sábado, abril 14, 2007

MARTA BRAIER


La duermevela matinal, ese sueño ligero previo al despertar, suele anunciarme la inminencia de un poema. Escucho, aún dormitando, y ahí empieza la ceremonia. Me levanto y voy a la mesa del comedor, mi lugar de trabajo. Amo la luz de la mañana Debo bajar las persianas hasta el “punto justo”. Corro las cortinas. Me gusta la luz oblicua. Busco las hojas (tamaño oficio, lisa) y la birome (retráctil, de trazo negro y grueso). Escribo el poema en estado de exaltación y casi siempre de un tirón. Hago varias versiones. Si salgo, llevo el manuscrito en la cartera para tenerlo conmigo todo el tiempo. El poema me posee. A la noche, antes del sueño, lo recorro mentalmente, ya me lo sé de memoria. Al día siguiente lo tipeo en la computadora y lo sigo corrigiendo.
Me siento feliz, en comunión conmigo misma y con el mundo.
Algo más sobre la luz: cuando escribo tiene presencia. Es como una mamá que me mira complacida. Decía Lezama Lima: escribo porque sé que alguien me oye, la que oyó mi nacimiento.
Sí, hay un plan alrededor de un tema que me obsesiona. Intento diversos abordajes: el ensayo, mucha poesía, pintura, escultura, cine. Investigo, tomo notas. Me nutro. Luego vendrán los poemas, generalmente articulados. Leo antes y durante el trabajo de escritura. Es como un telón de fondo que me sostiene y alimenta.
Sí, claro, dejo descansar el texto. No hay otra. A veces, poco tiempo; pero puede pasar un año o más. La escritura es proceso en el tiempo. El intento de poema sigue su curso, escribiéndose en la interioridad, hasta que "encarna". Los ocultos engranajes de la génesis poética- esos mínimos avatares del sentir- y la forma musical, decantan, finalmente. Me interesan la elipsis, la tensión y la música del poema. Para corregir sigo esencialmente un imperativo musical muy personal. Una suave melodía me va guiando en la condensación rítmica y de sentido.
Sin embargo, subsiste una pizca de insatisfacción. Como decía Borges : no hay poemas terminados, hay poemas abandonados.
Son atisbos, iluminaciones. Primero escucho la música (la música es anterior, muy anterior), e inmediatamente asocio con una imagen puntual. Surgen las palabras como dictadas: el aire raspa/ cerca del parque// dan pena/ esas hamacas quietas.
Cuando el poema va a venir, lo siento en todo el cuerpo. A veces un tema me ronda, y por esos triunfos del azar se me representa en una pintura o escultura que me deslumbran y que operarán como escena generadora. Me ocurrió con una instalación de Plessi, un artista veneciano increíble, que descubrí en el museo Miró, en Barcelona; o con Hombre andando, de Giacometti, en una muestra en homenaje a Rodin. Esa marcha a contramarcha de la Vida, la mirada turbia, la rigidez corporal, me inspiraron varios poemas y la imagen hasta la adopté para la tapa de mi libro: Esta es la tierra, corazón. También Mujer sentada, de Hooper y Mujeres comiendo tallarines, de Aída Carballo.
Obviamente mi vínculo con la poesía tiene una gran carga visual. Seleccioné un poema de Ferlinghetti, de Imágenes del mundo perdido, como epígrafe de mi último libro, porque me subyugó la confluencia de imágenes auditivas y visuales, el poder evocativo y el misterio que emana de ellas: podría decir que quizás ella era más feliz/ que todos/ esa vieja solitaria del chal.../ con el pequeño pájaro manso / en su pañuelo.../ y el vagón/ chirriaba a través de los maizales/ tan lentamente que/ las mariposas/ entraban y salían.
Cuerda tendida, la poesía es flecha dirigida hacia un blanco. Me constituye, aunque la sienta, no como puerto de llegada; sino orilla que se escapa. Pero esa imposibilidad de asirla me cautiva, quizás porque se ofrece, en su belleza, indeterminada e incierta, como la vida misma.



Poemas


Mujer sentada


Pero sé que debo hablar de esa puerta,

en un hotel para turistas de la calle Cangallo.


Recuerdo con nitidez un finísimo rayo de sol

y las partículas del aire jugando con la luz.

(Ah el sencillo fulgor de una habitación en penumbras).

 

Estoy sentada sobre un sucio cobertor.

 

El conserje me entregó la llave de la diecinueve

y miró con cara de nada

cuando le hablé de tiempo de sosiego.

 

Cerró  la puerta y me dejó queriendo comprender.

(Los mosaicos hacían muecas con su geometría).

 

Poco importa si por la calle pasa un hombre,

si hay una fábrica, un frigorífico o muchos árboles.

Pero, el aire. ¿Entra por los pulmones, sale o permanece?

 

¿Qué hago. Qué hago aquí,

en un cuadrado sórdido y ajeno?

 

Ajeno. Sórdido. Agujero del mundo, digo.

Sentada sobre un sucio cobertor.



Obsesión



Hay mucho por hacer:


azulejos blancos


que brillen 


al frote de un trapito.



Insiste el niño en la tarea.


Agua del deseo...



Pero el mundo


sigue despidiendo polvo


                             y más polvo.




Naturaleza muerta con nísperos


La cabeza se inquieta en la almohada

para ver.     Pero no.


La cabeza se inquieta en la almohada

para ver.     Y vuelve.     Vuelve

la frutera de nísperos colmada: el esplendor.


Se inquieta la cabeza en la almohada

para ver.     Pero ni pájaros se ven:

-está tan alto el cielo,     aquí.


De, Gestos de minué, Libros de Tierra Firme, 1999

                         

La carcoma 

en la madrugada

sube por las calles

un lied  de Schubert

        

       sube   baja   gime


 es Ella otra vez

                                                 

                         Canta

   

entre cartones canta 

en una lengua extraña

              

     y corre baba, ¿oís?


un himno grotesco

      mece la ciudad.



C´est  si  bon


     el piano

dejaba oír suaves notas 

y la casa latía


Era  cierta la tarde

en la ventana


      Ahora

todo es precario, leve , azaroso


bellamente humano


     Acaso


el peso de mi cuerpo

sea la única certeza 


Esta es la tierra, corazón:

                          hebras de luz


un acorde sencillo.

                              

De,   Ésta es la tierra, corazón, Ediciones Último Reino, 2005


                     

El agua empujó toda la noche      yo la llamaba     después

entendí que era inútil nombrarla: ella se llamaba a sí misma


todo esto pensaba cuando observé que el río detrás de los ojos

empezaba a secarse


ahora no puedo bajar los párpados


qué es esto de estar vigilante todo el tiempo     ayer vinieron

sonidos apacibles  y me dormí


este lugar no lo voy a dejar nunca                                                                      

                                                                       (El río secreto)


*

Es la llegada de los panaderos del aire


la abuela dice que hay que pedir un deseo y soplar fuerte

para que el deseo se cumpla


ella pide     ahí va

                                                                           (el deseo)

                                                   *



Se ha puesto una remerita de buclé a rayas celestes y está bien en

la puerta de calle con el aire y los hombres que pasan en bicicleta

y   le  dicen tantos piropos   –¡mamita!–   que  se  ruboriza    qué

importa si en el fondo de la casa la están buscando para secar los

platos o guardar los cubiertos se está tan bien así con esos zonzos

que parece que se babean y ella las puntas bien erguidas de los

pezones mañana se pondrá la otra la de banlon blanca que le

marca más

                                                                                    (en la puerta)

*


El hermano la observa todo el tiempo

¿qué estás leyendo?    te pintaste     parecés una mascarita   sentate

bien     cruzá las piernas      mirá que las mujeres quedan marcadas

                                                      *

Después de muchas vueltas en la bicicleta finalmente se asomó a

una de las ventanas sobre el muro del colegio


la luz intensa de la siesta iluminó los cuerpos


no se atreve a decírselo a nadie y no puede dejar de pensar


por el espejo grande de la habitación también espió a sus padres


ahora ella sabe

*



Siempre admiró a la diosa del jardín

una Venus de yeso con brazos no como la del comedor de lujo

de marfil     finísima     pero mutilada

por las noches piensa en ella     el marido le cortó los brazos y la

arrojó al mar, le contó la Mercedes que parecía conocer la

leyenda de la Venus de Milo:

Por puta

¿Puta?

_Sí     la que se abre de piernas a cualquiera

(la Venus de Milo)

*

El alma ¿qué conjura?

abejorro     abejorro

tan lejos por un instante 

                                    (juegos en el patio)

*

                                                            

El techo del comedor de lujo gotea

Antonia ha puesto un balde y el padre ha subido a la terraza para

encontrar el origen

qué origen     no hay origen     hay un agua que corre y no cesa

las gotas son cada vez más anchas y la casa hace música de

goterones

el balde en el centro como un dios indiferente

                                                                       (con música de Cage)


Fragmentos de la nouvelle, El río secreto, editorial El jardín de las delicias,  2016




Marta Braier



Marta Braier nació en Tucumán. Es Profesora en Letras egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nac. de esa provincia. Poeta, especializada en Creatividad y Crítica Literarias, dirige talleres de Escritura y Literatura desde 1982 y coordina actualmente el Taller Literario para Jóvenes de la Biblioteca Nacional. Publicó Gestos de minué (Libros de Tierra Firme, 1999); Ésta es la tierra ,corazón (Editorial Último Reino, 2005); El río secreto (El Jardín de las Delicias, 2016), este libro obtuvo el Premio Único en poesía inédita (bienio-2011), otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.  Reside en Buenos Aires.

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