miércoles, mayo 26, 2021

LUIS BACIGALUPO



A la poesía se me ocurre pensarla como el fracaso de toda tentativa de definición, o bien esbozar una más o menos plausible al amparo metodológico de la teología negativa. Sin pretender por ello situar la poesía en la dimensión de lo absoluto, se podría intentar un acercamiento a una definición nunca definitiva de su razón y su condición, no a partir de lo que “es” sino, por el contrario, de todo aquello que “no es”. Pero ¿qué sería eso que no es poesía? Creo que hoy, más que nunca, cabe formular esta interrogación que responder a una articulación positiva sobre una presunta (o presuntuosa) ontología poética. Hay quienes dirán que todo es más simple de lo que parece, que “poesía eres tú”, en fin... Para empezar, la poesía es un asunto de la lengua que cobra su particular forma de expresión en la escritura. La poesía no estaría fuera del lenguaje, pero tampoco en rigor directa y exclusivamente vinculada a su “función poética”. Y mucho menos sería -qué duda cabe- un coruscante atardecer de cierta sugestiva paleta ni el estado emocional que tal “pintura viviente” fuera capaz suscitar en el observador mejor dispuesto.

La poesía es la posibilidad de una resistencia, y la primera es, insisto, a ser sometida a toda definición. Pero es también, la posibilidad de una magnificencia sin límites que sabrá entregar -a quienes deseen tener con ella un trato del orden, digamos, de lo amoroso, sin cálculo ni mezquindad-, desvelando aun una condición, una aptitud o una vocación hasta entonces tan secreta como ignorada. Luego, nuestros poemas hablarán mejor que nosotros acerca de qué es poesía. No conozco acto más franco para dar cuenta de este errático saber que intentar escucharla.

  

Normalmente no escribo lo que va surgiendo ni obedeciendo a un plan predeterminado. El poeta es la parte del hombre refractaria a los proyectos calculados, escribió René Char. Yo escribo, por mi parte, para sortear una incómoda tensión, improductiva hasta el momento en que consigo trasvasarla a la pantalla o al papel. Se trata de la tensión o nudo que existen entre un propósito y un acto, un deseo o pulsión de escritura y su formalización.

 

Nada, desde ya, se puede preestablecer, como tampoco definir a priori, antes de que la cosa cobre entidad. Ese acto, ya de por sí comporta una definición. Lo demás es glosa sin asidero o, en el más ingenuo de los casos, intenciones que se han quedado allí, en la irresolución, donde no podría prosperar siquiera un atisbo de verdad. Hay algo que anhela fluir, para lo cual quizás deba existir una disposición favorable a la circulación de tal caudal, instancia o materia fluyente. Por lo pronto una apertura, un estado de sutil apercibimiento y escucha de una voz entre silente y rumiante, entre gutural y musical, entre propia y ajena.

 

De valerme de un plan previo o simultáneo al poema, no respondería en principio a una conceptualización, a un diseño organizativo fuera del orden de los materiales, los procedimientos, ritmos, tonos, cadencias, imágenes, todo aquello que encarna la escritura como un cuerpo que ocupa un lugar en un espacio, que se recorta en y, a su vez, recorta ese espacio, que goza de autonomía e inmanencia, significación y predominio de determinadas funciones sobre otras. Lo demás viene por añadidura, o se me impone en una instancia ulterior.

 

De todas maneras, hubo un tiempo en que primó un plan elevado a la categoría de principio constructivo en la concepción de mis libros Yo escribía un poemita (La Escuela Baldía, 1988), El relumbrón de la claraboya (Último Reino, 1989), Madagascar (Último Reino, 1989) y El océano (La papirola, 1992). Y la escritura resultó entonces una apuesta responsable, aunque, por momentos, insumisa respecto al plan inicial, al que confluían, para su ejecución, una imagen o conceptualización a ser abordada en un poema único, extenso, narrativo, épico e inexorablemente paródico en un fruitivo trabajo sobre la lengua de preeminencia prosódica y musical. Pienso ahora en Yo escribía… y El relumbrón...

 

Escribo y corrijo, no hago mayores distingos entre una operación y otra. Siempre hay escritura. Lo incorregible de la misma es que a menudo se presenta vestida de imperfección. Nada más inadmisible para la neurosis de un escritor que esa suerte de mojadura de oreja a la que el texto nos somete. Nada más gozoso entonces que esta intervención que representa una tensión insostenible hasta lo insoportable, que solo se realiza en la renuncia o la suspensión.

Experimento la escritura en tanto corrección, desde la primera a la última de sus versiones. La corrección comporta una comprensión del texto, una intervención en la situación contextual de modo de establecer un tejido solidario en la producción de sentido propia del poema en cuestión. Escribir, corregir, reescribir. Acaso cada término, cada operación contemple las otras dos. O acaso la corrección preceda a la escritura, quizás sea aquella su condición de posibilidad.

  

No podría describir mi “procedimiento de escritura”, en caso de que contara con uno o creyera en la existencia de una modalidad operativa digna de dicha expresión. El término “procedimiento” tiene tintes de abordaje, instrumentación, actitud, conducta, y pareciera estar vinculado a un empleo y a un quehacer particulares, a un proceder, a un modo o manera de intervención sobre un objeto dado. Me atrevería a decir que uno es sus procedimientos, en tal caso sería lícito pensarlos como genuinos rasgos autobiográficos del texto. Después de un largo tiempo en el trabajo con la escritura de poemas, el procedimiento pasa a ser, al momento de dar forma a un texto, una incidencia imperceptible, disipada, olvidada pero vital como lo es a todo ser vivo la respiración. A cierta altura terminamos dando con un asidero, un mojón en el monte más cerrado, algo en que fiarnos: en mi caso la última palabra no está en mí, sino en mi oído. A veces entre mi oído y yo existen mínimas discrepancias, pero a la larga mi oído sabe decirme cómo escuchar. Y si cuento con la disposición y la capacidad necesarias de hacerlo (de escuchar a mi oído), y no se entromete entre él y yo ninguna perturbación conceptual o de la índole que fuera, por lo común siempre termino dándole la razón a él. Finalmente, cuando siento que el poema me lo agradece, abandono el proceso de corrección dejando en el camino un reguero de versiones o variaciones del mismo texto.

Con todo, si tuviese que optar entre ambos términos de este dualismo impropio a la poesía, no diría que la mía encarna bajo la forma de “imágenes” o, por el contrario, “como una música”, sino más bien al arbitrio de una “imagen acústica” que busca fluencia y en su devenir prolifera y discurre el sentido.



Poemas


EL SUEÑO DE LOS NIÑOS



No perturbes sus sueños
han sido asesinados en el corazón de sus fábulas.
El crimen se perpetró en las sombras
de un pasillo donde las formas
no terminaban de disolverse.

Salto en el tiempo como el niño
el umbral de su casa.

Fiebre
de inocencias domésticas en carnaval
en la vereda de baldosas rotas
al sol
sudor
bajo un cielo raso
opresivamente blanco
delirio de unas paredes monstruosas
padres
hay una fatiga y un fuego que encienden
esta insensatez
echada a volar tan lejos como la sombra
de un pájaro embalsamado
entre paredes vivas hundida en la almohada
en su disolución.

Fiebre
por qué volviste a tu lugar de origen
tan lejos del mío, sin decirme adiós te fuiste
tan lejos de mí
al pequeño país de oriente.

Por qué habrían de morir
sin haber aprendido a olvidar.
Comporta una muerte lenta del sufrimiento
demorarse en un escalofrío, en la ofuscación
de cada sobresalto
en la sanción de una estupidez.

Lo que colma oprime
hasta tanto el tiempo quiera o deje de querer
es como estar sujeto a la certeza
de no conseguir nada sino
a cambio de nada.

Alas de una mariposa muerta en tus labios
fiebre, has pasado la noche en vela
los niños muertos ya no sueñan con despertar
apenas corren se elevan en su carrera a ras del suelo
sin pensar en detenerse allí
donde temen llegar.
Se alejan y se pierden en la sed
en el vórtice del horror, de la vía láctea
en los albores negros de la fe.
Se apartan del primer amor tan lejos
como el bosque lo permita.

Resplandores en la piel amada suave como el agua
entregada al anhelo de arder hasta extinguirse
en el sueño de una reparación.
Por qué te fuiste entonces tras el haz de luz
que se lanzó un día en persecución
de aquella sombra.
Fiebre
abandona esta vigilia
la existencia de un fuego que nos quema
lejos, duerme
en las orillas de tus aguas
en tus temblores, fiebre
ya duerme sin mí.



EL CIELO DE LAS NIÑAS



Nieva.
Éramos niños.
Ser y parecer contra lo que se espera de uno
en la infancia
a pesar de ella y a pesar de uno.
Aquella nieve que vi caer sobre mi cabeza
del cielo azul de los candorosos
todo visto a través del ámbar
de las niñas
que acaricié ayer.
Labios
balbucientes cuando las palabras aún decían.
Aún nevaba
todavía esos labios dicentes
enmudecían.
A más tardar en un par de días
aunque las fuerzas no sean las suficientes
como para replegarnos con la rabia allí
con la rebeldía apretada en el pecho
y más
nieva sin cesar.



MIRÍADAS



Me miras
y ya no me miras
porque he dejado de mirarte.

El habernos mirado por un tiempo
nos ha procurado alguna felicidad
pero el dejarnos de pronto de mirar
nos ha perdido en la mirada de aquello
que no ha dejado de mirarnos.

Miro ahora incauto la mirada que proyectan
tus pensamientos
cada vez que me miras sin intención
de escuchar lo que tenga que decir.

Veo que estás aquí con tu saquito turquí
y aunque haya dejado de mirarte enfoco
el minucioso tiempo que teje el bies
de tus pensamientos.

Para que sepas puedo mirarte aun
en tu ausencia de realidad tanto
como en la retirada del mar
de tus visiones.

Es gracioso ver que me mires
con la punta de tu lengua
justo ahora que he dejado de mirar
lo que entonces me procurara
tanta felicidad.



SI FUERA LA MANZANA


cuanto de lo que hay
fruta entre otras cosas
nunca me fue dado
solo por placer aporreo el piano y
a desgano de vez en vez
horror
con frecuencia he sentido por mí

entre hambre y pudor ingiero
un caldo de gallina
menos nutre que el sosiego
menos por cierto que el ocio
y menos aún que el trabajo
a destajo
de cuando en cuando reposo

la fatiga altera mi descanso como
el pánico el sueño de una alevosía
una música desvaída en su cadencia
dulzona arroja de lado invariablemente
expectante, la flema desdeñosa
y sigilosa invade mi mesa, mi cama
la vastedad toda de mi casa
y me recuerda
tu piel salpicada de amor
por placer, sin pudor aporreo el piano
porque la vida, decías, no vale un desdén
ni cuánto de aquello que hay
entre otras cosas
rosas
nunca una frutilla, jamás un ananás
pero si fuera la manzana al menos
fruta menos frecuente.



EL GRIFO


Me fui
o quise irme y no supe hacerlo
caía el agua gota a gota
era un viento que luego sopló con furia
el que golpeó tu espalda
yo apenas si había atinado a golpear tu puerta
era tarde
el silencio silbaba una melodía inaudita
era maravilloso esperar el sol en la esquina
donde se demoraba junto a nosotros para decirnos
sus cosas por un rato
sabíamos que no tardaría en seguir
su camino al cementerio
nos daba su calor y eso era todo
como estas gotas que no dejan de caer
y a su modo nos dan también
su música inaudita.
Volveremos a la estación de la que partimos
a tomar ese tren que nunca debió detenerse
y algunos pájaros cantan sus cosas todavía
sus cosas son y no son las mismas que nos importan
mientras oímos caer una gota y otra
y otra más, mañana
el sol se detendrá en la misma esquina
para seguir luego camino al cementerio.
En este día
en esta esquina
todavía estamos esperando
¿seguimos juntos todavía?
Llamé a tu puerta y ya no estabas
más tarde alguien debió golpear la mía
siempre igual
¿cómo no vamos a saber de qué se trata?
¿cómo no vamos a terminar nunca de entender?
esta necedad decías
esta hipocresía digo
esta hipocondría y, recién entonces,
empezamos a entender de qué se trata.



LAS PARADOJAS


Hay cansancio en la voluntad de vivir
en la tozudez del animal en celo
hay cansancio también en la quietud
de las piedras nacidas muertas
y en el nervio
de aquellas capaces de rodar.
El cansancio descansa en la calma
aparente del vegetal en tránsito
a través del muro o del aire
hacia el centro del reposo
o la acción.
En la medida en que la vida lo es
todo en ella resulta cansancio.
La alegría de saber que la lentitud
ha vencido a la fatiga
o que la mecánica de un acto cansa
por sustracción.
Qué es el cansancio de la materia
su consunción
el agotamiento de los impulsos sostenidos
en la acción encadenada a la acción
en la quietud asimilada a la quietud.
La muerte a su vez cansa entendida
como posibilidad, negada
en su posibilidad.
El cansancio de la muerte es
cansancio inexorable de
lo inexorable.
Después de todo
esto también cansa tanto o más
que lo demás.


BONZO


Oído, óyeme, a través de esta ranura.
El silencio transcurre apretado entre nosotros
la fiebre ha ganado mi axila. He ascendido
por la ladera este. Los ecos del hambre se dejan oír
pero el fuego nos alimenta, nos convierte a su fe.
El sentido del pecado se disgrega en mi oído.
¿Cuánto podré saber de mí mientras siga ascendiendo?
Ascender y arder son destinos santos.
¿Me oyes? Es la voz de un testigo ocular
que testimonia bajo presión de un viejo anhelo.
¿Por qué seguir sujeto al acero de estos elásticos
ensalivados?
El mundo no es un ashram ni yo un vedantino.
La experiencia del ojo descree de la palabra.
Lo que te angustia naufraga en un vaso de agua
en el abismo de tu caída como sentido
de toda iniciación.
Mi oído discierne en el aturdimiento
a través de esta ranura, en el rumor del fuego
en las cenizas de la seda y el gusano.


LA MEMORIA DE LA ARAÑA


Lo que dejamos morir vive
en la memoria de la araña
que teje la trampa donde la mosca irá a caer
para redimirnos.
Hoy contemplo los restos de lo que fue tu vida
en mi vida
y con paciencia espero que mi beso libe tu ser
y lo diseque.
Luego el tiempo tenderá un hilo entre lo que fue
y lo que vendrá
aunque nada haya sido
ni viniere.

 

99 NUBES


Frente a esa pared he permanecido mirando
el interior de la cáscara
donde el embrión descansa en su posibilidad.
La postura inmóvil vibra en su quietud
mientras persiste la mirada en la posibilidad
que descansa en el interior de la cáscara.
He pensado el pensamiento real
velado por otros pensamientos
pero no he pensado frente a la pared
sino en texturas y porosidad.
Es grato sentir la huida de las piernas
en la certeza de que permanecen mirando
también, el interior de la cáscara.
99 nubes han pasado sobre mí
pero he reparado solo en una
(si me adormezco no habré de renunciar
a revertir el orden de los principios
mientras la pared persista en mirar
el interior de mi cáscara)
y mi disolución.



16 VERSOS


No escribo naturalmente hablando
nada que deba ser dicho de otro modo
ni en la expresión de lo expresado
expresamente pueda pronunciar
lo impronunciable.

Para hacerme oír de manera imperiosa
es preciso que coloque la voz
en el terciopelo auricular de la libélula.
 
Es notorio el denuedo que demanda
escribir por escribir.
Lo inútil apura su agobio a fuerza de porfía
es tanto su ley como su punición.

Naturalmente hablando no escribo versos
porque nada en ellos lo justifica:
ni lo útil, que es lo inútil sin terquedad
ni lo inútil, que es la terquedad sin fin.



De, 99 nubes y La terquedad sin fin (inéditos)


Luis Bacigalupo






Luis Bacigalupo nació en Buenos Aires, Argentina, en 1958. Cursó la Carrera de Letras en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es poeta, narrador y editor y coordina, desde 1986, Talleres de Escritura Creativa y Clínica de Obra. Dirigió entre 1987 y 1989 la revista de literatura La papirola, y el sello de poesía del mismo nombre. En poesía publicó Trogloditas (1987), Yo escribía un poemita (1988), El relumbrón de la claraboya (1989), Madagascar (1° ed. 1989, reeditado en 2021), Las purpurinas (1989), El océano (1992), Elíptica del espíritu (1995), Mixtión (2014). Y la novela Los excomulgados, precedido por la deuda (2000). En el curso de 2021 Paradiso ediciones publicará su libro de poemas La conferencia y el sello editorial Cienvolando, su novela La enfermedadTextos suyos han sido incluidos en diversas antologías como así también en publicaciones de su país y del exterior (España, Portugal, EE.UU., Venezuela, Perú, Chile, Uruguay). Desde el año 2014 dirige el sello editorial de poesía El jardín de las delicias, junto con Laura Dubrovsky.

domingo, mayo 23, 2021

LUCILA BODELÓN

 




La poesía es un presagio. Escribo aquello que quisiera ser y no me animo. Creo que existe una verdad bajo la superficie de las palabras. 
La poesía me guía y si me dejo guiar, escribo todos los días. Cuando estoy encerrada en mí misma dejo de escribir y esa es la señal que me avisa que he perdido la fe. Entonces vuelvo a escribir y entregarme a su ritual. Me amplío en su territorio y me siento libre.
A veces, imagino que vivo así, escribiendo y leyendo como en una danza por fuera del mundo. 
No tengo un plan a priori pero sí, en algún momento, hay un ordenamiento de todo lo escrito. Allí comienza a definirse un camino o varios. Puedo trabajar en paralelo. Es fácil, siempre hablo de lo mismo: el tiempo, el amor y la muerte, sus misterios.
Aprendí a dejar descansar los textos y ahora es algo muy importante para mí, me lo enseñó Romina Freschi. Para poder corregir debo haber pasado un tiempo fuera de ellos, de este modo mi mirada está desapegada y desafectada. Me sumerjo en ellos y observo a dónde me llevan, siempre hay una luz que los atraviesa, no podría vivir sin la magia de la luz envolviendo las cosas. A veces, tengo la sensación de que fueron escritos por otra persona, en algún lugar que no conozco, eso me impacta. 

Como fotógrafa que soy, la poesía es para mí una imagen tras otra; no siempre estas imágenes tienen forma definida, a veces son como nubes o como el humo, ideas que se materializan a través de la palabra escrita. 
Lo curioso es que mis fotos sí provienen de la música o de los sonidos. 
Me gusta mezclarlas o unirlas, foto poesía música. Un mundo ideal. 


***

Poemas

debo aprender 
de la lluvia 
más que de mis padres
y a mis maestros
olvidarlos 

la fuerza radica en el tiempo 
constancia irreverente 
que penetra y transforma 
sin notarlo 
el mundo entero

hoy, lluvia débil 
todo el día lluvia débil 
continua
incesante
inagotable

imparable
debo aprender 

                                                    otro día, tal vez

detrás de la cortina 
cosmo naranja que invade la casa
puedo volver 
cerrando los ojos 
caer en el pecado  
de lo que quiero ser

debajo de un árbol de pomelo se encuentra toda mi vida
todo lo que fui me aburre 
ir y venir diciendo qué hago y haciendo lo que digo 
una máquina 
de escribir
de incluir 
títulos 
en la lista de los 
curriculum

pero el sol entibia de una manera tan bella 
que es un abrazo 
y hay tantos verdes 
necesito
de una tarde entera 
para mirarlos 
a todos

nos tiran al mundo 
y nos apartan 
de lo que el mundo 
tiene 
con lo que el mundo viene

correr por ese puesto 
la medalla 
el oro 
el diploma 
y luego, parecer jóvenes 

otro deber 
al que 
nos someten 
amorosamente 
con pomitos traídos 
de la guerra
¿por cuánto tiempo 
debo vivir 
si no tengo tantos vestidos?

y yo que quisiera hacer nada por estos días, nada: 
comer chocolate y dormir 
cuando tenga ganas
y no tener que soportar 
toda esta culpa

y todo 

un mundo arriba mío
un poncho rojo
un globo terráqueo con luz 
y un león de peluche
conservo eso
¿para qué? 
ay! si ya no quiero esta historia 
cocoliche
entonces

me voy lejos
para tener algo nuevo 
mío
propio
sin el aliento de esa muerte
súbita
salada
solitaria
una muerte rodando 
por el camino, asfalto, frío, viento


De Temporada de Elipsis (Inédito)

Lucila Bodelón

Nací en Buenos Aires. Una hermosa ciudad donde estudié, trabajé y me vinculé con gente maravillosa. Armé un estudio dedicado a la fotografía que fue mi universo/ hogar durante casi 20 años. Adoro los libros y los grupos de estudio en los que se bebe despreocupadamente como si transitáramos por otros universos. Hubo un tiempo en que viví en el medio del monte y las sierras en donde escribí, saqué muchas fotos y organicé residencias para artistas. La naturaleza me cautivó, me dio miedo, me aburrió y me transformó. 
Hoy vuelvo a elegir el amor y la ciudad. Vivo en Madrid.

bodelon.info
@lucbodelon 


PABLO GÚNGOLO

 
 
¿Qué es la poesía?  Una pregunta inagotable, que encierra todo un universo y se vuelve imposible de responder. Pienso en la noción de pérdida que plantea el poema de José Watanabe, El guardián del hielo, donde el hielo es derretido bajo el sol, y queda la intensidad de lo efímero. Creo que esa imagen es una forma interesante de abordar la pregunta por la poesía. ¿Qué es lo que queda?  Una consecuencia de la experiencia, una energía, una fuerza y un misterio. Partiendo de esa idea, por un lado, puedo aproximarme a la poesía, entonces, desde su inmaterialidad; concebirla cambiante como la forma y el movimiento de las nubes, o fugaz como las gotas que escapan del spray con perfumina. La poesía es todo aquello que está destinado a evaporarse. Por otro lado, está lo que se puede aprehender de ese espíritu, la materialidad, que se traduce en el trabajo, y la manera de obtener un discurso poético. En el esfuerzo de dar cuenta es donde la forma y el fondo, la forma quizás más que el fondo conduce el entramado de palabras para llegar a un sentido, a una belleza, a una idea, a una verdad, ¿a un resultado? En todo caso, preguntarse qué es la poesía siempre es un punto de partida, una manera de ir abriendo nuevos interrogantes.      
Creo que los poemas huyen de los planes preestablecidos. El texto a medida que avanza crea su identidad, y es alguien o algo, que pide, en algunos casos incluso exige los siguientes versos. La idea, la imagen primogénita una vez que toca el papel necesariamente se pone en relación con otras ideas e imágenes, y quien escribe cede, un tanto, su voluntad a medida que el poema crece. En mi caso particular generalmente parto de un verso del cual voy tirando, y así el poema se va haciendo en la misma búsqueda. Me gusta investigar y rastrear el origen de alguna palabra o escena que estoy trabajando, y de esa manera llego a aprender por curiosidad cosas que en ocasiones son plasmadas, y que en muchas otras oportunidades forman parte de mi acervo de información improductiva.      
Corregir es parte indisoluble del acto de escribir. Al poema lo pienso como una planta salvaje, donde en la primera versión o borrador intento agotar el tema (aunque es imposible), entonces en esa parte del proceso dejo que las hojas se extiendan lo más posible y avancen lo más lejos que puedan llegar. No importa tanto el orden, sino el envión, el espíritu que rodea a la idea. Luego comienza la poda, el laborioso recorte de las hojas y la paciencia de eliminar las flores marchitas y las ramas que sobran. En otras palabras, intento que el impulso libere sus ganas y fluya. Me dejo llevar por el cauce, podría decirse que prevalece la intuición, el ritmo, y los sonidos de los versos. Después viene el reposo, y varias jornadas donde lo importante es reacomodar, recombinar, quitar, y volver a pensar y repensar hasta sentir que hay algo que cerró. No obstante, cada poema crea su necesidad y no hay una resolución única.
Generalmente el poema aparece como una imagen previa, la cual despierta un interés y a partir de ahí comienzo a prestar atención, a pensar. Puede ser un gesto o una frase escuchada al pasar en la calle, o la imagen muda de una película, los acordes de una canción o los versos de un libro. La imagen puede surgir en cualquier lugar y momento; la forma que alguien acaricia un gato, como una señora pide frutas, la cara de mi hijo ante alguna situación, o ver cómo una ballena cuida a su cría en un documental. Es decir, algo se despierta y conecta una idea que comienza a producir un efecto. Me interesan los vínculos, las relaciones. Necesito que lo que suceda me afecte. Me gusta pensar en cómo lo cotidiano es una fuente inagotable para la poesía, en el misterio que está al alcance, y que depende de la atención, o más bien de la predisposición que se tenga para dejarse influir. Cuando consigo esa frase, la anoto donde puedo. Siento miedo de olvidar, y me da seguridad escribir la idea tal cual la pensé o escuché. Ese germen a veces comienza a ser un poema.
 
 
Poemas
 
 
performance
 
al quitar el turbante de toalla
los cabellos arremolinados
liberan la fragancia extrema
con ondas de almendras
y miel avanza ágil, en zigzag
construye una mirada
felina sonríe hacia mí 
canta from this moment
mientras los agudos se estiran   
hace un paso de danza
y deja caer la coreografía
sobre mis brazos, from 
this moment enreda
las piernas y antes
de perder el equilibrio
irnos al piso golpearnos
con el sillón y reír
al oído con la lengua
en francés inventa
un neologismo: flores
por sorpresa o la ilusión 
de escuchar el mar
dentro de un caracol. 
 
 
 
nieve
 
sí. era invierno sí, nevaba y la costa
no, no era acá, lejos un lugar
que no conozco. sí, estabas.
no, el de pompón azul y rojo
hundido hasta las cejas
y unos aros dorados  
los copos de nieve sí
los copos eran, la nieve
el sentido: no era nada el mar
nada el cielo sin el aire
y su movimiento que agrandaba
la soledad de ver descender
cristales de hielo reunidos
en impasible manto  
daba ganas de llorar
llorábamos, sí como
hacemos de verdad  
en tus hombros mi campera
verde militar y la cara helada
y los guantes rosas
cantabas preta preta pretinha

me venías a buscar y llamabas
por un nombre que no tengo
pero ahí reconocía. cantabas
y movías las caderas
con ritmo tropical ante
un detrás todo inmaculado
preta pretinha. a tu abrazo
con raquetas en los pies
sin sonido. no sé
como película muda
que por accidente los labios
no tienen idioma yo
caminaba en la imagen
de la nieve y el absoluto
silencio armó una nota
de piano: queríamos
hacer un muñeco
y como tesoro apenas
brillaba el naranja
color de la zanahoria 
debajo del hielo apelmazado
un milagro austero.
 
 
 
desvelo
 
luego de varios intentos toma el teléfono
un animal moribundo que alcanzó a escapar
lleva el auricular y aclara la voz balbucea
el diminutivo; un nombre y el silencio
ante las cuerdas tensas a punto
de quebrarse pequeñas ramas pisadas
en la oscuridad perdida. hola la noche
está tranquila fue un día laboral cualquiera
los nísperos aguardan entregar sus frutos
todos duermen, cómo estás, el reflejo
por la ventana un cuerpo desgarbado
en un cuarto casi vacío
parece que se aproxima una tormenta
un hombre levanta la solapa del gabán
besa una estampita y camina iluminado
por las vidrieras del centro. quería escucharte
acá estamos, los perros ladran del otro lado
la radio suena en un puesto de flores
soñamos hijos, una lluvia finita y rápida
sobre la ropa en los balcones y los perros ladran
y hay ruido de cañerías y no hay nada más.
otra vez tímidos cantan algo que les pertenece  
vuelve el corazón a pasar por el refugio 
de cuando abrazados o de la mano
o en la cocina mientras el agua hervía
coreaban al oído o a la boca y el tiempo
como un mechón de pelo se descorre
y va detrás de la oreja. sonríen
papeles de diario hojas secas arremolinadas
golpean un container de basura
boca arriba sobre la cama sin hacer
lleva la mano a los labios roza la voz extraña
lejana y tan otra ahora la de los amaneceres
que hablaba en sueños animalito indefenso
corazón mío y mataría sin saber matar y besaba.
la canción se deshilacha y tararean
los restos del mar en invierno
también esto pasará. es tarde
la lluvia paró no hay viento los perros
acostados dan calor a su cuerpo
de las copas de los árboles caen algunas gotas
en bombacha y corpiño sentada en el bidet 
mira la cara en el espejo por la penumbra
que permite la luz del living. pinta sus labios
los perros sueñan y corren entre becerros
cerca un carnicero limpia sus manos
en el delantal mientras mira cómo quedó la noche.
 
 
 
Cesárea
 
vestido de mujer mi padre
pelea en la navidad de 1991
con mi abuelo, hijo estás borracho
travesti. mi papá se para
besa la palma de su mano y sopla
cae al piso todos ríen.
llora con las manos en la cara
y mamá se agacha junto a él
mira a todos y mira a papá
como una leona
lame sus heridas.
 
 
 
puesta de sol 
 
hay en la ramita un impulso de la forma
una manera de tocar el mundo
la ramita es de tamarisco
madera de estas costas
así se piensa al prestar atención
de su paisaje sin fisuras
y es un instante de todos
los instantes adquiridos en la mano
la ramita posible escritura
en la arena húmeda de la playa
hay quienes hacen nombres
y corazones y quienes
garabatean corazones
y nombres o elevan pensamientos
profundos con la piel bronceada
hablan en voz baja
la espuma desaparece
como magia de los tobillos   
 
un perro viejo con las crenchas
duras debajo de la panza corre
y admiro su manera de habitar
enamorado de la intemperie
no necesita traer la ramita
que lancé sin decir nada  
viene se acuesta y regala
en su lomo lanudo regresan
todos los perros
y las manos pequeñas 
parece dormido, lo acaricio         
como a mí me gustaría.  
 
  
 
De los lazos, Salta el pez 2019.
 
 
Pablo Gúngolo, Bahía Blanca, 1980. En poesía público Polaroid, (La Parte Maldita, 2011); Los restos (Ediciones en Danza, 2017); las plaquetas La colección crudaLos lazos (Salta el Pez, 2019),. Varios de sus poemas se encuentran en diversas antologías y blogs.  Participó entre los años 2012-2019 del equipo editorial de Segunda - Cuadernos de danza http://cuadernosdedanza.com.ar/.  Editaron Segunda en retrospectiva, (2012-2018) reflexiones, relecturas, y reseñas de obras de danza contemporánea(Ed. Segunda en papel2019).