domingo, febrero 09, 2020

JULIETA SANTOS



En ocasiones, e incluso durante largas etapas en la vida, el lenguaje poético parece ser el único accesible a ciertas zonas de lo que nos afecta. Aunque la situación particular de angustia, de euforia, de pesar, no concluya en poesía ni ésta lo extinga, la sensación de purga y alivio suele ser radical. 

En mi experiencia, la poesía fue y continúa siendo el artefacto más genuino para decir eso que se vuelve innombrable mediante otros dispositivos, espacios o recursos –desde las charlas con amigas y amigos, hasta una sesión de terapia–. Digo genuino no porque la poesía dé cuenta de una instancia superior de verdad sino más bien pensando en lo que consigue agotar cuando asfixia el lenguaje de quien la escribe, lo exprime, lo corroe; digamos, lo vuelve más sofisticado cuando más lo estruja. 

Ni el lenguaje como categoría, ni el impacto de la poesía en quien lee, vienen al caso ahora. Acá me interesa en particular lo propio que se muestra a regañadientes en la poesía, eso que queda al servicio del otro a pesar nuestro. Decía Delia Torres Estévez, en ese gran aforismo: la poesía no salva a nadie más que a su dueño, al resto los hunde. Estoy de acuerdo con la primera parte, sobre la segunda tengo mis reservas pero me parece bastante simpática la presunción de hundir la flota al otro, comparto esa ambición de conmoverle una fibra interna.

¿Y cómo se hace poesía? nos preguntamos muchas veces. Se hace como se puede. En mi caso se presenta como un discurso que debe ser dicho y tiene, por ello, una urgencia que le da entidad propia. Las imágenes vienen después. Durante mis primeras experiencias de escritura poética no me había interesado demasiado -al menos, conscientemente- en la armonía de las formas. Podría decir que el corte de verso y el ritmo han tenido que ver más con un dictado interior que con una búsqueda. El verso libre fue una opción casi espontánea por cómo “se me vienen” las ideas y mucho tiempo después le encontré el nombre a lo que hacía, verso libre sonaba (suena) bastante bien. 

Hace relativamente poco empecé a darle una atención más sistemática a la práctica de revisar, de reescribir, de reformular, a la posibilidad de suprimir versos e incluso pasajes enteros de una poesía a los fines de embellecerla y nada más que por eso. A partir de esa práctica entendí que el texto poético debe reposar para crecer. De ese modo gana la posibilidad de salir del closet: dejar de ser un objeto privado para convertirse en un bien público como fruto de cierto ejercicio estético. Eso equivale a decir que la poesía tiene una cierta función social aunque no se lo proponga, ¿no? Aunque quien la escriba no se lo represente así, cuando eso pasa nos volvemos no sólo cómplices sino sobre todo responsables de lo que ponemos a rodar.

¿Escribir exige un método o procedimiento?, no sabría decirlo. En mi caso se trata de registrar con el ritmo que se me viene inicialmente a la cabeza. En ese sentido, la poesía llega como música antes que otra cosa. Luego viene el trabajo de pulido. Sobre esto último, destaco la centralidad de transitar talleres, de leer a otres y también ser leída en espacios colectivos –por ejemplo, de clínica poética-. Contra toda soberbia, cuando la mirada ajena es generosa nos hace crecer, como una buena poesía.


Poemas


Quiero cuidar un bicho

Hay un animal conversando
con las algas que tengo
enredadas en los pies.
No encuentra a su dueño
y se empeña en hacer de cuenta
que aún lo busca.
Lleva de collar un trapo viejo con pintitas rojas
a punto de cortarse
por tanto rascarse las pulgas del cuello.
Este bicho charlatán
distrae a mis uñas
que olvidaron crecer en el último tiempo
sólo de escucharlo.
Ojalá se tope con alguien
que esté, a su vez,
buscando un huérfano que le haga de animal.
Así me deja en paz
y puedo volver a quejarme
de mis uñas largas
de mis algas torpes
de mis tantos años esperando un coso al que cuidar.


Celebra

Llega, distorsionada, la voz de la ausencia.
Tímidamente al principio, desafortunadamente al final.
Con cerezas de timbre oxidado
y mechas de graciosas hebras algodonadas:
nunca encendidas
jamás acariciadas.
Tiñen de cobre
un madero nuevo
y nos bañan de esquirlas ventosas
aquellos nubarrones insolentes.
No respetes consignas:
ritmo o arritmia da igual.

Cuando el más amargo vacío
legue a colmar tu insomnio,
simplemente
la entrega.
Desnudo el pecho,
roto el escudo,
lisa la espada 
llano el mentón 
quebrado el porte 
parco el oído 
hueca la idea 
débil el puño 
frágil la mueca 
tibio.

¡Celebra!
Vulnerable, al fin.



Mutilantes

Una mutilación de lo real, si acaso existe.
Poderosa y perversa (sobre todo mala y sucia).

Casi un parche, o peor: un engrudo deshidratado.

Algo de una voracidad
cancerígena
deliciosa
impertinente
consumada
previsible
estereotipada.

Algo hecho únicamente de tacto y con gusto a fiebre,
de un olor deforme, irreconocible,
irreconciliable con nada.

Tu ternura es tan mezquina que se vuelve un cálculo
imposible.

Un hervidero de tripas,
¿síntoma simpático o drama epiléptico?

Una sucesión de pequeños triunfos terrenales y
la artificiosa vulnerabilidad frente a lo bello,
siempre corrupto.

Tu ternura es tan mezquina que se vuelve un cálculo
imposible.

Nunca entendimos, ¿no?
Nunca entendimos el pinzamiento dorsal
que es cualquier sorpresa,
la fuerza estricta y errante de la ignorancia
que somos nosotros,
nada detiene la pregunta insoportable.
Y llega como una nervadura solitaria, cavernosa y triste
(un poco triste, no mucho).

Tu ternura es tan mezquina que se vuelve un cálculo
imposible.

Hay un dintel infranqueable que detiene a cualquiera,
que no conserva a nadie.
Esa mutilación la vivimos solos.


Selección de poesías de TEMPLANZA (Irma), publicado en 2019 por Editorial El Colectivo.



Amén

Falta margen
ya compré palta
por si las moscas
muchas veces
faltan las nueces
llueven arroces
como cascotes
sobra el tiempo
y crecen venados
PASE USTED NO FALTABA MÁS PASE USTED DIOS ME LIBRE Y GUARDE LAS COBRAS DE ORO PRIMERO 
CABALLERO DE BOLSO DAMA DE BOLSILLO
HABRASE VISTO EL PELO DE ESE HUEVO SI TOTAL SIEMPRE FALTAN 5 PAL PESO ¡COSA É MANDINGA! YA LO DIJO EL FINADITO ROBERTO, CUCHÁ: LIBRE DE CULPAS TIRÁ UNA PIEDRA 
-CALLATE CULO CON LECHE -COMETE UN BOTUTO 
-CON ESA BOQUITA DECÍS MAMÁ- NO, SE TE FRUNCE EL TUJE
¡Eso será porque
falta el orden!
Acá, en cambio
si llegas tarde
es falta grave.
Señor juez:
¡somos borrachas!
¿Estoy en sobra
o faltan aportes?
Cierta cepa
de honestidad
falta en stock
pero ganas, no 
esas no faltan
ni 2 pal fulbito.
La quiero toda
bien a la sombra
los otros siempre
libres de faltas
no me jodan
no falta nada
solo sangría.

(Material inédito)



No se enfrían los cuerpos, solo ceden calor a los más débiles -de temperatura, de temperamento, de templanza.

***

Toda pupila se dilata por efecto de una causa. ¿O es al revés? Todo efecto dilata una causa pupila.

*** 

Me lastro un lustre de costra, cargo mugre, enclaustro cobras. Canto. 

***

Homeostasis le llama la naturaleza a aquello que el hombre designa justicia distributiva.

***

La fiebre esconde cierto exceso de entusiasmo de vivir.

***

Sangrar tu lengua en estos vidrios rotos. Eso es la sed.



Aforismos


Julieta Santos



Nací en Laferrere, provincia de Buenos Aires, en 1982. Allí viví con mi familia hasta principios de los 90. Luego estuvimos una temporada en un pueblo patagónico donde pasé los mejores años de mi infancia. Recuerdo especialmente, de esa época, fugarme en bici por el pueblo y alrededores, participar en la radio, hacer talleres de teatro, pasar frío, visitar la marea sin permiso y ensayar mis primeros juegos con la escritura.  
Ya vuelta a Buenos Aires, me gradué como Licenciada en Ciencias de la Educación y cursé una Maestría en Derechos Humanos y Políticas Sociales. 
En la actualidad trabajo como docente, correctora y consultora educativa. Desde el año 2014 formo parte de la Editorial El Colectivo, sello donde publiqué mi primera novela TEMPLANZA (Irma) en 2019. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario