sábado, marzo 31, 2007

PAULINA VINDERMAN





Suelo escribir con una pilot negra, en cualquier papel, sobre todo en bares y en manuscrito. Traducciones, reseñas, artículos, puedo hacerlo directamente en la computadora. El poema, no. Necesito el contacto de la pluma sobre el papel, un contacto sensual e íntimo. 
El poema me va llevando de la nariz; en realidad es el lenguaje el que me lleva y a él me someto. Si hay plan, éste surge sobre la marcha.
La corrección es sobre todo espacial y poda de reiteraciones (no de obsesiones, que respeto). Ahora, es casi siempre, una corrección a medida que escribo.







Poemas


Pisadas sobre el vidrio


2)

He llegado a un hotel tan ruinoso como mi alma antes del viaje.
Suelen llamar café, al brebaje que preparan por la mañana
y no existen cerraduras en las puertas.
La felicidad debe parecerse bastante
a este estado de exposición a los detalles
y a una oscura revancha sobre "los elementos del desastre".
El tarareo del mar llega hasta mi hamaca
y el salitre hasta la máscara
de mi pobre memoria.
La soledad tiene patas de ángel en este lugar;
no escribirá nada, no puede escribir nada,
pero acribillará a preguntas mi pasión por lo astroso.
Desde acá, las ciudades
son arcaicas esculturas de asfalto y de vidrio
iluminadas por las matemáticas,
como lo son los durazneros por la estructura musical
del viento al anochecer.


3)

Hoy vino la muerte. Es bella y callada
pero los gatos se asustaron.
Se llevó a Concepción, la tejedora
de la casa amarilla junto al mercado.
Se la ve pequeñita y oscura —como una lenteja—
dentro del bote,
el bote que empujarán a la corriente, al río del río.
Antes la cubrimos de muñecos de trapo,
coloridos, imperfectos y torpes, como la vida.
El sol brilla como el de los tapices
y los perros tienen los ojos cenicientos y solemnes
como los míos.
Ojos de ceremonia y de señuelo.
Hoy vino la muerte. Desandamos juntas
el sendero hasta el cruce.
Es turbia y neutral, como el río,
como mi tazón de aluminio, como mi corazón
que es todo río.


4)

Si el mundo me invita a un café esta mañana,
podré sobrevivir.
Después de todo, nadie más que el viento
me trajo hasta aquí. El viento y la locura
de hablarle en voz alta, sin pedirles permiso
a los dioses de arena.
"No amé a quienes amé lo suficiente".
(tan sólo con reconocerlo podría regresar.)
El exilio es una perla barroca
pero el destierro un túmulo orgulloso de sus frases
inconclusas.
Las hojas del banano le dan una desganada frescura
a mi rincón (a mi mirada).
Veo a la vida como algo desenfocado y hermoso.
Un bosque que susurra,
sólo hay que esforzarse por escuchar.


7) 


Oro sucio

Vi subir un sombrero por el río y lo seguí.
Parecía oro sucio a la distancia, como las pepitas
que rodaban por las calles rojas de viento
en Porto Velho.
En el sombrero iba un sueño
y el sueño remaba en el letargo con una pala
invisible.
Los sueños no se siguen si no es hasta el final, me dije,
los ríos no se siguen si no es hasta el final.
Y el viento se encerró en un cesto para que nada
salvo yo misma, pudiera moverse en la amarilla opacidad.
Mujeres de ojos tersos y orejas separadas
vigilaban las orillas bajo los plátanos.
Los hombres remaban lejos, sudaban en las minas,
atesoraban con la boca abierta
la blancura de mi raza y de mi desesperación.
La vida colgaba cerca -nunca tan cerca-
la vida era un globo de color naranja
que hacía pasar el día como un guardabarreras.

Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su dibujo, su luna hueca, su sonido?

Un chico de ojos verdes como melones
pendía de su madre india y la empujaba hacia el centro
de la tierra: cada vez más pequeña la mujer aceituna
con la historia cortada y una docilidad (de evangelio)
estremecida.
Vi subir un sueño por el río y lo seguí.
Tomaba forma de sombrero a la distancia,
tomaba el color del caoba su tenacidad.
En la hamaca alguien canta sobre cubierta,
recuerdo a la balsa rota, los cinco buitres y el reloj
atrasado en la espesura.
Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su lengua, su luna vieja,
el verdadero desierto de su aliento?


8)

La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.


9)

Ese hombre habla en miedo
y el miedo es un idioma duro de entender.
Se disfraza de hostilidad, envenena el silencio,
lo hace girar extraviado, sin jardín alguno
donde el relato pueda confiarse, volver a ser
una canción de náufragos al calor del alcohol.
Me destina una habitación que semeja un armario
(ni siquiera hay una biblia en la mesa de luz)
¿Será mejor pensar el mundo desde esta celda?
Un cartel imaginario dice:
La búsqueda del tesoro empieza aquí.
La poesía lleva tatuado el jeroglífico:
el arte de ver el vuelo de los gansos salvajes
(desde mi ventanita)
como si me perteneciera.


10)

La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado,
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.


14) Poste Restante

Salgo del correo con la voz ronca, la piel pálida
en un día que palidece.
—No tiene carta— ha dicho recién una boca amable
bajo unos anteojos de marco grande.
(¿y cómo podría ser de otro modo,
si ni siquiera recuerdo cuándo partí?)
He perdido mis lágrimas, mi tren, he perdido
mi oportunidad.
Estoy en un andén sucio junto a un hombre
que apoya el sombrero de fieltro sobre la valija.
Hay un poder voluptuoso atrapado en la visión
del último vagón, en el triunfo de lo callado.
El hombre se mueve en blanco y negro.
Se hunde en su estrecha vida como yo en la mía.
¿A cuál habitación regresará?
¿Habrá alcanzado a ver el girasol entre las vías?
Salgo del correo a una noche que parece
abrirse para siempre como ese girasol salvaje,
solitario, huérfano de historia, que parte el cielo en dos.


22)

¿Hay otro amor,
que no sea éste que se transforma en odio?
(un odio diáfano que sólo guarda la
oscuridad de la infancia)
Las luciérnagas iluminan con intermitencia
un mundo del cual ya no formo parte.
¿Hay otra patria que no sea esta noche?
¿Hay otra verdad?
El aire es tan puro que alucina
y la soledad, que fue siempre una tierra prometida,
es menos magnánima que la negrura del follaje
inventado, recortado y pegado sobre papel
para un suelo de lunas.


Hospital de veteranos

1)

La ventana del hospital
da a un baldío espeso de pasto y de botellas rotas
(como cicatrices de batallas).
Un sauce milagroso crece en la esquina que
da al cuartel.
Hospital de otro siglo, el dolor que me ata
a la silla despintada también es de otro siglo.
Las enfermeras corren con los orinales
por corredores hundidos y no reparan en él.
No estoy acá para curar mi vieja herida ni mi insomnio.
Soy hija, se supone que las hijas tienen salud.
En plena noche los azulejos blancos destilan
una luz primitiva. Puedo seguir un camino entre las
camas sin titubear.
Esa es mi luna, también la que imagino
sobre las botellas como un spot.
Comprendo su soledad (sin hermanos)
en medio del cielo.
Comprendo las mareas, comprendo a la locura
como un exceso de blanco.
He sido amada (no comprendida),
he sido aquel perro solitario de mi primer poema,
que atravesó la calle para ser mi amigo.
"¿Podríamos jugar mañana, cerca del sauce?"
El amanecer está en un punto muerto,
suspendido por una memoria que semeja un barco
sin mascarón de proa.
(Igual que mi vida).


2)


En estos días nunca despierto del todo,
me siento en el borde del sueño
a punto de caer de bruces, y me dedico a
espiar el cuento en su final.
Hay una tormenta en la cabeza calva
sobre la almohada
y un patio desnudo en la mía.
La noche fue un pizarrón
donde escribí mi piedad más ordenada,
la más benigna.
Ojalá nevara.
El ruido de los jarros de aluminio
con el té con leche, es mi llamado en la
mañana, aclara mi mente tímida, mi
grave respiración.
El día es opulento,
lleno de manchas en el piso,
estoy atrapando el adiós:
el ojo de mi" halcón de vida",
"no por su ojo sino por su alegría"
piso la nieve que cae, en otro lugar.


3)

El gato asoma por detrás de la tapia
entre los vidrios rotos.
Se eleva sobre la marejada de la memoria,
girando en el oscuro verano, cortando
los tallos que me sujetan a la tierra.
Sé que mi tibieza no le es suficiente, hay
demasiado miedo en nuestros pelajes revueltos.
Y en nuestro esfuerzo por vivir, no
queda tiempo para lunaciones.
Sólo una mirada celebratoria, un enlace
sin traducción bajo una luz perfecta.
Los vidrios parecen hierbas a la distancia
y el raído saco de hilo que me cubre,
azúcar sucia.
Nos iremos de inmediato a nuestros asuntos
por detrás de la vida,
como si ella fuera la tapia, o un telón suntuoso
(tierra de nadie entre bastidores).

4)

A golpes de estrellas, a golpes de luna,
¿cuánto hace que parezco un castor,
manteniéndome a flote en los rápidos del río?
Soy el guardián de mi padre, el guardián
del lenguaje, títulos nobiliarios sacudidos
por el temporal.
El amor es un objeto antiguo, valiosísimo,
encerrado en un museo babilónico, expuesto
a la artillería del invasor.
Bajo mis dedos crecen metáforas como hongos.
Días vacíos, quemados por un viento dorado.
Detrás del cielo azul pastel, habita una negrura
de cuervo.
Pobre cuervo, alisando sus plumas sobre
el alambrado; él, como el castor, bebe de este mundo
el agua posible.


5)

Pongo un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)
Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.
(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)


8)

Los días se han vuelto cada vez más escasos.
"Si yo fuera el invierno mismo", hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).
Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)
El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.
Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.

9)

Una pobreza luminosa nos une otra vez,
como en la infancia.
Pero ésta será la última canción.
¿Recordaré la letra cuando nos hayamos ido?
El olvido es una traición dulcísima
que no lastima tanto como una muerte.
Por ahora distribuyo los tesoros
en un espacio neutral: una servilleta a cuadros
y un marco para la foto de mamá, bella con su fe
y su collar prestados.
Ah, "si yo fuera el invierno mismo",
encendería fogatas diminutas en el corredor,
estrellas muertas que se asocien a este universo
de falla, de necesidad.


10)

Nuestra casa está en ruinas, te dicen
mis ojos sin querer.
Sólo tenemos esta seguridad de la leche caliente
que cruza tu garganta y nos consuela.
Afuera brilla una ciudad que cierra los ojos,
tal vez sufra más sin embargo: por ser plana,
por no tener colinas de aflicción.
Pero espera, pacientemente espera.
Nosotros oscilamos en la neblina de este sueño
desahuciado y ardemos en lo que ya terminó.
Heredé tus huesos y tu testarudez,
pero no tu miedo: ese foso en el cual hemos
nadado como perros sin dueño toda una vida.
—Gracias por la cena—dice tu voz ronquísima
desde el fondo de los tiempos, como un invitado
cortés a su anfitrión,
y sé que te irás pronto, llevándote el foso,
el hermano que no tuve, - el secreto - donde
construí a tientas, a pinceladas de acuarela, mi valor.

13)

El enfermero jefe me entrega tu anillo
(tu anillo de boda)
y camino después por los corredores apaciguados,
entre las fogatas,
con una estrella amarilla sobre el corazón.
No volveré al hospital.
Me demoro en las pobres lámparas
del subsuelo, las pobres lámparas que
desde ahora serán toda mi luz sobre el
libro a leer: miles de hojas con letras tan apretadas
que no pueden cantar.
Buscaré la Liebre, en el cielo sin nadie,
buscaré en la noche tu pueblo.
Mi manera de aproximarme al mundo
cambiará.
Mañana, soledad, palabras que se vuelven
jeroglíficos.
Te escribiré.


De, Hospital de Veteranos

Paulina Vinderman







Paulina Vinderman nació en 1944 en Buenos Aires, ciudad donde reside.
Publicó los siguientes libros de poesía: Los espejos y los puentes (Ed. Buenos Aires Sur, 1978); La otra ciudad (Ed.Botella al Mar,1980); La mirada de los héroes (Ed.Botella a l Mar, 1982); La balada de Cordelia (Fundación Argentina para la poesía, 1984); Rojo junio (Literatura Americana Reunida, 1988); Escalera de incendio (Ed. Último Reino", 1994), Bulgaria (Libros de Alejandría, 1998); El muelle (Alción Editora, 2003); Cónsul honoraria, antología personal (Summa poética, Ed. Vinciguerra, 2003); Transparencias (antología poética, Arquitrave Ediciones, Bogotá, Colombia, 2005) y Hospital de veteranos (Alción Editora, 2006).
Obtuvo entre otras distinciones, el Tercer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (bienio 1988-89), el Segundo Premio Municipal (98- 99), el Premio Nacional Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación (cuatrienio 93-96) , los Premios Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005, el Premio Letras de Oro 2002, Honorarte , a escritor destacado y El anillo del arte a mujeres notables, 2006.
Ha sido incluida en numerosas antologías y traducida parcialmente al inglés, al italiano al francés y al alemán. Sus poemas fueron, además, objeto de estudios y ensayos.
Ha colaborado (con poemas, artículos y reseñas literarias) en publicaciones del país y del exterior.
Colaboró con Nina Anghelidis en la traducción al castellano de  Votos por Odiseo, de la poeta griega Iulita Iliopulo y tradujo a Sylvia Plath, Michael Ondaatje, John Oliver Simon (Berkeley, USA), entre otros.

martes, marzo 20, 2007

SUSANA VILLALBA



No tengo rituales, horarios ni temperaturas determinadas, escribo a veces en computadora y otras a mano. Con ruido o sin, en mi casa o en un bar. Lo que sí necesito es muchas horas por delante desde que empiezo, no salir de esa zona en la que entré, eso es bastante difícil si estás trabajando o vivís con alguien y muchas veces tengo que mantener una esquizofrenia, con la atención puesta en dos lados a la vez.
Algo da vueltas en mi cabeza durante mucho tiempo hasta que me doy cuenta de que es un tema, entonces a veces leo al respecto. Otras veces me doy cuenta de ese tema central después de que ya tengo algunos poemas que, de pronto comprendo, constituyen una serie. Lo que nunca hago es escribir cuando no siento que viene algo ya con fuerza desde adentro, nunca me pongo porque "tengo que escribir".
Corrijo apenas termino de escribir un texto, lo leo una y otra vez y le voy haciendo correcciones hasta que siento que está, o sea que para mí la corrección es en caliente, en el momento, y es parte de la escritura. Cuando estoy por publicar hago una nueva corrección y sí, encuentro algunas cosas que corregir pero ya entonces son pequeños detalles.
Por suerte no tengo reflexionado eso que no llamaría vínculo, porque vínculo implica dos o más. En el momento de la escritura para mí hay una sola: escritura y yo, yo y escritura. Se podría decir: la poesía es justamente el momento de vínculo entre mi palabra propia y el lenguaje, con todo lo que contiene el lenguaje: pensamiento, creación, estructura y ruptura, imaginación, historia, etc. En mí empieza con alguna frase y el tono que trae esa frase. Una manera que reconozco mía es la exploración en el lenguaje, el cruce de géneros, el cruce de elementos muy trash con otros más "cultos".



Poemas




Antes de que amanezca

Que diga azul y se alce como un potro un día de oro, espléndido que diga y sienta el corazón a pleno, al mediodía arde por nada, porque el verano o sea que cuando diga sombra sea agua entre las piedras de otro pueblo. Que aun en ruinas se hace oír por el silencio en que nos sume lo distinto, serpientes se escurren en el viento, la arena silbe como fue la eternidad alguna vez pintada con alheña indeleble. Sobre pueblos levantados sobre pueblos sobre cenizas de un volcán. El pasto crece ahora sobre cimientos de lo que fue una habitación, ¿se hacía el amor del mismo modo? ¿qué se decía antes? ¿después? Que diga ahora y haya ahora un cuerpo en mí y que lo que quede en mí comprenda que es sólo una siesta lo que dura el armisticio, se enfrentan, se temen tanto como se fascinan. Detrás de su mirada cada uno sea arrebatado por eso que no es uno de los dos, algo tan físico, palpable como lava diluye ese intangible saber de sí que los separa. Que diga mañana y sea mañana cuando piense, cuando diga qué hacer con esa siesta que queme hasta dejar su marca. Piel de culebra ahora se funde con la arena, testigo de los cambios, pueblos que amaron sin pensar que dios fuera más lejos que un dios, camino de la savia en el árbol no necesita una salida para andar. Que recorra una espalda sin leerla, que se queme al tocar y al despertar no haya cenizas, que encuentre ceniceros, vasos (dos) debajo de la cama y piense que todo ha sido un sueño. No un blockout, no por remordimiento ni por idea alguna sobre sí o no o sea el amor un encabritamiento, una raza de sol en cruza con espléndido caballo y corazones de cenizas. Que vista de jaeces o desnude un ángulo de sombra en almenares, a través de los vitraux, que ascienda eternamente sin llegar como pirámide que trunca es un remedo de infinito. Que cambie de lugar sin que se note, como el día. Como serpiente azul entre maleza vuelta azul de tanto verde. Que diga estoy como decir sin patas ni cabeza en otro sitio que la arena caliente, ese calor sienta detrás de la mirada, el sol bajo los párpados cerrados sea como si sombra fuera un remanente de la luz. Astillas de color en los brillitos de las piedras.
Que sepa de pronto que no está donde supone. Que mire alrededor y se vea en pleno centro, en La Academia, en un invierno. Calor por el calor de las dicroicas, el humo, las estufas, los billares entrechocan como base percutiva en esa música de voces, vasos, registradora y esa locomotora cada vez que hacen café. Cada minuto. Al abrirse la puerta un tronar de colectivos y escapes de las motos, afuera es otra noche igual pero distinta. Que ahora diga noche, es de noche, es ahora. Se mira. Tiene un pulóver Ruta 66 que no recuerda haber comprado, un hombre lo olvidó en su casa, ella olvidó al hombre, el cuerpo olvida el abrigo que lleva, ella le regaló un reloj azul, él mira la hora que es ahora sin recordarla, el reloj tiene una lucecita como agua, como la hora bajo el agua, peces, destellos de color. Mi padre me regaló una casa que no es mi padre, es mi casa. Ahora, crezco en esa habitación que se levanta sobre el polvo que es él. Que confunda los ojos abiertos de los muertos con vidrios en la playa. Botellas, tazas, cigarrillos, la mesa crece, se suma gente, la noche crece, el color es estridente, rojo de La Continental, turquesa y fucsia de la tele, de pulóveres. Que diga piel y ascienda olor a tilos, a durazno, morderlo sea en la boca decir verano como agua, como la fruta cae en el barro, brisa dulce a través de la ventana, la luna como el cuerpo en su estado de agua quieta electrizada, fuego frío que es ninguno de los dos sino dos en espera de otra noche. Otro verano. Esa moto que se escucha ahora va hacia el mar. O no. El mar siempre está ahí, yendo y viniendo. Que me sumerja y sea cálido, peces de colores a través del visor. El agua guarda las esencias, murmullos del naufragio, la culebra de mar entre platos de bronce, arcones, de las banderas queda el musgo, enredaderas de agua entre hilachas de jarcias, un pueblo que no llegó a la tierra prometida. Sumergido, uno mira su reloj, prende una lucecita que coloca sobre un libro, en otra mesa se juega a los dados, tantos hablan que no escucho a nadie. Miro como a través de agua, afuera crece una bruma sin que se vea río alguno que la exhale, enciendo el walkman. Una noche se intoxicó y perdió todo menos la llave en el puño cerrado como piedra. Cuido mi casa como un centro de mí que siempre está, yendo y viniendo. Ahora estoy aquí, en el café. Ahora no estoy.
Que diga azul y sea ese momento de la tarde casi noche, el ladrido de los perros, el olor de una humedad que será bruma en la mañana, las puertas que comienzan a cerrarse, un alboroto de pájaros antes de acurrucarse y ceder a signos de la noche. Ahora es Clapton, ahora abro la puerta, camino entre la bruma, necesito creer que existe un río, en realidad existe, una cúpula iluminada se levanta sobre una ciudad difuminada y casi a oscuras. Ese hombre, otro, le dijo vuelvo de París. Ella llamó a París para saber a qué hora de Buenos Aires. El le regaló una medalla de Notre Dame que ella olvidó después junto al reloj azul de otro, el del pulóver Ruta 66 se la devolvió para que otra no la encontrara en su mesa de luz. Una sola rama, desnuda, asoma sobre un farol, iluminada parece que saliera del vacío, como un rayo. Escribe un mail a España y le dicen que aquí es ahora verano tía. Escribe a Mendoza y le dicen que están bloqueados por la nieve. Llamó a París pero él estaba en Notre Dame y no permitían celulares. Ahora, más tarde, no hay el estruendo de colectivos ni colectivos ni taxis ni persona alguna en la niebla, da vueltas como pantera atrapada en un claro demasiado extenso, como un loco que creyera vivir en una gran ciudad espera un auto en medio de la nada. Quiere fumar, quiere ver el vapor a través de su ventana. Después, antes, el de París ya estaba en Buenos Aires, los dos se recuerdan pero no se acuerdan, ¿o viceversa?, se olvidan de llamarse. De noche parece grave, de día no.
Pero es el amanecer, es el aire, la bruma es violeta, nubes bajas parecen edificios reflejos de otros de concreto. En todas partes amanece aunque no ahora, cuando el cuerpo se levanta, cuando la voz se acomoda a un lenguaje que es distinto hasta en el sueño. Aunque no haya dormido une las manos en la frente. Que en su saludo al sol se alce un verano azul, que brille la arena como un oro animal, sea la piel de piedra molida y de calor, el mar surja de pronto como un día que hasta ahora no había sido y siempre es. Que pase lo que pase el viento y sea el sol que gire en torno, es decir sombra sea entrar en el mar. Con un snorkel, la música del fondo tiene un tiempo diferente, el tiempo de los cuerpos en la siesta, en la penumbra de un hotel de verano. De noche se está en una o en el otro. De día, en la arena se está fuera de sí porque es afuera donde siente. Pensamiento que la astilla, destellos en las piedras. Que sea como distancia un día del siguiente. Que si dos cuerpos, se separen como el día se levanta de la noche. Que se encuentren como una noche que no ha sido todavía. Que diga calor y en el calor no encuentre qué decir. Ni qué callar.


De, Plegarias

Bar La Academia, Callao entre Corrientes y Sarmiento





LA NOCHE DE TANABATA

Es la noche
de Tanabata
pero yo no sé dónde está
la orilla del río
del cielo.
Ni el cielo
lo dice.
No sé cuál es el puente
que nos une
y nos separa.
Yo no sé qué pasó,
la vida no es un lugar
seguro.
No hay ceremonias,
los amantes unidos
por un hilo de plata.
Sueño con calles
en las que estás caminando
mientras sueño,
al despertar es tarde.
Yo no sé qué hacer,
el amor es animal.
El camino terminaba
en un acantilado.
Iba un loco
en un coche policial,
feliz de andar en auto,
sentí miedo del dolor,
de la química,
de las palabras que se quiebran
de pronto.
Fuera de mí,
fuera de mi casa,
fuera de todo lo que te ofrecí
voy.
Pero vuelvo, no creas
que pedía más
que la intensidad del azul
ante el naranja.
Yo no sé qué pensar,
para qué
si no quiero entender,
si no hay razones
a veces.
No sé si creer otra vez
en signos que no sé leer
en el río del cielo.
No sé si buscar el puente,
quizá nunca lo hubo.
No sé qué decir,
acaso te convoco sin saber
adónde.
No importa,
haré una ceremonia incorrecta
mirando la luna.
Pregunto a tu parte oscura
si es cierto
que desayunamos juntos.
El tiempo pasa,
no hay aniversarios.
La vida gira
bruscamente,
yo no vi la señal.
Ya no sé si es mejor
perder lo que se debe
para encontrar,
antes me dije estas cosas
pero estoy cansada.
¿No hay nada que decir?
No hay nada que hacer
para desanudar las almas que se aferran
a otras almas anudadas
a otras almas.
¿No hay parte en el amor
que guarde algún recuerdo?
de la luz
sobre la contingencia.
Acaso es un torrente
continuo
y precisamente
por eso.
Ya no sé quién sos.
No pudimos despedirnos
de los muertos.
Así sin inhumar
el cuerpo de este amor
enterrará el próximo amor.
Como fui yo el cordero
bajo el mismo puñal
que habías recibido.
Ahora soy quien pregunta
al río:
el amor es un torrente
continuo
pero estamos fijos en el horror
de no permanecer.
Hasta el fuego
necesita adherencia,
sólo la noche existe
aunque nadie la mire.
Acaso el puente para dejar
en claro:
cada uno ocupa un sitio
diferente.
No era necesario,
siempre estamos solos,
siempre está a la vista.
No te pedía el alma
por un pacto,
ya no hay pactos,
“es la estrategia del demonio
hacer creer que ya no existe”.
Ya no sé si creer
en las palabras,
es la noche de Tanabata
y no lo sabés,
no leímos los mismos libros.
No sé el lugar
que no conozco,
no hay corazón tan sabio
ni vocación de tenerlo
ni quien
indique el camino.
No hay caminos,
es el momento para inventar
liturgias,
construir un gesto,
un filme o un río
para los separados eternamente.
Eternamente despidiéndose
de sí mismos.
Reconstruirse en el dolor
es otro dolor:
que lo desee
no hará que exista.
Preparo café,
ya no puedo sentir más frío
por hoy,
por este año.
Todo ha sido
una actuación en el vacío,
algo se quiebra
para instaurar.
En todo viaje, la ausencia
o volver,
se mueve el paisaje.
De todos modos el río
está cegado aquí,
tiene una sola orilla
y cada vez
se es más inteligente.
Quiero decir más triste.
Ahora sé
que está cayendo la noche
de Tanabata
como una noche
más.



LA PANTERA

Matar al animal
requiere un animal
sin sombra.
Vas caminando por un monte
o te parece, no sabés dónde estás;
creés que lo sabías
cuando llegaste.
Ese negro
bien puede ser una pantera
o mujer,
no te das cuenta.
La mirada salvaje te gusta,
no, te calienta.
No, te mira
como quien no comprende
dónde está.
Ya estás perdida,
tendrías que llevarla a tu casa
pero sabés cómo termina:
un animal herido
siempre ataca.
Tendrías que matarla,
ahora,
antes de que sea tarde
o por piedad.
Pero esa mirada es una trampa,
si es pantera
sabe matar mejor
que vos.
Nadie sabe tu nombre
aquí
y ahora él
o mujer te da la espalda.
Pensás en un Remington
liviano
de distancia corta.
Pero nadie escucharía,
Red Hot los distrae,
a vos también.
Y no se mata por la espalda,
lo viste en las películas
o creés en eso.
Matar
es otra cosa.
Ahora te mira y ya sabés,
vas a llevarla a tu casa.
Está tocado por la gracia,
está a la vista
o vos lo ves, no estás segura,
o tiene algo
que creés comprender.
Y sin embargo
sabés cómo termina:
no sabés cómo
te hirió si te quería.
No querés acercarte,
te mira como miran los gatos
cerrando los ojos.
Se apoya en la barra
frente a vos,
los dos están perdidos.
Pensás en el Remington,
nunca tuviste uno.
Matar es otra cosa.
Nadie parece comprenderlo,
el negro tampoco pero ve
que tenés un cigarrillo
en la mano
y otro ardiendo
en el cenicero;
se acerca y lo fuma.
Estás perdida,
creés saber cómo termina
y volvés a equivocarte,
apaga el cigarrillo
y se va.
Ahora nadie
se parece a tu deseo.
Y es que no se parecía.
Una pantera perdida
en su memoria
o forma de mirar
o lo que fuera
que no vas a saber.
Tomás un taxi pensando
demasiada belleza no es el móvil,
es la coartada.
Para matar a una pantera
hay que cerrar los ojos.


TAXI BOY

Preferís la clásica
Red Ryder, es necesario
que no queden restos,
que el disparo suene
a la palabra Winchester,
con eco en una piedra.
O a Chinatown, el opio
de soltar el arma
como si el muerto fuese quien gatilla
contra su último objetivo.
No es la muerte necesaria
sino el disparo,
ahora lo sabés.
Y no es el caso
un francotirador
sino el que sale a disparar
o entra en un bar
quitando la espoleta a una granada.
Lo que concluye con puntos suspensivos,
ahora sospechás, tuvo otra trama,
ese silencio
presagia una verdad como zarpazo,
la historia que creíste
se defiende
como un animal contra una sombra.
El taxi-boy asesino,
quien creía desear es finalmente
presa
de quien tampoco sabe
a quién quería matar
hasta que lo reclaman.
Lo que elegís es un arma,
al menos la Ryder tiene algo
de vaquero,
diseño personal con arabescos
en la culata de madera.
Quisieras una mira
para matar lo que no existe
o no sabés qué es
que te mantiene todavía a la espera
de un roce entre las hojas
de tu libro
abandonado.
Perdiste el hilo,
estás mirando por la ventana,
llueve ahora
como debiera llover en una selva,
desde un piso no ves sino que cae
la lluvia y en esa condición
irreparable de caer
existe.
Caer en amor,
quién habrá traducido esa novela,
aquí es como enredarse
o empaparse.
Qué haría un animal
cercado por el agua.
O por el fuego.
Quizá lo hará salir la lluvia,
debajo de una piedra se hace el muerto
como engaña la tortuga
a presa y cazadores por igual
y ya no sabe distinguir
la muerte verdadera.
Pero perdiste el hilo,
estabas leyendo ese catálogo
y habías elegido la Red, precisamente
para una muerte distinguida
desde lejos,
desde el momento de apoyarla
en tu hombro y ya ese acto
tiene la contundencia de palabras
como shot.
Chau
debiste despedirte,
después lo encontrás en una fiesta,
como en el libro, decís
“Ciao, cómo va todo, caro”,
el personaje sufre
un ataque de risa, se cae,
somos tan torpes,
cómo va todo.
Todo no sabés,
disparar por ejemplo
un rifle te hizo caer
y el partido te dio una Beretta,
nunca se sabe y no la quisiste,
además no entendiste que era en serio.
Te gusta la Red porque es atemporal,
el modus operandi determina la víctima.
O el Red,
rifle, escopeta, no sabés
si es una diferencia de palabras,
como todo.
Red Hot, Roy Ryder,
suena a comedia justiciera,
Annie Oakley, como vos,
una chica que toma las riendas
de la nada
en medio de un desierto
de maqueta.
Perdiste el hilo otra vez.
Perdiste el momento del disparo
como el viejo cazador
que vive relatando cuando hubiese
el asta más hermosa;
no quería cazar sino contar la historia
puliendo las palabras cada vez
como quien saca brillo a un Winchester.
Perdiste el tiempo,
tenías que salir aunque lloviera
pero volvés a la novela,
al catálogo,
a mirar por la ventana.
No apuntás a matar
sino a encontrarte con sus ojos.
Una mirada que se fuga
te vuelve un animal desconocido.
Perdiste el hilo de tu historia
y creés disparar
es retomarla.
Pero no importa lo ocurrido
sino lo que relates.


SEÑAS PARTICULARES NINGUNA


Acérquese,
sí, usted,
no tanto,
siéntese junto a la ventana,
encontramos cenizas en ese sillón,
usted fuma.
Se acercará después,
observe la posición,
la ropa quemada
por la distancia corta
y no hay huellas de arrastre.
En el cuerpo de la víctima
se encuentra a su asesino,
cuando se ilumina la carne,
bajo la corrupción
se revela el verbo.
Si encontramos veneno,
99 en 100
lo suministra una mujer,
con menos frecuencia
elige arma blanca;
con arma de fuego
nunca dispara a la cabeza.
7 de cada 9 tienen coartada
aun sin estrategia,
la mujer vive
para la salvación.
Su rencor es minucioso
y lento,
su percepción de los detalles
asombrosa.
Observemos la escena,
no tropieza,
no deja nada fuera de lugar
y si rompe todo
analicemos qué
testigos muertos.
No,
no mire por la ventana,
ella esperó
con la paciencia de quien no espera
nada.
Recorre el lugar,
busca pruebas
de amor propio
que la alejen de aquí;
sólo la retiene saber
que si se fuera volvería.
Tenemos que acabar,
acérquese.
Tranquilícese,
tenemos tiempo.
Escribió una carta,
las mujeres creen en las palabras
a tal punto
que siempre falta otra palabra.
Por eso rompe el papel,
no, así no,
guardó los pedazos en su cartera,
recuerde que no encontramos cartas.
¿Está nerviosa?
Cualquier cosa que haga
será irreparable.
Ya lo ha sido.
¿Por qué no va a su casa
y duerme un poco?
Ya no podría dormir,
imaginaría una y otra vez
una pequeña corrección.
Y quién sabe, después de un sueño
nos traería la solución.
Las mujeres aún creen en Cristo
como en alguien que venga
y no que ha sido,
alguien que convierta
el vino del sacrificio
en un gesto.
Querida, nos perdimos,
¿dónde guardaría un hombre
el whisky?
junto a los compacts,
cerca del sillón.
Cómo vivía es importante
en relación con el momento
de la muerte
pero el vehículo de información
no es el contenido.
Bebiendo se encontrarían
en un lugar neutral
de la pasión.
El alcohol, en realidad,
enfría,
todo es igualmente estúpido.
Sí, en ese momento dijo estúpido,
sentada en el piso
mirando discos.
Si nunca compartieron esa música
ni tantas otras cosas.
Corazón,
no le pido que se emborrache,
yo no le pido nada.
Pero usted puede entenderla
¿está furiosa?
de acuerdo, confundida.
¿Y ahora?
¿Suena el teléfono?
Ella no atiende
pero escucha a través del contestador,
alguien cuelga.
No, no se ría,
tenemos registrados
los últimos mensajes,
la realidad siempre es más tonta
de lo que se cree.
¿Por eso rompió el vaso?
¿Por qué no recogió los vidrios?
Suena la llave
en la cerradura,
yo entro, le pregunto:
¿cómo entraste?
hay que interrogar al portero
¿tomaron nota de todo?
Ella se arrepiente
de haber roto la carta
¿no?
tiene razón,
ahora están frente a frente.
Míreme,
faltan diez minutos
¿qué podemos hacer?
Me sirvo un whisky,
pongo un tema
como si viniera pensándolo
antes de entrar.
Ahora sí, saque el arma,
diga: un último mensaje
¿duda?
apúnteme.
No, así no.
Como si el mundo fuese opaco
y a la vez demasiado
estridente,
se siente anestesiada
y ansiosa al mismo tiempo.
Pero usted espera algo.
Y yo cometo un error,
un gesto
¿de?
desproporción.
Acérquese,
yo arqueo las cejas,
usted dice
- siempre dicen algo -
que el malentendido nos una,
es lo único que tenemos.
Siempre se espera un poco,
faltan...
¿ése fue el gesto, dice usted?
Ahora apunte
como para disparar aquí.
No, así no,
recuerde:
usted me ama
y de todas maneras
me pierde.
Dispare.
No importa que usted lo sepa,
ella también, de otro modo,
siempre se sabe:
el cadáver
tendrá la última palabra.



LA OCCISA


Si pudiera volver
la cabeza.
Los ojos, sí
los ojos permanecen
pero yo permanezco
inmóvil
como siempre y sin embargo
ya no importa.
Existe un paraíso
del cuerpo
prometían los ojos,
infierno de saliva
arrasando palabras,
pensamiento, ser
desde adentro
hacia afuera un fuego
líquido y afuera
sólo tacto
de mí.
Y ahora que la bala penetra
una real calcinación,
me atraviesa: esa mirada
es una trampa
y ya no importa,
fluye,
el deseo es un río,
le dije,
no detengas su curso.
Todo es líquido,
el aire como bruma pegajosa
en la garganta,
los sonidos,
no veo, me derramo
hacia adentro,
agua estancada
lo que fue pólvora viva,
volumen sanguíneo en las vísceras
conscientes ahora de sus ritmos
ralentados,
humores venenosos del alma
que también es un cuerpo
eléctrico.
Un fluido
que al mirar capturaba en un punto
de impacto.
Nunca fui el cazador
siendo rapaz como el deseo
es como el viento
que no sabe qué arrastra,
qué doblega,
por qué aleja al acercarse,
por qué le da una dirección
lo que resiste.
Algo, una baba,
una pluma venida del espacio
toma forma,
toma desde dentro
un cuerpo que pueda tomar cuerpos,
una ciudad de poseídos.
El verdadero horror
en las películas
es que siempre comienza
la misma situación,
cuando cierra la puerta
y suspira
se rompe la ventana
y vuelve a correr.
Sólo hay dos en esa cinta
de Moebius
y ya no sabe quién perseguía
a quién.
No importa,
ya no puedo moverme
y hemos vencido
los dos.
Hemos perdido
lo áspero,
los vientres pegados de sudor,
la radio,
una lámpara en invierno,
acariciar los libros,
las manos se deshacen como papel viejo,
he perdido
la textura de tu espalda,
el árbol,
cicatrices.
Sin embargo siento el agua
alrededor,
me estoy hundiendo
suavemente.
Acaso imagino una lluvia
que no llega a mi oído,
no es que caigo, voy perdiendo
sentido.
Ya no veré el acero,
el mar ni una estación de tren
abandonada.
Me condenaste al tedio,
a la nostalgia monocorde
por alguien que no está:
mi propio cuerpo.
Solitaria
eternamente sabiéndome
invisible
aun para mí misma.
No importa,
ya no puedo pensar
ni imaginar lo que no sé
cómo será
y cuando suceda, como siempre,
ya no tendrá importancia
entender.
Es un río,
dejémonos llevar,
le dije,
a donde sea.
Fue un error, como un viento
diciendo soy un viento,
un giro repentino
de nosotros.
La oscuridad como una piedra
me toma desde dentro,
mi cuerpo es la sombra
de una piedra
y todavía tiembla
un centro
como lava,
una bala que busca salida
y ya no importa,
interesada en el esófago,
un reguero,
una película en que todo estalla
es una bella imagen
que ya no podré ver.
Instantes de oro
y años de polvo
será, como la vida,
la muerte.
Dónde está la luz
cuando se apaga.
Voraz como el deseo
como el fuego no quiere devorar
sino encenderse,
nunca fui el cazador.
Pero que sea yo la víctima
también es un error
o un accidente.
Si desperté pasión
no tuve el mérito del cálculo,
si arrebaté lo ajeno
no tuve el usufructo,
si fui el testigo no supe
con lo visto
más que dar testimonio.
Quizá como el amor, la muerte
como la vida
no sea para siempre.
Será una travesía,
si miro hacia atrás
sus ojos
podrían retenerme.
Sin embargo dispara
contra el viento
como un ciego.
Un individuo en posición
decúbito,
aspecto de masa
cenicienta,
alojada en el canal
la bala ahora es lo que queda
vivo
y este fluir del pensamiento
acaso será siempre
una cámara lenta del disparo.
Un trueno primero,
después el relámpago
reabsorben en una sensación
fulminante de silencio.
También hay una muerte espléndida
que tampoco me tocará en suerte.
No importa


De, Matar un animal

Susana Villalba


Susana Villaba, estudió teatro, cursó la carrera de dramaturgia en la E.A.D. Cursó también Dirección y Puesta en escena con Rubén Szuchmacher en el Centro Cultural Ricardo Rojas. El presente texto fue seleccionado en el concurso Historia (s) del Centro Cultural Ricardo Rojas. En el marco de las intervenciones convocadas por el Centro Cultural de España sobre dramaturgos españoles clásicos, realizó la obra-intervención sobre Jacinto Benavente. En poesía, pertenece al Consejo editor de la revista y editorial Ultimo Reino, tiene seis libros de poesía publicados, uno reeditado en Venezuela y otro reeditado en Nueva York. Creó y dirigió la Casa de la Poesía porteña y la Casa Nacional de la Poesía y los Festivales Internacionales de Poesía del Gobierno de la Ciudad y del Gobierno de la Nación. Dictó talleres literarios en la Facultad de Letras de la U.B.A. Participó de numerosos congresos. Diseña y conduce un programa de Poesía y Música de la Biblioteca Nacional en Radio Clásica de Radio Nacional, junto a la actriz Ingrid Pelicori. En periodismo colabora en el suplemento de espectáculos del diario Clarín y de la Revista Ñ, anteriormente colaboró en diversos matutinos y revistas. OTROS, dictó talleres de cine y literatura con el crítico de cine Alejandro Ricagno. Cursó diversos seminarios de cine. Dictó talleres de fotografía y poesía junto al fotógrafo Marcos Adandia.


sábado, marzo 17, 2007

LAURA FORCHETTI


Me gusta la mañana para escribir, temprano, cuando está amaneciendo. Abrir la ventana hacia el rectángulo todavía oscuro de la calle y esperar, con el cuaderno azul sobre la mesa, que lentamente se llene de luz.
A esa hora, colmada de silencio y deriva, recién regresada de la noche, dispuesta a las palabras, en la quietud de la casa que duerme.
Sin embargo, a veces sucede diferente. Entonces, escribo sobre la siesta o al atardecer, o mientras mis hijos se bañan o se calienta la comida. Depende de la urgencia y de la sed. Hay escrituras que me invaden de tal manera que no puedo descansar de ellas. Poemas que empiezo y voy construyendo en mi cabeza, a veces sin papel ni lápiz. Los repito para no perderlos, para poder armarlos, seguir los versos.
Esas veces en que la escritura me fuerza, son de tal intensidad que después quedo con el cuerpo cansado, como si hubiera corrido al viento; quedo como ida del mundo, en otro mundo. Tironeo de mis mangas para traerme de vuelta. No son muchos estos momentos, lástima, porque me gusta la belleza loca que tienen y el secreto.
También me gusta escribir mientras viajo. Será porque vivo en esta pampa llana y cada viaje es largo, tedioso; conozco el paisaje como una fotografía, los árboles especialmente, pero también los molinos, los nombres, las señales.
Mientras viajo hay una libertad del pensamiento y de la mirada; no hay actividades que me distraigan. Estoy libre para mirar, para pensar, y así voy escribiendo. A veces es en un papel, siempre llevo mi cuaderno cuando viajo. Pero otras veces, simplemente voy registrando las imágenes y las palabras en mí y lo anoto después. Esta opción es buena para ocultarse, para estar sola.
En cuanto al plan de trabajo, reconozco dos procedimientos:
Suelo tener una serie en marcha; entonces estoy atenta a eso: leo, escucho, dejo la mirada suelta para no perder detalles. El trabajo sobre esa serie/plan se convierte en un fondo temático sobre el que transcurro. Me gusta tener un plan, porque me da un hilo que voy desenredando y ovillando de una manera nueva.
Lo que siempre ha sido más o menos azaroso, es el origen del plan. Un azar perceptivo, diría. Mis poemas nacen en la percepción, en las sensaciones y los pensamientos que desatan esas sensaciones. Vienen en forma de imágenes, suele ser un reflejo fugaz, algo que despierta mi deseo y voy tras eso.
Ahora que escribí la palabra deseo, vuelvo atrás y me corrijo: no es el azar el origen de mis poemas, es el deseo. Para mí, la poesía resulta la manera más eficaz de acercarme a lo que deseo: mirada, aprendizaje, posesión. Puestos en el poema permanecen la fugacidad o la imagen plena, detallada, lenta. Puestos en el poema, para dejar que se desvanezcan en el aire. Todo y nada.
Dije dos procedimientos: el plan es uno, el otro es lo imprevisto. Lo que aparece, pide una escritura y se retira después, sereno, a otra cosa. Esta forma es más fácil, más liviana. Espero menos de estos poemas y estoy más alegre cuando los escribo.
Y ahora pienso en la corrección: trabajo bastante los poemas, pero no puedo separar el proceso de escritura y el de corrección. Cada cambio es una reescritura, una forma de atrapar eso que está rondando. Suelo hacer varias versiones. En la primera anoto rápido, como al dictado. Después, empiezo a modelar, elijo cuidadosamente las palabras; leo todo el tiempo en voz alta lo que escribo. Me gusta escuchar la música que sale. Me gusta y no me gusta, porque entonces me doy cuenta que escribo siempre con la misma música, la misma respiración. A veces trato de cambiarla pero nunca termino de lograrlo.
La música de mis poemas parece hermana de mi manera de caminar; será porque trabajo tanto con los poemas que los aprendo de memoria (después los abandono y los olvido). Mientras voy caminando me los repito, los sigo en mi cabeza, los completo, los recorto. Como en los viajes, también escribo mientras camino. Movimiento y respiración le dan música a mis poemas; si leen mis poemas saben que camino lento, que no me muevo con mucha energía.
Lecturas?: Siempre estoy leyendo dos o tres libros de poesía a la vez; libros nuevos o libros a los que vuelvo con insistencia; se suceden o se superponen. Hay un diálogo entre los textos, como si se corporizara la intimidad que les da estar apilados sobre mi mesita de luz o sobre mi escritorio, los dos lugares por donde transcurren. Siempre llevo, también, un libro de poesía en el bolso.
Es mi manera de habitar el mundo, por eso elijo para cerrar esta divagación, un fragmento de Roberto Juarroz, ese poeta que miró su infancia desde este mismo paisaje que miro:
La poesía es una vía irregular, no ortodoxa, herética del conocimiento, unido en ella a la visión y la imaginación. Es una metafísica instantánea, como escribió Bachelard. Y a la vez mantiene los ojos abiertos hacia el misterio...y enriquece o aumenta ese misterio, como si fuera un don o un fundamento.



Poemas


uno
ahora
desde la cocina
miro una acacia

lento
se cubre de flores rosadas
como panaderos
echarán a volar
si me descuido

escribo con los ojos en el árbol
sobre el silencio de la siesta
de mis hijos

perdida en ese paisaje
-hojas bipinadas dice el
diccionario
frutos en legumbre-

ausente de lo necesario
mientras leo la hora
en el movimiento de las hojas
la sombra que desciende
y algo señala sobre mi cuaderno

sigo el dibujo con el lápiz
como en esos juegos de niños
para descubrir qué animal
se esconde


después
mi marido menciona a Silvia Plath
mientras comemos

dos
en la fotografía
me vería de espaldas
bajo un árbol asimétrico
de hojas duras en ramillete
sentada en un banco de madera

yo miraría el mar
sobre la rambla
en el silencio
de los primeros días de diciembre

la luna
fuera del encuadre
más alta al nordeste

**

siempre estuve ahí

**

dejar el dolor
estar
lo que pasó

despierta sobre las heridas


**

s
e escucharía el agua
en el balanceo
sobre una línea blanca

variaciones en espiral
que ocultan el movimiento


**

sostiene la atención
en los detalles
de eso que duele

**

siempre quiero estar ahí




tres


1.

Vittorio se descubre
sobre la pared que alumbra
el foco de la calle:
un contorno nítido
que sigue sus movimientos

se detiene
levanta los brazos con las manos abiertas
da unos pasos de baile
avanza y vuelve
sobre la sombra que cambia de tamaño

perfiles
frentes
cada posición es un dibujo
una pertenencia
a los dos años y medio
caminando

2.

ha llovido apenas
volvemos a casa
en el apuro de la hora


mi hijo mayor conversa
acerca de la noche
fines de febrero 2003


con la cría
alerta
desde hace tres millones de años


3.

Laetoli Tanzania

2 de agosto de 1978
a las 10:45 Mary Leakey
se incorpora repentinamente
enciende un cigarro
vuelve a agacharse
observa
las marcas de los pies en la piedra
ha encontrado algo importante:



4.

l
a estación seca termina

sobre el fondo continuo
del volcán
nada violento
un atardecer con algunas nubes
las primeras gotas sobre la ceniza


si hubiera llovido más el agua
hubiera borrado las huellas
si hubiera llovido menos el viento
hubiera hecho volar las cenizas


pasan rinocerontes
liebres cerdos elefantes
hienas un hiparión
antílopes el tigre
docenas de papiones

tres homínidos también
van hacia el norte

quizás un macho y dos hembras
una pequeña


a ella
la llamaron Lucy


5.

Lucy se aburre en el paraíso

camina un poco más atrás
todavía no busca comida
ni refugio
las manos libres
y algo como el pensamiento

con la última luz del día
Lucy juega
sobre la ceniza
va apoyando cada pie
para siempre
dentro de la huella del adulto
que se apura adelante


alerta
desde hace tres millones de años
con la cría


6

todo el verano caminamos
ida y vuelta

cada día
cada hora
la luz es diferente

Vittorio se retrasa
prueba la sombra
de los objetos
o del cuerpo
que arrastra sobre la vereda
en ángulo
por las paredes
como un doble que obedece
la orden del juego


las manos libres
y el pensamiento

se aburre Vittorio
todavía


7.

con la última luz del día
sobre la ceniza
desde hace tres millones de años


y solamente
lo fugitivo


cuatro

el agua que corre

movimientos
del rectángulo
en el aire
del fuego

las hojas de los álamos
que vi acostada de espaldas
una tarde
a los doce

o aquella bandera que subían
en la plaza Dorrego
y yo con las rodillas heladas

lo que se hila
como capullo


cinco
sobre la media siesta
amarillo dorado
verde
en algún lugar
el gallo

ahora sueño que escribo
letras como dibujos
y no puedo leerlo
voy ciega tras una huella débil
cuatro dedos
uno para atrás



**

negros
negros
-sólo en la cresta rojo-
negros

mi hijo se ha detenido a verlos:
vigila el movimiento escaso
en la jaula en que los trajeron
agitan un poco las plumas
el inicio de un movimiento
desplegar las alas
mostrarse

observa
traza la imagen con sus gestos

lo veo levantar apenas los brazos

como si quisiera
agitar el cuerpo
prepararlo para el salto


**

negros
negros
-sólo en la cresta rojo-
negros


**

entre la gente que desfila
para los gallos
un niño
pregunta por la belleza

**

vuelve la abuela en el sueño
entra al gallinero silbando
nosotras esperamos lo que sigue:

la elegida prendida por las alas
el tajo en el cuello
y después
las manos como si nada

retengo la escena
para saber cómo lo hacías


**

canta cuando amanece
y vuelve
a cantar
cuando el día
desaparece

seis

me ha llamado por teléfono
a media mañana:
leí algo muy triste en un libro
después te cuento

repaso mentalmente la escena:

Pablo sentado en el sillón del escritorio
gira de izquierda a derecha
la mirada rápida sobre la biblioteca

a los ocho años
los títulos
tienen cuerpo
un mapa fantástico
para el juego de perderse

sin verlo
intento seguir
el movimiento de sus ojos
los colores que se destacan
en los estantes

las letras
las tentaciones

a las cinco y media de la tarde
trae el libro
página quinientos cuarenta y seis:

dentro de 8000 años, al agotarse,
el sol se volverá enormemente grande
y convertirá a la tierra en un desierto
estéril, sin agua y sin atmósfera



ritornello

hemos leído las mil y una noches
habrá sueños de anillo mágico

antes de apagar la luz
los miro dormir
reconozco el olor
de sus cuerpos
la dulce transpiración

-si rezara-


De, El mal abrigo


Laura Forchetti





Nací en Coronel Dorrego, casi en la primavera de 1964. Todavía vivo aquí. Participé del taller de escritura de Mirta Colángelo, en Bahía Blanca y ahí también me formé como coordinadora de talleres; hace más de diez años que coordino talleres en Dorrego.
No tengo libros de poesía publicados.
Participé en la antología “ 23 chichos bahienses”, de Editorial Vox.
Email de contacto: lforchetti@yahoo.com.ar


Mensaje enviado por Laura antes de enviar su material: La belleza del primer procedimiento: buscar una fotografía de infancia. Hace tiempo que no las miraba. Casi todas en blanco y negro. Hay muchas. Mi padre las revelaba él mismo. Algunas pequeñísimas, seis por seis, con borde blanco en picos. Las he buscado de una manera nueva, con una mirada atenta y diferente. ¿Dónde estaba entonces la poeta que imagino hoy? ¿En qué juegos era feliz? ¿En qué detalles del mundo se detenía? ¿Con qué soñaba? En casi todas me veo sonreír. Me gustan aquellas en que estoy jugando, muchas con mi hermana: disfrazadas, con las muñecas, en el patio lleno de maderas de casa. Me quedo finalmente con una fotografía en el mar. A la distancia, en el gesto que no recuerdo pero que fue de tocar el agua, de hundir los dedos en la arena, todavía me reconozco. Hay una belleza misteriosa en este juego de presentarnos con una foto de infancia. Como si develáramos un secreto o un tesoro. Eso que vive en nosotros, más cerca o más lejos, pero siempre volviendo en nuestros ojos. Siempre volviendo en las palabras que nos iluminan y que nos duelen. Casi noche del miércoles. Llueve. Bajo la voz del agua que cae sobre los árboles de la vereda, he jugado a encontrarme con la que fui.... Laura F. (hoy mismo mando los poemas, mientras preparo lo demás, incluida mi foto en el mar)



MALU URRIOLA


Mi rito es cambiar constantemente de rito. Escribo como un boxeador peso mosca pelearía su último round con el fracaso, como un sastre construye un traje, como una puta haría el amor. La poesía es para mí, un oficio más entre miles. Tal vez sublime en un punto narciso, de este gesto infantil de estar todo el tiempo descubriendo y descifrando el misterio, belleza y miseria de la vida.
Siempre he pensado que escribir es un ejercicio innecesario. Sin embargo, el placer barthiano puede más, la pulsión de la littera puede más que mi titubeante cabeza.
Escribo en todas partes, situaciones y lugares, con luz y sin, aunque rara vez saco una libreta. Así es que me he entrenado en el ejercicio de la memoria, que es un ejercicio frágil y que porta además otros ejercicios como la renuncia y el desprendimiento…¿no? He renunciado y olvidado más versos de los que he llegado a escribir, afortunadamente para mi y el resto.
Porque finalmente el asunto de la poiesis es el mismo que el del perro que trata de morderse la cola. Un juego con la poesía misma.
Sí y no. O no y sí. Trato de crear mundos, de construir escenarios. Y para ello requiero ponerme a leer, e investigar de cabeza. Antes de pensar en agarrar un lápiz.
Me seducen los mundos, los cuerpos de libros que porten una cierta tensión, las apuestas y los riesgos estéticos, políticos y de vida. Para vivir y escribir poesía hay que tener huesos que no teman hacerse polvo.
Lo importante es el camino que me hace recorrer el libro que esté escribiendo. Las puertas que abre. Las que cierra. Los mundos en los que me sumerjo. Escribir es una de las más hermosas aventuras que he elegido vivir. Mi madre cuando era niña, me decía que tenía que hacer de mi vida lo que me apasionara. Y escribir y experimentar el juego de la vida son mi pasión.
Como en todo en mi vida, tengo tiempos de pasión y entrega ciega. Otros de ciega lucidez y retiro. Cada libro me ha llevado 3 o 4 años. Y soy una convencida que en cualquier cosa que una trabaje, existe un 20% de inspiración y un 90 de transpiración. (Suelo hacer sumas inexactas, porque la rigidez de la exactitud me aburre)
La imaginería usa como vehículo a las palabras que a su vez portan el silencio necesario para que una cierta musicalidad aflore. La mismidad de la pregunta aún carece en mí de respuesta y sería el fin del recorrido si la hallara. Mi trabajo está puesto precisamente en tantear, sondear, bucear en la percontari del asunto de la poiesis.


Poemas




GATOS

I

Los gatos chicos a veces mueren
apretados en el hocico de una perra
y parece que juegan
y mueven la colita
pero se están muriendo.
Hacen globitos con la sangre
mientras la lengua arranca
y un sol lúdico tironea su sombra.
El gatito se inclina
proyectando desde los ojos
una noche que se desmenuza
que cae en pedazos toda roñosa
y el cucho reventándose
trata de alcanzar un sol que se inclina
que cae en una noche pataleante
entonces hace como si se ahogara
mientras fermenta la noche
en un día lleno de sol
que cae duro en los techos
en sus ojos vidriosos
y el gato es extinguido
sacado fuera de lo real.



IV


Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cecil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas –tú sabes de qué–
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú una raja, qué te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo,
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.



XI

Lo estropearon todo, baby
y te bailas un rock de malas ganas
porque ellos quieren verte
reventar de noche
ebria
sin hablar con nadie
y de día se lo pasarán pateando gatos
es entretenido verlos pavonearse
con sus chascas y ropitas excéntricas
pretendiendo volver al divino tesoro
qué va, son iguales a los demás
las grandes lumbreras del mundo
devorando ratas en las bibliotecas
bebiendo de noche en algún bar snob
de algún barrio snob
y salir snobmente borrachos
trágate esa vaga sensación de techos
despoblados, pendeja
y ve a emborracharte hasta que revientes
con tus amigos oligofrénicos
a quién le importa
que el último gato gris se aleje
en medio de los cachureos del techo
y que a lo lejos Bob Dylan gima
“like a rolling stone”.


De, Piedras rodantes




Todas estas mujeres salen cubiertas de pieles de la ópera, yo escucho a Jessie Norman semidesnuda, bebiendo un poco, escribiendo estas cosas que no sé qué son, ni para lo que podrían servir, salvo para otros que están como yo aburridos, sin hacer más que leer o arrojarse en una butaca a ver un buen film, no intento conmover a nadie, la jubilosa masa de gente recorre el centro, y sus ropas cambian de color bajo los innumerables letreros, yo descanso de ellos en este apartamento sin ninguna compañía. Desde la ventana los veo caminar enmudecidos por el tráfico y la música de los clubes nocturnos, un par de muchachos cantan un viejo bolero a la entrada, una fina lluvia comienza a caer. Este es mi futuro, mi tremenda soledad.


En sus adaptadas caras los años pasan sin perdón, es mi fastidio lo que los mantiene vivos, si no los viera felices cuando el tiempo se invierte, pensaría que la vida ha sucumbido, por suerte ha pasado la hora, mientras la lluvia cae más gruesa, la calle ha quedado sola, cojo del frasco un par de pastillas y me hecho a dormir.

***

Santiago en ruinas, abril de 1992


No necesito nada más esta noche,
No quiero oír viejas anécdotas de poetas.
No sé si veré el futuro, si al menos
lo veré pasar por estos ojos.

Espero en la única gloria de los castrados.
Me abandonaré al silencio,
como un criminal abandona las armas y el placer
de la sangre.


De, Dame tu sucio amor




Pasé el sábado tumbada, fumando y leyendo, otra vez perdiendo el tiempo, tú sabes que el tedio me hace leer mucho y perder mucho el tiempo, me quedé pegada mirando al techo como una idiota, trivializada como una idiota, porque sólo una idiota puede espantar esta pena, no quería oírte, no quiero escucharte... me hace bien quedarme sorda, me hace mal, me saco el brazo para calmarme, lo tiro sobre la cama y me calmo, no sabes cómo me calmo, porque sin este brazo no soy nadie, nadie, sin este brazo soy la pobre inútil que quisieras ver, sé que desearías verme sin este brazo, sería tu triunfo que me quedara muda y no te hablara, y es que no te hablo, leí La amortajada sola, solita, amortajadita... entonces no tenía esta boca, esta herida tuya sobre el lomo que no se cierra... entonces no escribía ni era como si lo hiciese, sorda era sorda y no hablaba de nada y no tenía nada que escribir a nadie, ni me importa si te gusta la Bombal, ni sentía este impulso de averiarme, ni de escribir como una bruta, porque sólo una bruta bracea contra la corriente, sólo una bruta escribe en estos tiempos brutales, porque soy incapaz, tosca y necia, bruta la que cree que escribiendo vive, que escribiendo muere, bruta la que cree que un puñado de palabras sirve para algo, porque soy bruta insisto, porque soy bruta no entiendo, porque soy retardada, porque cada palabra que no pronuncian mis labios me muerden como los hocicos de cien perros... quítame estos perros, no los sueltes... arráncame las cadenas del cuello me lo rebanan, las palabras ya no me abastecen, las palabras no sirven para nada, para nada, ni siquiera dicen lo que querrían decir, las tuyas en cambio son certeras, las tuyas si van a matar, matan. Los pedazos de mí lo saben por eso te temen, por eso te desean. Me arruinan, sabes que las palabras me arruinan, me están revolviendo entera, les temo, les temo tanto como a la ausencia de palabras, el temor es inmóvil, el temor se parece al tedio, como si estuvieran unidos de la misma cabeza, ejecutan la misma telemetría, por eso cuando no escribo, leo, y cuando no leo, hablo, y cuando no hablo, sueño... no me dejes a solas con este tedio, a la deriva muda de este tedio... a la diestra y siniestra del tedio.


***

Afuera daba vueltas un farol rojo y el letrero se caía a pedazos como de boite de mala muerte, como si fuésemos a estrellarnos contra la muerte, el hombre sacó una pequeña llave. Ladraban los perros, y el hombre nos condujo hasta un cuartucho que no volveríamos a ver, encendimos la TV y unos porros, luego me fumé un cigarro detrás de otro, uno detrás de otro y te contemplé hablar y hablamos del cuartucho, de la cojera del hombre, nuestra propia cojera, de la noche que corría con una prisa extraña, las nubes pasaban rápidas, azulosas, violáceas, como golpes de la vida, como si nos fuésemos a golpear contra la vida, el hombre trajo dos cafés que se enfriaron sobre el velador, en un rincón del cuarto quedaban los restos de una fiesta que otros dejaron, qué ganas de tomarme un trago, te dije, tú te acercaste lentamente, al contrario de las nubes, al contrario de la noche que corría aprisa, al contrario de los perros que no dejaban de ladrar, de vez en cuando se callaban, y se callaban hasta que las luces de un automóvil se estrellaba contra los vidrios y encendía el cuartucho que dejaba ver tu cuerpo y luego venían las sombras que te cubrían, lejos de casa, tan lejos de casa y en la radio con las pilas medio muertas la Janis cantaba bye, bye, baby.


***

Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta... daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que es-cribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las palabras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cortarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me desespero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encontrar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las palabras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resistir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas pa-labras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él. Sabe que cuando no dé más deberá tomar la empuñadura y rajar la muñeca de mi otro brazo, sabe que aunque son pares sólo él puede hacerlo, sabe que él será el último en abandonar, lo sabe, como sabe también que será capaz de dejar de escribir porque escribir me daña a veces, mi brazo sabe que escribir daña porque es él quien escribe, cuando mi brazo escribe sabe que está doliendo, quemando, sabe que me revuelvo toda, por eso mi brazo dejaría cualquier cosa para calmarme. Es este brazo quien te olvida, no yo, porque mi brazo sabe que estando juntos somos capaces de resistir tu falta, que podemos trazar tu recuerdo, en cambio si me faltara este brazo yo me quedaría muda, me quedaría postrada, no podría resistir, no podría, por eso no te doy este brazo ni se lo daría a nadie, porque este brazo es el único capaz de librarme de mí.


De, Hija de perra




Como si escribiera,
como si soñara que escribo
levanto una copa por esa noche que nos perdimos por Baires
y la trava exhibía sus gomas recién operadas
y me seguiste de bar en bar,
de noche en noche,
de muerte en muerte,
mientras el esmeralda de tus ojos
se clavaba en mí.
Lo mío es lo pequeño, lo inexacto, lo turbado,
lo que apenas puedo ver es lo que la cabeza comprende,
no escribo cosas extraordinarias,
no tengo el tic del poeta nacional,
detrás de la flor, la humedad.
No nacimos para nada grande,
apenas conseguimos una vida de artificial luz amarillenta
sobre la cabeza,
lejos, lejos de la cabeza,
existe un lugar donde los cóndores rozan la cordillera
como si por alas tuvieran palabras
Abajo la carroña citadina y la cruz del sur iluminándonos el cuero,
abajo la tierra, bajo los pies la tierra,
bajo la tierra, el cielo y el deshuesado recuerdo
de miles que tampoco han muerto para nada grande.
Al frente tus ojos, el pasado del futuro y el futuro del pasado
y esas caminatas por el Forestal
cuando no teníamos nada y por ello,
el mundo era nuestro.


***

Anoche soñé que estaba en mitad del desierto
y una anciana me preguntó si yo era dios.
¿dios? –dije- y una culpa indescriptible se apoderó de mí.


De, Nada


Malu Urriola

Malú Urriola, nació en Santiago de Chile en 1967. Ha publicado: Piedras Rodantes, Ed. Cuarto Propio 
(1988) ; Dame tu sucio amor, Ed. Surada (1994) ; Hija de perra, Ed. Cuarto Propio, (1998);  Nada, Ed. LOM. (2003) ; En el 2002 recibe la Beca del Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura para realizar el proyecto poético de intervención urbana Poesía es lectura de poesía desde globos aerostáticos. En 2004 recibe el Premio Mejor Aporte Televisivo, que otorga el Servicio Nacional de la Mujer a medios de comunicación, por el guion Sofía, (Una historia de maltrato a la mujer) dirigido por Christine Lucas; serie Cuentos de Mujeres, transmitido por Televisión Nacional de Chile en 2003. En  2004 se le otorga el Premio Municipal de Poesía y el Premio Mejores Obras Editadas 2004, que otorga el Consejo Nacional del Libro, por Nada. En 2005 recibe la beca de creación literaria que otorga la Fundación Andes para escribir el libro Bracea (inédito). En  2006 recibe el Premio Pablo Neruda, por su trayectoria poética. Trabaja, además, como guionista de televisión y cine. mail: maluurriola@gmail.com