domingo, mayo 23, 2021

PABLO GÚNGOLO

 
 
¿Qué es la poesía?  Una pregunta inagotable, que encierra todo un universo y se vuelve imposible de responder. Pienso en la noción de pérdida que plantea el poema de José Watanabe, El guardián del hielo, donde el hielo es derretido bajo el sol, y queda la intensidad de lo efímero. Creo que esa imagen es una forma interesante de abordar la pregunta por la poesía. ¿Qué es lo que queda?  Una consecuencia de la experiencia, una energía, una fuerza y un misterio. Partiendo de esa idea, por un lado, puedo aproximarme a la poesía, entonces, desde su inmaterialidad; concebirla cambiante como la forma y el movimiento de las nubes, o fugaz como las gotas que escapan del spray con perfumina. La poesía es todo aquello que está destinado a evaporarse. Por otro lado, está lo que se puede aprehender de ese espíritu, la materialidad, que se traduce en el trabajo, y la manera de obtener un discurso poético. En el esfuerzo de dar cuenta es donde la forma y el fondo, la forma quizás más que el fondo conduce el entramado de palabras para llegar a un sentido, a una belleza, a una idea, a una verdad, ¿a un resultado? En todo caso, preguntarse qué es la poesía siempre es un punto de partida, una manera de ir abriendo nuevos interrogantes.      
Creo que los poemas huyen de los planes preestablecidos. El texto a medida que avanza crea su identidad, y es alguien o algo, que pide, en algunos casos incluso exige los siguientes versos. La idea, la imagen primogénita una vez que toca el papel necesariamente se pone en relación con otras ideas e imágenes, y quien escribe cede, un tanto, su voluntad a medida que el poema crece. En mi caso particular generalmente parto de un verso del cual voy tirando, y así el poema se va haciendo en la misma búsqueda. Me gusta investigar y rastrear el origen de alguna palabra o escena que estoy trabajando, y de esa manera llego a aprender por curiosidad cosas que en ocasiones son plasmadas, y que en muchas otras oportunidades forman parte de mi acervo de información improductiva.      
Corregir es parte indisoluble del acto de escribir. Al poema lo pienso como una planta salvaje, donde en la primera versión o borrador intento agotar el tema (aunque es imposible), entonces en esa parte del proceso dejo que las hojas se extiendan lo más posible y avancen lo más lejos que puedan llegar. No importa tanto el orden, sino el envión, el espíritu que rodea a la idea. Luego comienza la poda, el laborioso recorte de las hojas y la paciencia de eliminar las flores marchitas y las ramas que sobran. En otras palabras, intento que el impulso libere sus ganas y fluya. Me dejo llevar por el cauce, podría decirse que prevalece la intuición, el ritmo, y los sonidos de los versos. Después viene el reposo, y varias jornadas donde lo importante es reacomodar, recombinar, quitar, y volver a pensar y repensar hasta sentir que hay algo que cerró. No obstante, cada poema crea su necesidad y no hay una resolución única.
Generalmente el poema aparece como una imagen previa, la cual despierta un interés y a partir de ahí comienzo a prestar atención, a pensar. Puede ser un gesto o una frase escuchada al pasar en la calle, o la imagen muda de una película, los acordes de una canción o los versos de un libro. La imagen puede surgir en cualquier lugar y momento; la forma que alguien acaricia un gato, como una señora pide frutas, la cara de mi hijo ante alguna situación, o ver cómo una ballena cuida a su cría en un documental. Es decir, algo se despierta y conecta una idea que comienza a producir un efecto. Me interesan los vínculos, las relaciones. Necesito que lo que suceda me afecte. Me gusta pensar en cómo lo cotidiano es una fuente inagotable para la poesía, en el misterio que está al alcance, y que depende de la atención, o más bien de la predisposición que se tenga para dejarse influir. Cuando consigo esa frase, la anoto donde puedo. Siento miedo de olvidar, y me da seguridad escribir la idea tal cual la pensé o escuché. Ese germen a veces comienza a ser un poema.
 
 
Poemas
 
 
performance
 
al quitar el turbante de toalla
los cabellos arremolinados
liberan la fragancia extrema
con ondas de almendras
y miel avanza ágil, en zigzag
construye una mirada
felina sonríe hacia mí 
canta from this moment
mientras los agudos se estiran   
hace un paso de danza
y deja caer la coreografía
sobre mis brazos, from 
this moment enreda
las piernas y antes
de perder el equilibrio
irnos al piso golpearnos
con el sillón y reír
al oído con la lengua
en francés inventa
un neologismo: flores
por sorpresa o la ilusión 
de escuchar el mar
dentro de un caracol. 
 
 
 
nieve
 
sí. era invierno sí, nevaba y la costa
no, no era acá, lejos un lugar
que no conozco. sí, estabas.
no, el de pompón azul y rojo
hundido hasta las cejas
y unos aros dorados  
los copos de nieve sí
los copos eran, la nieve
el sentido: no era nada el mar
nada el cielo sin el aire
y su movimiento que agrandaba
la soledad de ver descender
cristales de hielo reunidos
en impasible manto  
daba ganas de llorar
llorábamos, sí como
hacemos de verdad  
en tus hombros mi campera
verde militar y la cara helada
y los guantes rosas
cantabas preta preta pretinha

me venías a buscar y llamabas
por un nombre que no tengo
pero ahí reconocía. cantabas
y movías las caderas
con ritmo tropical ante
un detrás todo inmaculado
preta pretinha. a tu abrazo
con raquetas en los pies
sin sonido. no sé
como película muda
que por accidente los labios
no tienen idioma yo
caminaba en la imagen
de la nieve y el absoluto
silencio armó una nota
de piano: queríamos
hacer un muñeco
y como tesoro apenas
brillaba el naranja
color de la zanahoria 
debajo del hielo apelmazado
un milagro austero.
 
 
 
desvelo
 
luego de varios intentos toma el teléfono
un animal moribundo que alcanzó a escapar
lleva el auricular y aclara la voz balbucea
el diminutivo; un nombre y el silencio
ante las cuerdas tensas a punto
de quebrarse pequeñas ramas pisadas
en la oscuridad perdida. hola la noche
está tranquila fue un día laboral cualquiera
los nísperos aguardan entregar sus frutos
todos duermen, cómo estás, el reflejo
por la ventana un cuerpo desgarbado
en un cuarto casi vacío
parece que se aproxima una tormenta
un hombre levanta la solapa del gabán
besa una estampita y camina iluminado
por las vidrieras del centro. quería escucharte
acá estamos, los perros ladran del otro lado
la radio suena en un puesto de flores
soñamos hijos, una lluvia finita y rápida
sobre la ropa en los balcones y los perros ladran
y hay ruido de cañerías y no hay nada más.
otra vez tímidos cantan algo que les pertenece  
vuelve el corazón a pasar por el refugio 
de cuando abrazados o de la mano
o en la cocina mientras el agua hervía
coreaban al oído o a la boca y el tiempo
como un mechón de pelo se descorre
y va detrás de la oreja. sonríen
papeles de diario hojas secas arremolinadas
golpean un container de basura
boca arriba sobre la cama sin hacer
lleva la mano a los labios roza la voz extraña
lejana y tan otra ahora la de los amaneceres
que hablaba en sueños animalito indefenso
corazón mío y mataría sin saber matar y besaba.
la canción se deshilacha y tararean
los restos del mar en invierno
también esto pasará. es tarde
la lluvia paró no hay viento los perros
acostados dan calor a su cuerpo
de las copas de los árboles caen algunas gotas
en bombacha y corpiño sentada en el bidet 
mira la cara en el espejo por la penumbra
que permite la luz del living. pinta sus labios
los perros sueñan y corren entre becerros
cerca un carnicero limpia sus manos
en el delantal mientras mira cómo quedó la noche.
 
 
 
Cesárea
 
vestido de mujer mi padre
pelea en la navidad de 1991
con mi abuelo, hijo estás borracho
travesti. mi papá se para
besa la palma de su mano y sopla
cae al piso todos ríen.
llora con las manos en la cara
y mamá se agacha junto a él
mira a todos y mira a papá
como una leona
lame sus heridas.
 
 
 
puesta de sol 
 
hay en la ramita un impulso de la forma
una manera de tocar el mundo
la ramita es de tamarisco
madera de estas costas
así se piensa al prestar atención
de su paisaje sin fisuras
y es un instante de todos
los instantes adquiridos en la mano
la ramita posible escritura
en la arena húmeda de la playa
hay quienes hacen nombres
y corazones y quienes
garabatean corazones
y nombres o elevan pensamientos
profundos con la piel bronceada
hablan en voz baja
la espuma desaparece
como magia de los tobillos   
 
un perro viejo con las crenchas
duras debajo de la panza corre
y admiro su manera de habitar
enamorado de la intemperie
no necesita traer la ramita
que lancé sin decir nada  
viene se acuesta y regala
en su lomo lanudo regresan
todos los perros
y las manos pequeñas 
parece dormido, lo acaricio         
como a mí me gustaría.  
 
  
 
De los lazos, Salta el pez 2019.
 
 
Pablo Gúngolo, Bahía Blanca, 1980. En poesía público Polaroid, (La Parte Maldita, 2011); Los restos (Ediciones en Danza, 2017); las plaquetas La colección crudaLos lazos (Salta el Pez, 2019),. Varios de sus poemas se encuentran en diversas antologías y blogs.  Participó entre los años 2012-2019 del equipo editorial de Segunda - Cuadernos de danza http://cuadernosdedanza.com.ar/.  Editaron Segunda en retrospectiva, (2012-2018) reflexiones, relecturas, y reseñas de obras de danza contemporánea(Ed. Segunda en papel2019).
 


3 comentarios:

Claudia Bakún dijo...

me conmovió mucho "Cesárea"!!! También Performance y Nieve. Muy bella tu poesía! Gracias. C. Bakún

Claudia Bakún dijo...

me conmovió mucho "Cesárea"!!! También Performance y Nieve. Muy bella tu poesía! Gracias. C. Bakún

Claudia Bakún dijo...

me conmovió mucho "Cesárea"!!! También Performance y Nieve. Muy bella tu poesía! Gracias! C. Bakún