La poesía es mi vehículo para transitar el mundo que habito, es mi manera de entenderme a mi mismo. Mi manera de razonar en la que la razón no lo es todo.
Por lo general el poema me asalta, me secuestra, puede andar por mi cabeza un tiempo pero cuando se manifiesta no puedo no escribirlo. No tengo “un” método, me dejo guiar por la intuición. Y no paro hasta terminar. Ahí es cuando empieza la parte más metódica: por lo normal lo dejo y lo retomo al tiempo y ese tiempo no es el mismo siempre: a veces son semanas o meses y a veces tan sólo horas. Por lo general no soy de corregir mucho, la mayoría de las veces lo primero que escribí siempre queda. Por lo general, al corregir me da la sensación de una especie de autopsia , y me gusta que el poema ande vivito y coleando. Aún así, he descartado poemas completos. La parte que más me cuesta es el título, por esa idea de globalidad que tienen, los elijo casi siempre de una sola palabra. Siempre está el cigarrillo presente en el momento de escribir, a veces el mate. El lugar es cualquier lado donde pueda abstraerme de lo que me rodea lo suficiente para tenerlo presente pero sin invadirme, aunque no me evado del mundo. Trato de hallar palabras que causen sensaciones en el cuerpo y en la mente. La relación con la palabra en mi es sensorial, la poesía que emana de ellas me viene en forma de imágenes, que tomo en forma simbólica.
Urbana
La calle es una prosa dura
sin ningún esmero estético
siga derecho y se llega a la felicidad
con una bolsa de supermercado;
pierda cuidado,
la policía custodia el patio recién barrido
y las caderas de los automóviles,
si el huésped no pierde la calma
en los semáforos.
La libertad es una ama de casa
con derecho a la palabra
y al resentimiento del sábado a la noche.
La clase dirigente digiere gente
con el entusiasmo de un empleado municipal,
con el amor de las fauces de las urnas.
La mañana toca bocina en los corazones
mientras la tarde prueba su traje de muerte,
ajustando el dobladillo de las costureras
para hacer las paces a la luz de las velas.
Los hombres tropiezan
con sus callos y sus sombras
limpiándose la esperanza de la cara
para ensuciarse religiosamente
al día siguiente,
en la eucaristía de las esquinas.
De, Contrapunto pat-AGÓNico
Canción de cuna para despertar
Alguien te dará de palabras
algo moverá tu lengua de lugar.
¿Harás de lo normal una excepción?
¿Será la belleza tan terrible?
La voz será un perfume que guía
al ciego entre baldosas rotas.
Canciones de cuna para despertar,
la grafía descalza quema al pisar,
al hablar sin amuletos.
Siempre se dice para otro
aún cuando ese otro
sea uno mismo.
De, La quinta pata
Primera sesión
Unos ojos azules son mi primer recuerdo. Los primeros ojos que vi. Unos ojos mirándome con aquello que sólo el amor puede explicar. Unos ojos que decían mucho más que lo que escuchaba de la boca, que hacia rostro con los míos, que se entornaban con cada pregunta que les hacían. Unos ojos que iban desde el sachet de leche hasta la taza y de allí al recipiente del azúcar, buscando el origen del universo al revolver la chocolatada. Unos ojos que se miraban en mis ojos, que no supe de qué color eran hasta mucho después. Unos ojos que yo buscaba para mostrarle lo que iba descubriendo cada día. Unos ojos que no habían visto más mundo que aquel que su amor podía abarcar. Unos ojos como los de un día despejado. Unos ojos que nunca habían mirado más allá del horizonte de esa cocina, ese comedor y esas tazas. Unos ojos que se reían con los míos ante mi más mínima ocurrencia.
Unos ojos que descuidaron por un momento la taza, que rodó por la mesada y después se fueron junto a ella, hasta que se rompió contra el piso. Unos ojos que también destrozaron su mirada contra el piso. Unos ojos que temblaban con cada latido de presión sanguínea, unos ojos que hablaban el horror que la boca abierta enmudecida no podía. Unos ojos que de pronto se volvían grises como la tormenta que llegaba, y veían los que mis oídos tapados no alcanzaban a oír desde abajo de la mesa. Unos ojos brillando de sal agria, de lágrimas rodando hasta el rojo del labio roto. Unos ojos de rodillas en el piso juntando los pedazos de la taza esparcidos sobre las baldosas, que una mano intentaba reunir mientras la otra se cubría las partes del rostro sin golpear aún. Todo eso es lo que primero recuerdo. Eso y el sabor de la leche con restos de porcelana, lamida del piso del comedor a la tardecita.
Día
Rodeado por el aire de la mañana
donde se cocina un apocalipsis
en diarios, noticieros y animaciones de internet
el desayuno es un meme cruel, viral y sin gracia.
Aún queda transcurrir todo el día:
el amor renacerá con cada guerra,
y después la paz de la cama,
el centro estático, las orillas revueltas,
las sábanas mudas y sordas.
Como si hubiera más de un modo
de cobijarse con la mentira.
De, Personas, lugares y otros mundos de barro y piedra
Balido
Siempre que me pierdo
trato de volver al punto de partida.
Por supuesto que no es Dios
ni el "Qué hacer?" de Lenin,
mucho menos la perorata de
Claudio María de los milagros.
Un ternero se echa al suelo
cuando extravía la ubre madre,
da balidos hasta que el mugido
de la vaca lo encuentra.
Yo lanzo un grito al mundo
en un puñado de palabras.
A veces
la poesía me responde.
Inédito
Carlos Nuss
Carlos Nuss (1979, Concordia, Entre Ríos) reside en Comodoro Rivadavia, Chubut. Estudió Profesorado de Historia. Ha publicado los libros de poesía Contrapunto pat-AGÓNico; Vela al viento, 2016, en coautoría con Ezequiel Murphy; La quinta pata, Espacio Hudson, 2017; y la plaqueta Personas, lugares y otros mundos de piedra y barro y piedra; La cebolla de vidrio, 2019. También escribió la nouvelle “Tons”, Cooperativa de comunicación y cultura “El Miércoles”, 2018). Es redactor en la página literaria del podcast La Ninfa Eco.
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