Escribo donde puedo y cuando puedo. Vale decir, cuando las ganas de escribir se presentan, casi siempre bajo la forma de una urgencia. Digamos que no parto de un proyecto deliberado, sino de algo que se produce y que desencadena en una idea, o una imagen que debe ser traducida a palabras, o un ritmo que debe ser vertido para así poder deshacerme de él. Los desencadenantes dependen de lo que pasa a mi alrededor, por lo que tanto la música como el silencio pueden funcionar como detonantes. Lo previo es un estado que yo llamaría propicio. No sé a ciencia cierta cómo se alcanza, aunque a veces intuyo que haciendo tal o cual cosa puedo alcanzarlo. Recuerdo que durante mucho tiempo la pura eufonía de ciertas palabras, algunas manifestaciones del clima o incluso determinadas maneras de la luz me ponían automáticamente en situación de escribir. Como desde hace muchos años vivo cerca del Jardín Botánico, una de mis actividades favoritas era ir a leer allá y siempre la luz, filtrándose por entre los árboles y formando conos, me ponía en buena disposición para escribir.
Por otra parte, prefiero escribir directamente en computadora, pero como las cosas pueden pasar en cualquier lado, estoy equipado de una libreta y de la correspondiente lapicera.
No tengo plan, pero tampoco me limito a "lo que va surgiendo". Digamos que surge algo y ése algo me revela alguna dirección. Las lecturas no son posteriores, sino que a veces son una de las maneras de alcanzar ese estado propicio del que hablaba más arriba. Cuando escribí mi libro Standards, en el que trataba de reescribir las letras de determinadas canciones de jazz que conocía muy bien, me servía considerar ciertas versiones en particular. Si se me permite la enormidad, hacía mentalmente como hace Keith Jarrett cuando agrega al lado del standard que va a tocar el nombre de algún músico que lo haya tocado antes, como para indicar la versión.
Siempre dejo descansar los textos. A veces, incluso, por años. Por lo general, corrijo todo y muchas veces. Desconfío de los versos que salen automáticamente y, como quería Pound, también de los que más me gustan. Allí, en líneas generales, no está el poema y sí una de las formas más triviales de la vanidad. A veces ideas, a veces imágenes –que no deben ser automáticamente asimiladas a la categoría visual, ya que una imagen es algo mucho más complejo–, a veces música. Diría que las más de las veces música e imágenes. No podría decir más de mis propios poemas porque, aunque los lea después de escritos, ya no representan para mí lo mismo que significó escribirlos. Ahí anduvo la cosa y después, ya no es asunto mío.
Los poemas serán buenos o malos, comparativamente mejores o peores que los que escribí antes o que los que escribieron otros. No me importa: nadie me quita la satisfacción de haberlos escrito y nadie comprende esa satisfacción en los mismos términos en que yo la experimenté. Esa es una de las dos formas de felicidad que me permite la poesía. La otra tiene que ver con la lectura de los versos de otros. Reconocer lo que haya en ellos de poesía –algo que no siempre se logra– es la otra forma de la felicidad. Y cuando consigo llegar a ese punto, me siento de veras orgulloso.
Siempre dejo descansar los textos. A veces, incluso, por años. Por lo general, corrijo todo y muchas veces. Desconfío de los versos que salen automáticamente y, como quería Pound, también de los que más me gustan. Allí, en líneas generales, no está el poema y sí una de las formas más triviales de la vanidad. A veces ideas, a veces imágenes –que no deben ser automáticamente asimiladas a la categoría visual, ya que una imagen es algo mucho más complejo–, a veces música. Diría que las más de las veces música e imágenes. No podría decir más de mis propios poemas porque, aunque los lea después de escritos, ya no representan para mí lo mismo que significó escribirlos. Ahí anduvo la cosa y después, ya no es asunto mío.
Los poemas serán buenos o malos, comparativamente mejores o peores que los que escribí antes o que los que escribieron otros. No me importa: nadie me quita la satisfacción de haberlos escrito y nadie comprende esa satisfacción en los mismos términos en que yo la experimenté. Esa es una de las dos formas de felicidad que me permite la poesía. La otra tiene que ver con la lectura de los versos de otros. Reconocer lo que haya en ellos de poesía –algo que no siempre se logra– es la otra forma de la felicidad. Y cuando consigo llegar a ese punto, me siento de veras orgulloso.
Richard Thompson
ALFABETOS
El ronco mecanismo de un motor hace que el vidrio vibre.
La noche es gutural, es consonante
y apenas pasan las horas subrayadas
por el ruido sordo de la estufa,
del ascensor que baja,
de una sirena salida de las sombras.
La lengua del insomne se apoya en cavidades
y el aire transcurre por los huecos
que le deja el entresueño a la vigilia.
Los días, sin embargo, son vocales
delante de un espejo, la radio, el desayuno,
cerrar con doble llave y ver el mundo
golpeando contra el yunque de la luz.
Y así, resultan sílabas porfiadas,
que, unidas, confirman las palabras
de la mañana misma, cuando empieza
la propia oscuridad.
Ahora, exactamente, un submarino cruza el mar.
Adentro alguien golpea
sigue el ritmo de la música con la cuchara de la sopa en la pared
de acero.
La cinta es vieja y lleva escrito "grandes éxitos".
Pero desciende el submarino y aumenta la presión
hasta llegar al punto en que las cosas
empiezan a hacer crac.
Arriba, alguien que lee sobre la arena de una playa,
se distrae siguiendo con la vista
a un pájaro que pasa, surcando las nubes desflecadas.
Un instante preciso en el que el sol y el cielo rojos,
la curva trazada por el pájaro que la mirada sigue
la espuma dura y blanca de las olas
ocultan la explosión.
Después, el horizonte como siempre,
la cresta de una idea sumada a la resaca,
una medusa seca,
los pólipos, la toalla,
el viento de la tarde que agita las páginas del libro,
un brazo o una pierna que llegan a la costa,
acaso una gaviota.
CALAMAR
Molusco cefalópodo me dice el diccionario,
pero yo veo una bestia blanda, inerte sobre un plato
que pongo debajo de agua fría mientras busco
hasta palpar la espina, cuidando que la tinta no se pierda
porque guarda tal vez secretos abisales
O lo que Conrad dijo y vio en el sueño:
otra vida, otro destino,
ajeno a la cebolla que se dora,
los granos de pimienta,
El caldo sobre el fuego.
Es un día claro, de cielo azul sin vértigo,
pero por un momento la nuve mancha el verd,
opaca los cercos y senderos, los túmulos, la turba,
y el paisaje de Irlanda no es Irlanda, sino yo
poniéndose unos sueños a la tarde
tan vanos y aleatorios como siempre,
que al fin y al cabo no le corresponden.
Busqué una imagen que no entra en el presente austero y obligado
de estos días.
Los pensamientos que ahora, apenas hilvanados,
dependen de la agenda,
remiten a un pasado que ya no reconozco como propio.
Por eso canto el mar, que me es ajeno.
Llegamos en camión y había alguaciles,
y entre las pocas nubes,
un sol redondo y amarillo flotando en un extremos de la calle.
Un comité de recepción exacto, a la medida
de algún modesto sueño de verano.
LOS POETAS
Como Platón, echarlos,
sacarlos a patadas en el culo.
Peor los narradores que no leen poesía.
Analfabetos.
sacarlos a patadas en el culo.
Peor los narradores que no leen poesía.
Analfabetos.
ESPÍRITU DE CUERPO
El periodismo, las letras, el arte en general
está lleno de tipos infatuados
que el periodismo, las letras y el arte en general
vuelven leyenda o historia fabulosa,
papel de redacción, materia de homenajes.
Y hay un público dispuesto a que le digan,
un público de fechas y parroquia,
tal vez poco exigente,
dispuesto a consumir lo que le den
el periodismo, las letras, el arte en general.
está lleno de tipos infatuados
que el periodismo, las letras y el arte en general
vuelven leyenda o historia fabulosa,
papel de redacción, materia de homenajes.
Y hay un público dispuesto a que le digan,
un público de fechas y parroquia,
tal vez poco exigente,
dispuesto a consumir lo que le den
el periodismo, las letras, el arte en general.
A POUND
Cómo te entiendo.
Y no viviste para ver el mundo lleno
de licenciados en casi cualquier cosa.
TRABAJO EDITORIAL
Y no viviste para ver el mundo lleno
de licenciados en casi cualquier cosa.
TRABAJO EDITORIAL
Conserva las maneras de la que fue su clase:
una elegancia austera que elige colorado en vez de rojo,
huesos largos, pronunciación perfecta, algo cansada
muy poco maquillaje.
En su trabajo lidia con las bestias
que engendran las ficciones que corrige
y acaso que mejora por oficio, porque sabe,
incluso aunque no escriba,
que no es así, no de ese modo,
pero no puede
ponerlo por escrito con su voz
porque no tiene manera de contarlo.
OPINIONES
Fue una lectura opaca.
Antes de que poetas y amistades,
según su afinidad, se dispersaran conforme a la costumbre,
lo más notable fue la cucaracha,
que así, sin estridencias,
marchaba sobre el saco de un tipo con hombreras
que no dejaba oír, que criticaba
lo que llamaba "errores del realismo socialista"
mientras tomaba un vaso de agua mineral.
Antes de que poetas y amistades,
según su afinidad, se dispersaran conforme a la costumbre,
lo más notable fue la cucaracha,
que así, sin estridencias,
marchaba sobre el saco de un tipo con hombreras
que no dejaba oír, que criticaba
lo que llamaba "errores del realismo socialista"
mientras tomaba un vaso de agua mineral.
JOSE LUIS MANGIERI
"Hay cosas que un hombre no puede hacer ni para salvar
a una nación". Decía frases así, ignorando el valor de su
pasión, y las olvidaba un momento después.
a una nación". Decía frases así, ignorando el valor de su
pasión, y las olvidaba un momento después.
William Butler Yeats
No cambió, sigue pensando como antes,
pero está atento a los detalles que encuentra a cada paso
en el presente,
como esas ramas sueltas que insiste en recoger para el asado
con el que llena la vida de los otros el sábado a la noche.
Él no cambió, pero la gente sí.
La gente no es la misma. Los jóvenes, tampoco.
Y ese otoño se llega hasta la marca a las cansadas,
sin esperanza, apenas por decencia.
"Mi amigo –dice ausente- ahora es una foto sobre un palo".
Y sabe que los muertos en los diarios no huelen casi a nada.
Lo que queda de su amigo es esa frase cierta, pero vana,
imagen del desastre que cede a quien la escriba.
POLÍTICA
Hubo asado, como siempre,
y hablaron de lo mismo debajo de la parra.
Una mosca, sin embargo, sabía lo que hacer frente a los restos.
Los hombres estaban discutiendo.
La mosca exhibía su pasión.
LAMENTO
La vida de mi padre ha transcurrido
entre gobiernos militares, radicales, peronistas.
También mi vida ha transcurrido
entre gobiernos militares, radicales, peronistas.
Sin duda, los nuestros son destinos muy modestos,
porque da vértigo pensar que el tiempo es infinito,
pero que a uno le tocan cincuenta, sesenta años,
quizás setenta y pico y nada más,
y furia saber que el marco es tan mezquino,
siempre injusto,
estúpido también.
LA EXTRAÑA TRAYECTORIA DE LA LUZ
Siempre fue llegar cuando era tarde
y preparar el bolso con perfume y espuma de afeitar.
Y siempre fue la espera, los pasos en la sala, al fin el timbre,
el médico y el aire de la noche,
seguir a la ambulancia con un taxi,
reclamar una admisión, firmar papeles,
cambiar información sentados en sillones,
sentados en un bar,
con los nervios crispados pero atentos,
dispuestos a aferrarnos de los signos,
la cáscara de algo.
Y nuevamente esperas. Recuerdo las esperas,
las sombras que crecían con las horas.
Y cada movimiento era una excusa
para cruzar miradas,
para perder el hilo de las cosas,
medir, por hacer algo, la extraña trayectoria de la luz,
la inmensa oscuridad del signo que buscamos y no llega.
EL SUERO
Cuando le buscaban la vena a mi papá para ponerle suero,
mi hermano, al ver las muecas de dolor, me dijo
¿te imaginás los torturados? ¿te imaginás cómo sufrieron?
Por un segundo pensé en Nora, y entonces pasó un tipo.
cara díficil –dije. Los dos nos sonreímos.
Así, frente a esos hechos, se abrió un mundo
de oscuridad y de hienas mientras yace
torcido en la camilla mi papá.
con mi hermano imaginamos cosas esa vez para pasar el tiempo.
lo único concreto era el invierno y esa guardia de hospital,
Los dos cagándonos de frío.
mi hermano, al ver las muecas de dolor, me dijo
¿te imaginás los torturados? ¿te imaginás cómo sufrieron?
Por un segundo pensé en Nora, y entonces pasó un tipo.
cara díficil –dije. Los dos nos sonreímos.
Así, frente a esos hechos, se abrió un mundo
de oscuridad y de hienas mientras yace
torcido en la camilla mi papá.
con mi hermano imaginamos cosas esa vez para pasar el tiempo.
lo único concreto era el invierno y esa guardia de hospital,
Los dos cagándonos de frío.
HOSPITAL
En esa habitación de paredes desconchadas
lo único claro y neto,
las manos de mi padre.
200 BERKELEY PLACE, PARK SLOPE, BROOKYN
La tarde es muy oscura y hay una mancha azul e inexplicable
debajo de la nieve.
Encima de la nieve los perros hacen pis.
Despejo la escalera y dejo que la pala golpee el pavimento
que suena destemplado como un tambor de piedra.
Los vecinos responden con sus palas y echan sal
parados en las sombras.
No hay diálogo posible
No para de nevar.
MASCARDI
Es difícil describir
el trabajo de los hombres que cortaron
los troncos, tendieron unos cables
y hundieron un arroyo de agua fría
donde lavé tomates,
cercado por las copas de los árboles
pegadas contra el cielo
como papel glacé.
CERTEZAS I
Después de varios días,
al tomate le sale una corona de inmundicia.
Las ballenas emigran hacia el norte.
Espera el cocodrilo hundido entre las cañas.
Los cactos del desierto florecen cuando llueve.
El berro siempre crece al lado de las zanjas. Cede el lodo
y arrastra a la montaña, con piedras y con palos, cuesta abajo
Los restos del naufragio yacen muertos
perdidos en el fondo de mares solitarios. La madera
se pudre. Y en la nieve
hay un conejo blanco al que persigue un puma
Ambos corren en silencio. Saben
qué hace cada uno en ese drama:
seguir, acelerar, cambiar de dirección,
quién estira la zarpa,
a quién se le quiebra el espinazo.
Todo sabe qué hay que hacer.
Yo, no.
COMIDA
al tomate le sale una corona de inmundicia.
Las ballenas emigran hacia el norte.
Espera el cocodrilo hundido entre las cañas.
Los cactos del desierto florecen cuando llueve.
El berro siempre crece al lado de las zanjas. Cede el lodo
y arrastra a la montaña, con piedras y con palos, cuesta abajo
Los restos del naufragio yacen muertos
perdidos en el fondo de mares solitarios. La madera
se pudre. Y en la nieve
hay un conejo blanco al que persigue un puma
Ambos corren en silencio. Saben
qué hace cada uno en ese drama:
seguir, acelerar, cambiar de dirección,
quién estira la zarpa,
a quién se le quiebra el espinazo.
Todo sabe qué hay que hacer.
Yo, no.
COMIDA
Recorre el vidrio con el dedo.
Del otro lado, apenas sumergido, hay un pichón de yacaré.
Ella sigue tercamente el recorrido que él le traza.
No duda y me sonríe. Pero veo
que de la boca de otro bicho, en un rincón oscuro del acuario,
asoma una cola de ratón.
Allá estaba mi hija, que no sabe.
Tal vez no haya remedio.
Del otro lado, apenas sumergido, hay un pichón de yacaré.
Ella sigue tercamente el recorrido que él le traza.
No duda y me sonríe. Pero veo
que de la boca de otro bicho, en un rincón oscuro del acuario,
asoma una cola de ratón.
Allá estaba mi hija, que no sabe.
Tal vez no haya remedio.
LUNA URBANA
Los hechos relevantes de este día son muy pocos:
estuve con Giannuzzi,
conecté cuatro parlantes al amplificador
y ahora la música se escucha mucho más, mucho mejor.
Para probarlo puse un disco.
Bailamos con mi hija.
Después, los tres miramos a la luna.
de nadie más era esa luna que miramos
y nadie más puede mirarla como nosotros vimos.
¿En esto consiste ser feliz?
Nadie se hace esa pregunta y nadie puede contestarla.
estuve con Giannuzzi,
conecté cuatro parlantes al amplificador
y ahora la música se escucha mucho más, mucho mejor.
Para probarlo puse un disco.
Bailamos con mi hija.
Después, los tres miramos a la luna.
de nadie más era esa luna que miramos
y nadie más puede mirarla como nosotros vimos.
¿En esto consiste ser feliz?
Nadie se hace esa pregunta y nadie puede contestarla.
ANA
De madrugada, parada entre las sombras,
me despierta y pide que me corra porque dice
que tuvo pesadillas.
Le hago un lugar a nuestro lado.
La tomo de la mano
y, sin mediar palabra, nos dormimos.
Después, a la mañana, le pregunto.
"Eso fue ayer, papá
la noche fue de ayer,
con luz no tengo miedo a los seis años."
me despierta y pide que me corra porque dice
que tuvo pesadillas.
Le hago un lugar a nuestro lado.
La tomo de la mano
y, sin mediar palabra, nos dormimos.
Después, a la mañana, le pregunto.
"Eso fue ayer, papá
la noche fue de ayer,
con luz no tengo miedo a los seis años."
GOLPES
Había un mundo de volcanes y el cielo sobre el mar
y a eso de las siete abro los ojos
como quien busca en vano una saliente,
llegar hasta la esfinge.
Parado enfrente del espejo
quiero saber cuál es mi cara de este día.
El resplandor del solo se cuela en las persianas.
Luz. La Luz, los colectivos
y ruidos del martillo un piso más arriba.
Pero ahora la niña me reclama
para que ponga el agua a calentar y le preparé el té
sin margen para mares o volcanes
esfinges o preguntas.
De, Los últimos tres años
Jorge Fondebrider nació en Buenos Aires en 1956. Poeta, ensayista, traductor y periodista cultural, colaboró con los principales diarios y revistas de Argentina. Entre 1986 y 1992 fue secretario de redacción de Diario de Poesía, cuyo consejo de dirección integró durante los primeros diez años de existencia de la revista. Desde el 2002 a 2006 se desempeñó como coordinador de eventos y publicaciones del Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. A la fecha, sus libros de poesía son Elegías (sin mención editorial, 1983), Imperio de la luna (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1987), Standards (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1993) y Los últimos tres años (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2006). Asimismo, publicó el volumen Conversaciones con la poesía argentina (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1995), que reúne entrevistas con 29 poetas nacidos entre 1919 y 1940; seleccionó y prologó sendas antologías poéticas de Joaquín O. Giannuzzi (Buenos Aires, C.E.A.L., 1988) y Juan Gelman (Buenos Aires, Espasa Calpe, 1994), editó y prologó la Obra poética de César Fernández Moreno (2 volúmenes, Buenos Aires, Perfil 1999), compiló La Buenos Aires ajena Testimonios de extranjeros de 1536 a hoy (Buenos Aires, Emecé, 2001), Versiones de la Patagonia (Buenos Aires, Emecé 2003), Licantropía. Historias de hombres lobo de Occidente (Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004) y Tres décadas de poesía argentina (Buenos Aires, Libros del Rojas, 2006). Con Pablo Chacón publicó el ensayo La paja en el ojo ajeno. El periodismo cultural en Argentina 1983-1998 (Buenos Aires, Colihue, 1998). Como traductor del inglés y del francés, sus principales trabajos son Tentativa de agotar un lugar parisino de Georges Perec (Rosario, Beatriz Viterbo, 1992), Poemas de Henri Deluy (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1995), En la soledad de los campos de algodón de Bernard-Marie Koltès (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1996), Poesía francesa contemporánea 1940-1997 (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1997), antología bilingüe que reúne la obra de cuarenta poetas franceses de las últimas décadas, El mundo de Gershwin de Edward Jablonski (Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000), Mi hermano James Joyce (revisión y notas, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000), Antología poética de Yves Di Manno (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2000), George Sand. Una vida de mujer en primer plano de Belinda Jack (Buenos Aires, Vergara, 2001). Junto con Gerardo Gambolini, publicó la antología bilingüe Poesía irlandesa contemporánea (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme,1999), que incluye a cincuenta y cinco poetas de las generaciones posteriores a Yeats y, en sendos volúmenes, el ciclo del Ulster (Buenos Aires, Vergara, 2000), una antología de baladas angloescocesas (Buenos Aires, Vergara, 2000) y otra de cuentos folklóricos irlandeses (Buenos Aires, Vergara, 2000).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario