No me resulta posible definir qué es la poesía, pero intento pensarla como ese enclave-territorio-experiencia que se y nos despunta, indómito, para desguazar y abarcar aquello que de otro modo resulta inaprehensible, innombrable, inhabitable. ¿Cómo sobrevivir en este mundo, hic et nunc, sin ese reparo, esa inquietud que (nos) atraviesa, (nos) interpela y (nos) convoca frente al asombro, al dolor o la alegría de nacer humanos?
Creo y practico el
trabajo de borrador sobre mi propia escritura y sobre las lecturas que me derivan
y se deslizan. Intento no abandonar el pensamiento constelar frente a la hoja
en blanco. Es cierto que, en mi caso, pesa más el pudor y la subestimación que
la propia potencia en el deseo de publicar lo que escribo. Quizás porque mi
paso por las aulas universitarias cooperó para ello, porque necesito despojarme
de los propios prejuicios que, como lectora, de alguna manera también atraviesan
mis intentos de escritura. No deja de resultar paradójico: alfabetizo y trabajo
como docente en las escuelas secundarias y jamás he intervenido para
inhabilitar o clausurar, sino para acompañar y acercar a las personas en sus
procesos de aprendizajes con, en y desde la poesía.
Creo que la experiencia de la escritura poética está hecha de lecturas, pero antes que algo, constituye un convite a la escritura misma, a volver el espacio -el propio y el colectivo- en territorio y anclaje. Escribo leyendo y leo escribiendo. Llenarse, vaciarse. Parece obvio, pero no lo es.
La
poesía aparece cuando se le antoja: durante un viaje en los trenes del
conurbano, frente a un vidriecito encastrado en la brea de la acera, cuando
siento que tengo algo para decir y también, cuando no. La poesía nunca pide
permiso: irrumpe, desarticula, incomoda. No es producto de la inspiración, pero
sí está sujeta al deseo, al asombro, al des-cubrimiento, a las preguntas. Y
sobre todo, al movimiento; escribimos para asirnos a la única certeza y
condición con y en la que todos somos: hay un día que será nuestra muerte. Escribimos
para no morir.
Retomaré,
para finalizar, las palabras de Maurice Blanchot: “La respuesta está en cada
uno de nosotros y sabemos que, cercanos a la muerte, tenemos aún que “velar en
silencio”, que acoger la secreta amistad por la cual se deja escuchar una voz
venida de otra parte. ¿Vana voz? Quizá”.
Poemas
Hoy limpié una
casa por noventa pesos la hora
desde adentro podía
ver los tilos del patio
la luz formando
círculos sobre los charcos de agua y barro que todos evitaban
las habitaciones los
pisos, los espejos quedaron impecables
ninguna telaraña
cuando me iba
la señora quiso
darme una propina
"Porque vos
sos estudiada" -dijo
y extendió la
mano.
Ignora la señora que
el polvo que cubre los muebles
las lámparas
los rincones donde
habita
están formados por
partículas de piel.
***
El Afuera:
Las calas crecen
junto a las canaletas allí donde las burbujas de agua enjabonada se mezclan con
el barro y los cascotes.
Nunca nacen lejos
unas de las otras y las raíces se arraigan, profundas,
entre los charcos
del descarte.
Cuando la flor de
Etiopía se estambra lejos de esa luz que destiñe
a los trapos y
quema
sus hojas
reverdecen aún más.
El Adentro:
Me nutro del agua
que arrastra las palabras
un silencio se desgaja
en el vientre del sueño
alguien arroja la
noche sobre mis ojos.
Una polilla
diminuta queda atrapada entre las uñas
de mis gatos. La
mariposita aletea
para huir. El
corazón de los insectos
resulta
inescrutable como esa partícula
de tempestad que
nos extingue.
***
Día:
Mediodía en el
conurbano. Tren hacia Longchamps. Antes de Burzaco
un movimiento seco
y brusco sacude al primer vagón.
No son las vías, sus
irregularidades.
No es el golpe del
acero contra otro metal.
Es el ruido sordo
de la muerte debajo de nuestros pies, separada apenas por unos centímetros.
El tren se detiene
mucho antes de la estación. En el entrevero de tierra,
durmientes y engranajes
alguien que no
conozco ha muerto.
Afuera la gente se
amontona y dispara desde los celulares.
Los pasajeros
putean por la demora.
El asco, la
indiferencia, la brutalidad.
El ruido de ahora
es diferente.
Anda en mí y
rechina adentro, en la boca del estómago, en la garganta.
La tristeza
encostrada hasta en las uñas.
Hasta que esta
noche hijo me abrace.
Noche:
Llueve ahora sobre
el conurbano sur. La casa y sus olores
se parecen a un
patio mojado. Pienso en las enredaderas, en las frutas
de los palos
borrachos reventándose sobre las calles de alguna ciudad olvidada. Pienso y
digo en voz alta:
"nunca retuve
un tulipán entre las manos", pero sé que sus bulbos
son como los de
una cebolla
que en un país
cuya lengua me resulta extraña
los ladrones de
esas mismas flores eran castigados con la quebradura de brazos y piernas
que los
alquimistas de la botánica intentaron, en vano, crear una flor del color del
ébano.
Ahora una polilla
revolotea y agita sus alas contra la lámpara
vuela hacia la
ventana
escapa. Nuevamente
la lluvia.
***
Desmadre
Recorro el camino
de tierra que bordea el pueblo
cerca del
frigorífico
más allá de las
vías el olor se vuelve insoportable
dicen que es la
grasa
la mierda de los
animales
el remedio para
espantar las moscas negras que zumban y hacen bicheras en el cuerpo
en los huecos
donde todo se alimenta
también dicen que
uno se acostumbra
que la mirada crea
un espacio neutro
imperturbable
dicen eso
sin embargo la
muerte deja una marca pegajosa
el incesante pulso
de la memoria
el derrame de la
sangre en las arterias
se ramifica y
colapsa
cuaja
las flores de los
palos borrachos se abren
dos chicos juegan
a la pelota con los frutos que caen
la cáscara se
quiebra con los golpes
desde adentro sale
algo parecido al algodón
un resplandor de
hermosura en las semillas
se desparrama y
crece
imperceptible.
Todavía falta para
llegar a casa
mi madre espera
siempre esperó
nunca aprendió a
tejer ni a cocinar lentejas
nunca se preguntó
por qué
le enseñaron a
esperar
esperó como pudo
por la enfermedad
habla poco
nos sentamos en el
patio junto a una planta de malvones
impaciente pide
algo
grita
quiere jugar.
Hoy:
Cuando era niña
mis compañeras de grado me decían varonera.
A madre la citaban
desde la escuela
“una niña no debe
comportarse como un varón".
Las ninias no debían
correr o lastimarse las rodillas
ni trepar a los
árboles
ni disfrazarse con
corbatas de tíos muertos.
Tampoco jugar a
las bolitas o saltar tapiales
Las ninias nunca
podían ganar a los niños en las postas de carreras.
Las ninias de mi
barrio eran prolijas.
Mi muñeca
preferida era una pata larga de trapo y lanas negras.
A los ocho me
cortaron el pelo como Rafaela Carrá. Ese mismo año
escribí en el
cuaderno de tercer grado
que quería ser un
gato azul.
La señorita Judith
me retó.
¿A quién se le
antoja
ser un gato azul?
Ayer:
tengo cinco años
la radio está
apagada y llueve poco
mi padre está
frente al espejo
lo observo en
silencio
apenas asomada
desde la puerta del pasillo
me gusta mirar
cuando inclina la cabeza hacia un lado
tensa la piel del
cuello con los dedos
la máquina de
afeitar emite un sonido monótono y agudo
él se mueve como
si no me viera
como si la luz del
lavadero refractara
la imagen de su
padre
mi padre se parece
al niño que jamás conoceré.
Daniela De Angelis - Daniela D. Pacilio
Mi apellido
paterno es De Angelis, pero me doy a conocer con el de mi familia materna,
Pacilio. Nací en 1970, un pueblo de la patria sojera, en la provincia de Santa
Fe. Estudié Letras en la Universidad Nacional de Rosario y en el I.S.P. Nro. 1,
donde me recibí de Prof. de Lengua, Literatura y Comunicación Social. Trabajo,
desde hace más de 20 años como profesora en los niveles secundario y terciario.
Desde el 2021 también me desempeño como correctora/editora para el Ministerio
de Educación de la provincia de Buenos Aires. Soy creadora de dos blogs personales:
Intersticios y Concédeme esos cielos. En 1999, maternicé a hijo, Estanislao, y en el
2018 ambos nos mudamos al conurbano sur -Temperley-, donde actualmente
habitamos. Desde mi juventud llevo adelante la tarea de alfabetizar en villas,
contextos de encierro y en las calles, formándome para ello con maestros y referentes
cubanos. Formo parte, como administradora, de la Biblioteca Virtual. Colaboro
con Bitácora Dodó -Uruguay, espacio multicultural creado por Martín Palacio
Gamboa y Sofía Luna-. He dirigido la Revista Tinta Libre y he publicado en antologías Las patas en la fuente (2020), Voces entramadas (2020) y distintas revistas
literarias y periódicos. Desde el 2018, coordino el Taller de Alfabetización y
el Taller de Lectura y Escritura para personas sin techo y acciono, siempre
desde los territorios, para la transformación colectiva.
Muy buenos poemas, poética del conurbano, elegía rasposa de la educación sentimental: la educación como disciplinamiento de género y la resistencia como afirmación del yo poético. La provincia y el mundo
ResponderBorrarDaniela querida: te admiro y te quiero. Tu poesía, como tu hacer en el mundo, sabe decir y llegar y comunicar la esperanza y la belleza que laten aún en el barro y la suciedad aparente de las cosas. Brindo por el libro que viene, seguro.
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