miércoles, mayo 26, 2021

LUIS BACIGALUPO



A la poesía se me ocurre pensarla como el fracaso de toda tentativa de definición, o bien esbozar una más o menos plausible al amparo metodológico de la teología negativa. Sin pretender por ello situar la poesía en la dimensión de lo absoluto, se podría intentar un acercamiento a una definición nunca definitiva de su razón y su condición, no a partir de lo que “es” sino, por el contrario, de todo aquello que “no es”. Pero ¿qué sería eso que no es poesía? Creo que hoy, más que nunca, cabe formular esta interrogación que responder a una articulación positiva sobre una presunta (o presuntuosa) ontología poética. Hay quienes dirán que todo es más simple de lo que parece, que “poesía eres tú”, en fin... Para empezar, la poesía es un asunto de la lengua que cobra su particular forma de expresión en la escritura. La poesía no estaría fuera del lenguaje, pero tampoco en rigor directa y exclusivamente vinculada a su “función poética”. Y mucho menos sería -qué duda cabe- un coruscante atardecer de cierta sugestiva paleta ni el estado emocional que tal “pintura viviente” fuera capaz suscitar en el observador mejor dispuesto.

La poesía es la posibilidad de una resistencia, y la primera es, insisto, a ser sometida a toda definición. Pero es también, la posibilidad de una magnificencia sin límites que sabrá entregar -a quienes deseen tener con ella un trato del orden, digamos, de lo amoroso, sin cálculo ni mezquindad-, desvelando aun una condición, una aptitud o una vocación hasta entonces tan secreta como ignorada. Luego, nuestros poemas hablarán mejor que nosotros acerca de qué es poesía. No conozco acto más franco para dar cuenta de este errático saber que intentar escucharla.

  

Normalmente no escribo lo que va surgiendo ni obedeciendo a un plan predeterminado. El poeta es la parte del hombre refractaria a los proyectos calculados, escribió René Char. Yo escribo, por mi parte, para sortear una incómoda tensión, improductiva hasta el momento en que consigo trasvasarla a la pantalla o al papel. Se trata de la tensión o nudo que existen entre un propósito y un acto, un deseo o pulsión de escritura y su formalización.

 

Nada, desde ya, se puede preestablecer, como tampoco definir a priori, antes de que la cosa cobre entidad. Ese acto, ya de por sí comporta una definición. Lo demás es glosa sin asidero o, en el más ingenuo de los casos, intenciones que se han quedado allí, en la irresolución, donde no podría prosperar siquiera un atisbo de verdad. Hay algo que anhela fluir, para lo cual quizás deba existir una disposición favorable a la circulación de tal caudal, instancia o materia fluyente. Por lo pronto una apertura, un estado de sutil apercibimiento y escucha de una voz entre silente y rumiante, entre gutural y musical, entre propia y ajena.

 

De valerme de un plan previo o simultáneo al poema, no respondería en principio a una conceptualización, a un diseño organizativo fuera del orden de los materiales, los procedimientos, ritmos, tonos, cadencias, imágenes, todo aquello que encarna la escritura como un cuerpo que ocupa un lugar en un espacio, que se recorta en y, a su vez, recorta ese espacio, que goza de autonomía e inmanencia, significación y predominio de determinadas funciones sobre otras. Lo demás viene por añadidura, o se me impone en una instancia ulterior.

 

De todas maneras, hubo un tiempo en que primó un plan elevado a la categoría de principio constructivo en la concepción de mis libros Yo escribía un poemita (La Escuela Baldía, 1988), El relumbrón de la claraboya (Último Reino, 1989), Madagascar (Último Reino, 1989) y El océano (La papirola, 1992). Y la escritura resultó entonces una apuesta responsable, aunque, por momentos, insumisa respecto al plan inicial, al que confluían, para su ejecución, una imagen o conceptualización a ser abordada en un poema único, extenso, narrativo, épico e inexorablemente paródico en un fruitivo trabajo sobre la lengua de preeminencia prosódica y musical. Pienso ahora en Yo escribía… y El relumbrón...

 

Escribo y corrijo, no hago mayores distingos entre una operación y otra. Siempre hay escritura. Lo incorregible de la misma es que a menudo se presenta vestida de imperfección. Nada más inadmisible para la neurosis de un escritor que esa suerte de mojadura de oreja a la que el texto nos somete. Nada más gozoso entonces que esta intervención que representa una tensión insostenible hasta lo insoportable, que solo se realiza en la renuncia o la suspensión.

Experimento la escritura en tanto corrección, desde la primera a la última de sus versiones. La corrección comporta una comprensión del texto, una intervención en la situación contextual de modo de establecer un tejido solidario en la producción de sentido propia del poema en cuestión. Escribir, corregir, reescribir. Acaso cada término, cada operación contemple las otras dos. O acaso la corrección preceda a la escritura, quizás sea aquella su condición de posibilidad.

  

No podría describir mi “procedimiento de escritura”, en caso de que contara con uno o creyera en la existencia de una modalidad operativa digna de dicha expresión. El término “procedimiento” tiene tintes de abordaje, instrumentación, actitud, conducta, y pareciera estar vinculado a un empleo y a un quehacer particulares, a un proceder, a un modo o manera de intervención sobre un objeto dado. Me atrevería a decir que uno es sus procedimientos, en tal caso sería lícito pensarlos como genuinos rasgos autobiográficos del texto. Después de un largo tiempo en el trabajo con la escritura de poemas, el procedimiento pasa a ser, al momento de dar forma a un texto, una incidencia imperceptible, disipada, olvidada pero vital como lo es a todo ser vivo la respiración. A cierta altura terminamos dando con un asidero, un mojón en el monte más cerrado, algo en que fiarnos: en mi caso la última palabra no está en mí, sino en mi oído. A veces entre mi oído y yo existen mínimas discrepancias, pero a la larga mi oído sabe decirme cómo escuchar. Y si cuento con la disposición y la capacidad necesarias de hacerlo (de escuchar a mi oído), y no se entromete entre él y yo ninguna perturbación conceptual o de la índole que fuera, por lo común siempre termino dándole la razón a él. Finalmente, cuando siento que el poema me lo agradece, abandono el proceso de corrección dejando en el camino un reguero de versiones o variaciones del mismo texto.

Con todo, si tuviese que optar entre ambos términos de este dualismo impropio a la poesía, no diría que la mía encarna bajo la forma de “imágenes” o, por el contrario, “como una música”, sino más bien al arbitrio de una “imagen acústica” que busca fluencia y en su devenir prolifera y discurre el sentido.



Poemas


EL SUEÑO DE LOS NIÑOS



No perturbes sus sueños
han sido asesinados en el corazón de sus fábulas.
El crimen se perpetró en las sombras
de un pasillo donde las formas
no terminaban de disolverse.

Salto en el tiempo como el niño
el umbral de su casa.

Fiebre
de inocencias domésticas en carnaval
en la vereda de baldosas rotas
al sol
sudor
bajo un cielo raso
opresivamente blanco
delirio de unas paredes monstruosas
padres
hay una fatiga y un fuego que encienden
esta insensatez
echada a volar tan lejos como la sombra
de un pájaro embalsamado
entre paredes vivas hundida en la almohada
en su disolución.

Fiebre
por qué volviste a tu lugar de origen
tan lejos del mío, sin decirme adiós te fuiste
tan lejos de mí
al pequeño país de oriente.

Por qué habrían de morir
sin haber aprendido a olvidar.
Comporta una muerte lenta del sufrimiento
demorarse en un escalofrío, en la ofuscación
de cada sobresalto
en la sanción de una estupidez.

Lo que colma oprime
hasta tanto el tiempo quiera o deje de querer
es como estar sujeto a la certeza
de no conseguir nada sino
a cambio de nada.

Alas de una mariposa muerta en tus labios
fiebre, has pasado la noche en vela
los niños muertos ya no sueñan con despertar
apenas corren se elevan en su carrera a ras del suelo
sin pensar en detenerse allí
donde temen llegar.
Se alejan y se pierden en la sed
en el vórtice del horror, de la vía láctea
en los albores negros de la fe.
Se apartan del primer amor tan lejos
como el bosque lo permita.

Resplandores en la piel amada suave como el agua
entregada al anhelo de arder hasta extinguirse
en el sueño de una reparación.
Por qué te fuiste entonces tras el haz de luz
que se lanzó un día en persecución
de aquella sombra.
Fiebre
abandona esta vigilia
la existencia de un fuego que nos quema
lejos, duerme
en las orillas de tus aguas
en tus temblores, fiebre
ya duerme sin mí.



EL CIELO DE LAS NIÑAS



Nieva.
Éramos niños.
Ser y parecer contra lo que se espera de uno
en la infancia
a pesar de ella y a pesar de uno.
Aquella nieve que vi caer sobre mi cabeza
del cielo azul de los candorosos
todo visto a través del ámbar
de las niñas
que acaricié ayer.
Labios
balbucientes cuando las palabras aún decían.
Aún nevaba
todavía esos labios dicentes
enmudecían.
A más tardar en un par de días
aunque las fuerzas no sean las suficientes
como para replegarnos con la rabia allí
con la rebeldía apretada en el pecho
y más
nieva sin cesar.



MIRÍADAS



Me miras
y ya no me miras
porque he dejado de mirarte.

El habernos mirado por un tiempo
nos ha procurado alguna felicidad
pero el dejarnos de pronto de mirar
nos ha perdido en la mirada de aquello
que no ha dejado de mirarnos.

Miro ahora incauto la mirada que proyectan
tus pensamientos
cada vez que me miras sin intención
de escuchar lo que tenga que decir.

Veo que estás aquí con tu saquito turquí
y aunque haya dejado de mirarte enfoco
el minucioso tiempo que teje el bies
de tus pensamientos.

Para que sepas puedo mirarte aun
en tu ausencia de realidad tanto
como en la retirada del mar
de tus visiones.

Es gracioso ver que me mires
con la punta de tu lengua
justo ahora que he dejado de mirar
lo que entonces me procurara
tanta felicidad.



SI FUERA LA MANZANA


cuanto de lo que hay
fruta entre otras cosas
nunca me fue dado
solo por placer aporreo el piano y
a desgano de vez en vez
horror
con frecuencia he sentido por mí

entre hambre y pudor ingiero
un caldo de gallina
menos nutre que el sosiego
menos por cierto que el ocio
y menos aún que el trabajo
a destajo
de cuando en cuando reposo

la fatiga altera mi descanso como
el pánico el sueño de una alevosía
una música desvaída en su cadencia
dulzona arroja de lado invariablemente
expectante, la flema desdeñosa
y sigilosa invade mi mesa, mi cama
la vastedad toda de mi casa
y me recuerda
tu piel salpicada de amor
por placer, sin pudor aporreo el piano
porque la vida, decías, no vale un desdén
ni cuánto de aquello que hay
entre otras cosas
rosas
nunca una frutilla, jamás un ananás
pero si fuera la manzana al menos
fruta menos frecuente.



EL GRIFO


Me fui
o quise irme y no supe hacerlo
caía el agua gota a gota
era un viento que luego sopló con furia
el que golpeó tu espalda
yo apenas si había atinado a golpear tu puerta
era tarde
el silencio silbaba una melodía inaudita
era maravilloso esperar el sol en la esquina
donde se demoraba junto a nosotros para decirnos
sus cosas por un rato
sabíamos que no tardaría en seguir
su camino al cementerio
nos daba su calor y eso era todo
como estas gotas que no dejan de caer
y a su modo nos dan también
su música inaudita.
Volveremos a la estación de la que partimos
a tomar ese tren que nunca debió detenerse
y algunos pájaros cantan sus cosas todavía
sus cosas son y no son las mismas que nos importan
mientras oímos caer una gota y otra
y otra más, mañana
el sol se detendrá en la misma esquina
para seguir luego camino al cementerio.
En este día
en esta esquina
todavía estamos esperando
¿seguimos juntos todavía?
Llamé a tu puerta y ya no estabas
más tarde alguien debió golpear la mía
siempre igual
¿cómo no vamos a saber de qué se trata?
¿cómo no vamos a terminar nunca de entender?
esta necedad decías
esta hipocresía digo
esta hipocondría y, recién entonces,
empezamos a entender de qué se trata.



LAS PARADOJAS


Hay cansancio en la voluntad de vivir
en la tozudez del animal en celo
hay cansancio también en la quietud
de las piedras nacidas muertas
y en el nervio
de aquellas capaces de rodar.
El cansancio descansa en la calma
aparente del vegetal en tránsito
a través del muro o del aire
hacia el centro del reposo
o la acción.
En la medida en que la vida lo es
todo en ella resulta cansancio.
La alegría de saber que la lentitud
ha vencido a la fatiga
o que la mecánica de un acto cansa
por sustracción.
Qué es el cansancio de la materia
su consunción
el agotamiento de los impulsos sostenidos
en la acción encadenada a la acción
en la quietud asimilada a la quietud.
La muerte a su vez cansa entendida
como posibilidad, negada
en su posibilidad.
El cansancio de la muerte es
cansancio inexorable de
lo inexorable.
Después de todo
esto también cansa tanto o más
que lo demás.


BONZO


Oído, óyeme, a través de esta ranura.
El silencio transcurre apretado entre nosotros
la fiebre ha ganado mi axila. He ascendido
por la ladera este. Los ecos del hambre se dejan oír
pero el fuego nos alimenta, nos convierte a su fe.
El sentido del pecado se disgrega en mi oído.
¿Cuánto podré saber de mí mientras siga ascendiendo?
Ascender y arder son destinos santos.
¿Me oyes? Es la voz de un testigo ocular
que testimonia bajo presión de un viejo anhelo.
¿Por qué seguir sujeto al acero de estos elásticos
ensalivados?
El mundo no es un ashram ni yo un vedantino.
La experiencia del ojo descree de la palabra.
Lo que te angustia naufraga en un vaso de agua
en el abismo de tu caída como sentido
de toda iniciación.
Mi oído discierne en el aturdimiento
a través de esta ranura, en el rumor del fuego
en las cenizas de la seda y el gusano.


LA MEMORIA DE LA ARAÑA


Lo que dejamos morir vive
en la memoria de la araña
que teje la trampa donde la mosca irá a caer
para redimirnos.
Hoy contemplo los restos de lo que fue tu vida
en mi vida
y con paciencia espero que mi beso libe tu ser
y lo diseque.
Luego el tiempo tenderá un hilo entre lo que fue
y lo que vendrá
aunque nada haya sido
ni viniere.

 

99 NUBES


Frente a esa pared he permanecido mirando
el interior de la cáscara
donde el embrión descansa en su posibilidad.
La postura inmóvil vibra en su quietud
mientras persiste la mirada en la posibilidad
que descansa en el interior de la cáscara.
He pensado el pensamiento real
velado por otros pensamientos
pero no he pensado frente a la pared
sino en texturas y porosidad.
Es grato sentir la huida de las piernas
en la certeza de que permanecen mirando
también, el interior de la cáscara.
99 nubes han pasado sobre mí
pero he reparado solo en una
(si me adormezco no habré de renunciar
a revertir el orden de los principios
mientras la pared persista en mirar
el interior de mi cáscara)
y mi disolución.



16 VERSOS


No escribo naturalmente hablando
nada que deba ser dicho de otro modo
ni en la expresión de lo expresado
expresamente pueda pronunciar
lo impronunciable.

Para hacerme oír de manera imperiosa
es preciso que coloque la voz
en el terciopelo auricular de la libélula.
 
Es notorio el denuedo que demanda
escribir por escribir.
Lo inútil apura su agobio a fuerza de porfía
es tanto su ley como su punición.

Naturalmente hablando no escribo versos
porque nada en ellos lo justifica:
ni lo útil, que es lo inútil sin terquedad
ni lo inútil, que es la terquedad sin fin.



De, 99 nubes y La terquedad sin fin (inéditos)


Luis Bacigalupo






Luis Bacigalupo nació en Buenos Aires, Argentina, en 1958. Cursó la Carrera de Letras en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es poeta, narrador y editor y coordina, desde 1986, Talleres de Escritura Creativa y Clínica de Obra. Dirigió entre 1987 y 1989 la revista de literatura La papirola, y el sello de poesía del mismo nombre. En poesía publicó Trogloditas (1987), Yo escribía un poemita (1988), El relumbrón de la claraboya (1989), Madagascar (1° ed. 1989, reeditado en 2021), Las purpurinas (1989), El océano (1992), Elíptica del espíritu (1995), Mixtión (2014). Y la novela Los excomulgados, precedido por la deuda (2000). En el curso de 2021 Paradiso ediciones publicará su libro de poemas La conferencia y el sello editorial Cienvolando, su novela La enfermedadTextos suyos han sido incluidos en diversas antologías como así también en publicaciones de su país y del exterior (España, Portugal, EE.UU., Venezuela, Perú, Chile, Uruguay). Desde el año 2014 dirige el sello editorial de poesía El jardín de las delicias, junto con Laura Dubrovsky.

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