchas.
Los niños le huyen porque suyo ha sido el reino de los hongos.
Viene a las islas para dejarse. “Quiero morir de pie, no voy a entrar a las casas para echarme sobre los trapos. Morir parada como los palos de luz, y que los hombres comenten en los rancheríos: Hay un diablo entre los mimbres, habría que quemarlo”.



Umbral


Sin luz primitiva no puede existir la sombra derivada
Tratado de pintura. Libro tercero. Leonardo Da Vinci

Una mujer abandona el estado de las gasas por una línea mejor iluminada: su primer hervor en los ojos. No es Dios lo que desea tocar con el vinagre de la purísima lentitud; desea la fulminación, un rayo que la parta, dejándose caer sobre la cama y sus hedores, separada de los hombres por un nombre.
Han dicho aquellos que no son testigos de la amorosa filatelia divina: Una santa es una mujer menor, un cuerpo que no adhiere a las causas de la gravedad , una piedra que lleva rostro porque le ha sido dada la gracia de vestirse.
Esas prisioneras que levantan los ojos, como si hubiera en la altura un marido atando un perro a un palo de la luna, esas que no beben agua porque son líquidas y movedizas y arrastran el río de sus cuerpos de orilla a orilla.
Ya nadie extraña a las santas, se han rendido a una construcción del polen o a los dibujos de las jarras que las abuelas, opíparas de pan, ocultaban en las vitrinas de vidrio para unir la transparencia de los cristales con el ojo de las muchachas poseídas por Dios.
Para un niño, una santa es un escapulario, o un ramo de intrigas devorado por las matemáticas, lo curioso es que son ellos los únicos capaces de entrar en su jerarquía de tanino indivisible, ellos las capturan cuando perdonan la vida del aire o maltratan las patas del insecto que se echa para morir.
Los niños son la crueldad que las santas toman como rigor de la unión.
No es verdad que los animales que se han visto envueltos en plumas, canten para los muertos y los santos. Los pájaros no saben que cantan. Los santos no saben que son santos. Los muertos no saben que están muertos, pero bailan en su polvo; los animales bailan el sonido que emiten - salvo la mariposa que baila y no emite sonido- los muertos bailan porque están inmóviles y los santos bailan porque persiguen lo que persigue la mariposa.
Las santas son mujeres, con los problemas propios de las femeninas; adoptan posturas para lavar el vacío de las copas, posturas para pensar: ¿Que es menos real, un limón con detalles en la cáscara o el beso de un hombre que regresa del trabajo?. Posturas para fumar a escondidas, porque las santas son grandes fumadoras, usan el declive del humo para estar junto al deseo o para llenarse la boca de medidas fulgurantes, besan el humo porque imaginan que así serían los hombres desnudos en el Paraíso.


Amelia


A mi madre, experta en belleza.

No haber nacido doctor como nacían en tu razón los hijos, haber preferido el río a tu debido campo de alazanes y mantas, oír mejor el crujido de los muelles que la madera hablada del violín.
Tu pequeño estado de la gracia ha derivado en las locas amadas, Oh madre!.
Ahora que estás en el frío reinado de las momias, necesito entrar por un vendaje a un filo de tu amada cabeza y pedir otra vez que digas a los carros que he nacido, que sepa la luna de los campos de Tres Lomas, que mido un metro sesenta y cuatro y que llevo las cejas de quien te amó.
Oh, madre!, te acuerdas de mí? Soy el de barba.




El señalero

¡María Auxiliadora!
-repetía el señalero-
estoy lleno de vino.
¿Ese punto
ese hocico negro
que viene hacia mi
es el expreso
o es mi padre
borracho como
una cuba
para incendiar
el rancho otra vez
llevándose de las
crenchas a la
puta de Ramira
dejándome a mí
muerto como una
gallina la cabeza
colgando al
costado de las plumas
chorreando vino
como ahora
María Auxiliadora
¿viene el tren
o es papá?


Código Morse

No fue culpa mía
haber tardado tanto en leer
tardado en escribir.
No es mi culpa que
bellota no vaya con v corta
como varrera
varita
vastón.
El abuelo sabía el código
Morse y nos escribía
a todos el nombre
en el aire.
Yo me llamaba: tac tac
tac tac tac.
Aprendí a leer con el oído
golpes en el aire
o gallinas
con las uñas sobre las
valdosas : tac tac tac tac
el nombre de mi hermano.
Las pelotitas de los árboles
sobre las chapas de zinc
haciéndole levantar
las orejas al perro.
Que culpa tengo yo
Que Banesa mi prometida
me corrija las iniciales
en la costra de los arboles
que va con v corta y yo la
pongo como Bictoria que
fue la anterior y que perdimos
un hijo que se iba a llamar
toc toc toc toc toc como
el abuelo que era un hombre
del ferrocarril del cual heredo
ese amor por el bicho carpintero
que escribe de corrido todo
lo que quiere
en vez de bolar.


Sordos y ciegos

Abuela te estás quedando sorda.
Estás mucho más sorda que el año
pasado. El año pasado te pude
decir que le cagaste la vida a mamá
pero vos llegaste a escuchar solamente
“la vida a mamá” y contestaste
“sí, me sacrifiqué”
Este año te volví a decir lo mismo
pero tu oído más deteriorado que el
del año pasado registró solamente
“a mamá” y contestaste desde tu paraíso de tapia
“... cuidarla, como yo cuidé a la tuya”
Ahora abuela te lo estoy gritando.
No está pasando un tren soy yo el que ruge
tu nieto de molicie tu maldito perro inacabable.
Tengo la boca abrochada a tu oreja
te grito como si cayera de un piso veinte
te estoy gritando frente a mamá
que no puede ver lo que hago.


Ciclo musical amatorio

Me gustan las mujeres musicales todas
aún las morochas de estuche.
Me atraen las trigueñas que tienen oído
y solfean como moscas.
Ah viajar en tren con las de permanente
o las de ruleros
alumnas de flauta o de quena
besarlas a cuenta del soplido
ir por el cultivo natural de sus bocas
al vacío.
No hay como las más bonitas de piernas
las mulatas peripatéticas y dulces
como el oboe negro.
Ébano es lo justo
para describir aquello que de no ser piel
sería una media de madera africana.
Las pelirrojas son ácidas si llevan alma
y las pérgolas son perfectas para desvariarlas
rojas como sioux o como el ojo del águila.
Nada como las delgadas nocturnas
pequeñas musulmanas veladas por el chador
de pechos que parecen ceniceros.
Ah las que comen pepinos escuchando a Brahms
y van del violín a la uva y de las cremas al vapor:
cuartetos para el fin de los tiempos.
Amo a aquellas que fuman y tocan el piano
humildes como pastelitos leyendo a Boris Vian
subiendo escaleras y abriendo
la parte rosa del piano.
¿Tocan algo las mujeres que nos priva
de instrumentos y silencio?
¿No estacionan bien sus autos
porque solfean demasiado en la noche del tímpano?
¿El tamaño de sus corpiños
habla de la diferencia entre Arjona y Pallestrina?
Divinas las que pitan imitando a los trenes.
Divinas las que venden su cuerpo para llevarse
un trombón.
Divinas las que llevan el violín a sus mentones
las que lloran como melódicas de plástico.
Prefiero a las muy jóvenes con pómulos
las que creen que Dios existe una hora antes.
Me agradan las japonesas aunque tailandesas
que no se les parecen. Llevarlas a la boca
como ciruelas rojas y tensas con el cabito oblicuo
de sus ojos.
Una vez llamé a una china por su nombre y vino.
Todos hemos venidos al mundo por una mentira similar.

Taxidermoia musical
A Ricardo Zeballos pintor

El taxidermista de aves Manuel Bertís fue profesor de teoría y solfeo y dio clases particulares de contrabajo durante 65 años. Los pájaros y la música le obsequiaron dones que supo recibir para sostener una vida sencilla y feliz. Ya jubilado y sin otra intención que divertirse realizó una clasificación de músicos y aves que conoció a lo largo de su vida.
Músicos que casi hacen música.
Pájaros que cantan para las ventanas.
Músicos que adoran la música pero no la comprenden.
Pájaros que no saben que alegran.
Músicos que acompañan a otros porque están muy solos.
Pájaros que vuelan cuando están quietos.
Músicos que tocan para pedir.
Pájaros que en el viento son instrumentos de la jaula.
Músicos que hacen todo por silencio.
Pájaros que son colores habitados.
Músicos que desviven por tocar.
Pájaros en alambre.
Músicos por donde se escucha la vida.
Pájaros que viven de su pico.
Músicos que como los niños deshacen todo lo que tocan.
Pájaros que anidan en el polvo.
Músicos para la hora del té.
Pájaros que amanecen.
Músicos que tocan por cobrar.
Pájaros que avisan a otros pájaros.
Músicos que parecen ensayos.
Pájaros a mitad de precio.
Músicos que son poetas pintando lo que esculpen.
Pájaros campana.
Músicos veloces que atrasan.
Pájaros que no vuelan del todo.
Músicos que saltan y no caen bien.
Pájaros cautivos.
Músicos que llegan tarde.
Pájaros en mitad de la noche.



Gorjear trepado al rinoceronte . Conversación entre dos ancianos

Pero lo que trato de acentuar con esto es mi alegría al poder gorjear trepado al rinoceronte.
De una entrevista a George Steiner realizada por Ronald Sharp.
- Hablemos del destino: honrarás a tus ojos o paparás moscas.
La voz que se pronuncia puede venir de cualquier lado. Todo es oracular en Plaza Irlanda.
Unos hombrecitos sentados en un banco persiguen con los ojos la bisectriz de un tablón armado sobre la falda de una adolescente. Miran con el ojo perplejo de la vejez. Sus míseras jubilaciones no alcanzan para oscurecer sus ralos cabellos diseminados por el cráneo.
¡Oh la vida era un acordeón desplegado!
Ven pasar a un joven atrevido que corre para entrenar su columna -¡hieden!- comentan los viejitos.
- La música de rock los ha vuelto locos. Ellos son simples productos de la abogacía.
- ¡Mira aquello Juan aquello que no se mueve ¿no deberíamos hacer algo por eso que esta ahí quieto? - Recuerdo que una vez tuve una princesa en las rodillas. Fue en San Luis...
- A mí me gustaría formar una pequeña logia no se bien para qué pero deberíamos enrolarnos. No tiene demasiado sentido estar en esta plaza. Tendríamos que armarnos de palos y enfrentarnos con cada cosa que pase por delante nuestro.
¡Oh la vida era un acordeón desplegado!
- Deberíamos tirar migas para que vengan a nuestros pies y partirles la cabeza con nuestros frascos de tintura.
- Yo conservo aún el honor en el apellido.
- ¿Te conté que tuve en San Luis unas rodillas donde senté a una princesa?
- ¿Tienes idea Juan de cuánto resiste una sábana sin lavarse?
- He decidido no teñirme más estas putas canas voy a tirar a la mierda el frasco de tintura caoba si es necesario que me confundan con un pedazo de nieve.
- O con un hueso caracú...
- Si. Si es necesario con un pedazo de la puta nieve.
¡Oh la vida era un acordeón desplegado!
- Hablemos del destino: honrarás tu cara o entrarás en la línea de sombra.
La voz que se pronuncia pareciera venir de una estatua o de un ave del paraíso. Todo es oracular en la Plaza Irlanda.
Ven caer la tarde como precipitada de una escalera mecánica.
- El Renault Gordini era mejor que cualquiera de estos catafalcos. Si tuviéramos que reírnos de algo lo haríamos de esos nuevos guardabarros de plástico.
- Ella era Miss San Luis. No cualquiera sentó a una reina hablándole de Gluck. Estaba en mis rodilla con la misma incomodidad con que estoy yo ahora en el banco de madera de la plaza.
- ¿No deberíamos hacer algo por eso que esta ahí tan quietito? Juan ¿no deberíamos empezar ahora a atender esas cosas?
- ¡Enrolarnos en un ejército de hombres que abandonan el teñido! ¡hacer estallar de una vez por todas los frascos contra la vereda pública!
- ¿Y si buscáramos un rinoceronte para montarlo como hacen esos pájaros amarillos que gorjean avisando del peligro?
- Si. Si es necesario... como un pedazo de la puta nieve.
¡Oh la vida era un acordeón desplegado!


Alberto Muñoz


Alberto Muñoz nació en Buenos Aires el 19 de febrero de 1951. Es poeta, músico, dramaturgo y guionista. En 1977 obtuvo el título de licenciado en Psicología. Editó los libros Floresta-poemas, 1979; La compañía mágica del circo, 1980; Almagrosa 1981, 2ª ed.:1990), Acordeón a piano (1984), Terra Balestra (1985) Dos épicas (con Eduardo Mileo) 1987; Tratado de verdugos, 1989; Misa negra con Eduardo Mileo, 1992; También los jabalíes enloquecen, 1998; El deseo en el Pavo Real, edición bilingüe italiano-castellano, con ilustraciones de Willy Castellanos, 2000; Venecia Negra con Javier Cófreces 2004. Trenes 2005. Canción de amor vegetal (con Javier Cófreces) (2006). Pianoforte (2006)
Formó parte de M.I.A (Músicos Independientes Asociados).Realizó trabajos de teatro musical y como guionista de TV y Cine. Escribió y condujo por Radio Nacional el programa radial La Panadería. Actualmente tiene un micro diario El nadador nocturno en Radio Provincia.

2 comentarios:

  1. Anónimo6:00 p. m.

    hermosos tus poemas alberto. te quiero y me alegra encontrarme con tu existencia. roberta

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  2. Hola,
    Me gusta mucho lo suyo, su poesía. 'El señalero' en particular.

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