La poesía es un presagio. Escribo aquello que quisiera ser y no me animo. Creo que existe una verdad bajo la superficie de las palabras.
La poesía me guía y si me dejo guiar, escribo todos los días. Cuando estoy encerrada en mí misma dejo de escribir y esa es la señal que me avisa que he perdido la fe. Entonces vuelvo a escribir y entregarme a su ritual. Me amplío en su territorio y me siento libre.
A veces, imagino que vivo así, escribiendo y leyendo como en una danza por fuera del mundo.
No tengo un plan a priori pero sí, en algún momento, hay un ordenamiento de todo lo escrito. Allí comienza a definirse un camino o varios. Puedo trabajar en paralelo. Es fácil, siempre hablo de lo mismo: el tiempo, el amor y la muerte, sus misterios.
Aprendí a dejar descansar los textos y ahora es algo muy importante para mí, me lo enseñó Romina Freschi. Para poder corregir debo haber pasado un tiempo fuera de ellos, de este modo mi mirada está desapegada y desafectada. Me sumerjo en ellos y observo a dónde me llevan, siempre hay una luz que los atraviesa, no podría vivir sin la magia de la luz envolviendo las cosas. A veces, tengo la sensación de que fueron escritos por otra persona, en algún lugar que no conozco, eso me impacta.
Como fotógrafa que soy, la poesía es para mí una imagen tras otra; no siempre estas imágenes tienen forma definida, a veces son como nubes o como el humo, ideas que se materializan a través de la palabra escrita.
Lo curioso es que mis fotos sí provienen de la música o de los sonidos.
Me gusta mezclarlas o unirlas, foto poesía música. Un mundo ideal.
***
Poemas
debo aprender
de la lluvia
más que de mis padres
y a mis maestros
olvidarlos
la fuerza radica en el tiempo
constancia irreverente
que penetra y transforma
sin notarlo
el mundo entero
hoy, lluvia débil
todo el día lluvia débil
continua
incesante
inagotable
imparable
debo aprender
otro día, tal vez
detrás de la cortina
cosmo naranja que invade la casa
puedo volver
cerrando los ojos
caer en el pecado
de lo que quiero ser
debajo de un árbol de pomelo se encuentra toda mi vida
todo lo que fui me aburre
ir y venir diciendo qué hago y haciendo lo que digo
una máquina
de escribir
de incluir
títulos
en la lista de los
curriculum
pero el sol entibia de una manera tan bella
que es un abrazo
y hay tantos verdes
necesito
de una tarde entera
para mirarlos
a todos
nos tiran al mundo
y nos apartan
de lo que el mundo
tiene
con lo que el mundo viene
correr por ese puesto
la medalla
el oro
el diploma
y luego, parecer jóvenes
otro deber
al que
nos someten
amorosamente
con pomitos traídos
de la guerra
¿por cuánto tiempo
debo vivir
si no tengo tantos vestidos?
y yo que quisiera hacer nada por estos días, nada:
comer chocolate y dormir
cuando tenga ganas
y no tener que soportar
toda esta culpa
y todo
un mundo arriba mío
un poncho rojo
un globo terráqueo con luz
y un león de peluche
conservo eso
¿para qué?
ay! si ya no quiero esta historia
cocoliche
entonces
me voy lejos
para tener algo nuevo
mío
propio
sin el aliento de esa muerte
súbita
salada
solitaria
una muerte rodando
por el camino, asfalto, frío, viento
De Temporada de Elipsis (Inédito)
Lucila Bodelón
Nací en Buenos Aires. Una hermosa ciudad donde estudié, trabajé y me vinculé con gente maravillosa. Armé un estudio dedicado a la fotografía que fue mi universo/ hogar durante casi 20 años. Adoro los libros y los grupos de estudio en los que se bebe despreocupadamente como si transitáramos por otros universos. Hubo un tiempo en que viví en el medio del monte y las sierras en donde escribí, saqué muchas fotos y organicé residencias para artistas. La naturaleza me cautivó, me dio miedo, me aburrió y me transformó.
Hoy vuelvo a elegir el amor y la ciudad. Vivo en Madrid.
bodelon.info
@lucbodelon
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