Escribo en cuadernos. Son una especie de diarios en donde anoto
cosas que pasan, sueños, pensamientos, y poemas. Uso dos cuadernos en paralelo:
uno lo dejo en casa, y el otro, que yo llamo "libreta de paseo", es
el que saco a la calle, tiene que ser liviano, pequeño. El cuaderno que queda
en casa dura mucho, apenas lo uso, en cambio la libreta de paseo tiene una vida
muy activa. Es importante llevarla siempre porque yo no escribo
voluntariamente, más bien los poemas llegan, vienen medio armados, me asaltan.
Creo que lo que realmente “me inspira” es no estar concentrada en la escritura.
Escribo básicamente en dos momentos: cuando estoy viajando o
cuando estoy traduciendo, que es casi lo mismo, el movimiento de un lugar a
otro, de una lengua a otra.
Muchos poemas empiezan como anotaciones al margen de una
traducción, o en el subte o colectivo. En bares sólo leo, no puedo escribir
quieta.
Cada vez que termino un cuaderno, lo fotografío: solo, con otros
cuadernos, con diferentes luces, ángulos, etc.; y esas fotos a su vez son
archivadas, como los propios cuadernos. Tengo un fuerte afán coleccionista. Los
cuadernos son todos diferentes en sus materiales, texturas, colores. Hace más
de 20 años los empecé a fotografiar como objetos, usándolos un poco de
"modelo vivo" para mis tareas de un curso de fotografía que estaba
haciendo. Y sin querer se fue convirtiendo en un eslabón indispensable de este
proceso: escribir en el cuaderno-terminarlo-fotografiarlo-archivar las fotos.
Eso forma parte, de alguna manera, de mi proceso de escritura. Pero en el
momento puntual de escribir un poema, no hay ninguna ceremonia. Aunque siempre sale
mejor por la mañana, eso sí.
Primero viene un poema, luego otro, llegan en fila. El plan
viene después. Me doy cuenta de que muchos poemas giran en torno a lo mismo y
entonces reconozco una obsesión, un carozo.
Y una vez que tengo una serie de 7 u 8 poemas que van para el
mismo lado, entonces sí ya trabajo sobre eso, y los poemas que aparecen van en
esa dirección, porque sí, porque tengo la mente enfocada. Es como una fidelidad
natural. Ahora, cuando se acaba, se
acaba.
La corrección, o reescritura, es voluntaria y exige un tiempo.
Aprendí la corrección en talleres, en principio no puedo hacerlo sola, tengo
que escuchar a otra gente, dar mis textos a leer, aprender a corregir textos de
otros.
Los poemas vienen de golpe, como recuerdos, y la escritura los
tergiversa, incluso hasta el olvido. Me gusta por eso lo que dice Clarice
Lispector: "escribir es, tantas veces, acordarse de lo que nunca
existió".
Poemas
Andarivel
Si nado a brazada limpia
ondeando el agua
y me quito de encima
las cosas que se me cruzan
y allano el camino
como abriendo las alas
¿dónde va a parar
eso que aparto?
¿Se irán cayendo las cosas
por algún precipicio sin paisaje
o se acumularán como basura
apelmazada
formando otras sustancias
con el tiempo?
Si nado suave
sin chapoteos
y hago del agua una alfombra lisa
y yo mecánica
avanzo
y a todo lo que viene a
interponerse
lo alejo
lo menosprecio
no pienso ya en buscarle un lugar
entre las cosas
sino en que desaparezca
de mi vista
¿todo eso:
después vuelve
como un boomerang
hecho un bollo de restos con olor a
cloro,
amalgamado?
Si para olvidarme, nado
sin mirar más que un piso
azul un poco gastado
con apenas unas rayas
negras parejas
y no siento ni pienso
ni acomodo
y respiro como dando patadas
¿entonces olvidaré para siempre
o al salir del agua vendrá la
memoria,
enredada,
imposible de tan acumulada,
a querer que la clasifique,
que la entienda?
Si nado
y no hay nadie a los costados
me desplazo
sin ruido de pulseras
hacia un adelante siempre nuevo
sin pasado, nítida
como vacía de mí
¿estarás en el vestuario
con el toallón abierto como brazos
o alas
esperándome
para cuando cansada
tenga que despegarme
la gorra de goma del cuero
cabelludo
secarme, vestirme
volver a la calle
y de ahí a casa?
Los modos
Son modos: mi madre, por ejemplo,
va destendiendo la ropa
poco a poco
según se sequen, a su turno,
una y otra prenda;
con un tacto veloz
detecta la humedad
de los bordes de las telas
que el sol menos tocó
aunque no haya amenaza de tormenta
ni haga falta el espacio
para colgar más prendas
ella lo hace así –son modos-:
yendo y viniendo
en sus intercaladas excursiones
desde y hacia el patio
-a la ida, con brazos sueltos
a la vuelta, a manos llenas-
danza sus días y las partes
de sus días en un pentagrama
salpicado de blancos
mientras sin querer y sin saberlo
va burlando la inquietud
que murmuro en silencio,
son modos: donde yo desespero
ella pasea
Ambos poemas pertenecen al libro Superpoderes, El ojo del mármol 2015, ediciones Liliputienses 2017.
Florencia Fragasso nació
en 1975 en Banfield, pcia. de Buenos Aires. Estudió Letras en la UBA y la
Especialización en Literatura Infantil y Juvenil en UNSAM.
Publicó poemas y traducciones en las revistas Tsé-tsé, Vox,
Hablar de poesía y otras. En 2004 publicó la plaqueta Poemas de la observatriz (Arte Plegable) ilustrada por Bernardo
Zeissig. En 2005, Extranjeras (Gog y
Magog). En 2012, Sinestesia (Ediciones Presente); en 2015, Superpoderes
(El ojo del mármol); en 2018, Melliza (Gog y Magog); en 2019 Veinte
sillas, ilustrado por Julieta Dolinsky (mágicas naranjas). En literatura
infantil publicó Raf y su puerta, ilustrado por Eva Mastrogiulio
(Pupek).
Coordina talleres de lectura y escritura.
Hola Florencia,
ResponderBorrarTe escribo porque me resultò muy interesante leer tu procedimiento. La acciòn de fotografiar los cuadernos y de tener uno de paseo y otro de casa, me parece un sistema muy personal y rico. Una marca.
Por ùltimo, me siento identificada con vos en lo que mencionàs sobre la correcciòn como una instancia grupal.
Suerte y hasta pronto,
Florencia.
Hola:
ResponderBorrarA mí también me gustan los rituales, como el de los cuadernos o el de los temas, o el de dónde y cuándo escribir. La vida no es lo mismo sin rituales, por más banales que parezcan. Desde su nacimiento, los ninos exigen los rituales, y éstos nos acercan al hombre mítico que todos llevamos adentro.Nos acercan a nuestra semilla, a nuestro origen.
Felicitaciones,
Anna de HUngría