Me siento feliz, en comunión conmigo misma y con el mundo.
Algo más sobre la luz: cuando escribo tiene presencia. Es como una mamá que me mira complacida. Decía Lezama Lima: escribo porque sé que alguien me oye, la que oyó mi nacimiento.
Sí, hay un plan alrededor de un tema que me obsesiona. Intento diversos abordajes: el ensayo, mucha poesía, pintura, escultura, cine. Investigo, tomo notas. Me nutro. Luego vendrán los poemas, generalmente articulados. Leo antes y durante el trabajo de escritura. Es como un telón de fondo que me sostiene y alimenta.
Sí, claro, dejo descansar el texto. No hay otra. A veces, poco tiempo; pero puede pasar un año o más. La escritura es proceso en el tiempo. El intento de poema sigue su curso, escribiéndose en la interioridad, hasta que "encarna". Los ocultos engranajes de la génesis poética- esos mínimos avatares del sentir- y la forma musical, decantan, finalmente. Me interesan la elipsis, la tensión y la música del poema. Para corregir sigo esencialmente un imperativo musical muy personal. Una suave melodía me va guiando en la condensación rítmica y de sentido.
Sin embargo, subsiste una pizca de insatisfacción. Como decía Borges : no hay poemas terminados, hay poemas abandonados.
Son atisbos, iluminaciones. Primero escucho la música (la música es anterior, muy anterior), e inmediatamente asocio con una imagen puntual. Surgen las palabras como dictadas: el aire raspa/ cerca del parque// dan pena/ esas hamacas quietas.
Cuando el poema va a venir, lo siento en todo el cuerpo. A veces un tema me ronda, y por esos triunfos del azar se me representa en una pintura o escultura que me deslumbran y que operarán como escena generadora. Me ocurrió con una instalación de Plessi, un artista veneciano increíble, que descubrí en el museo Miró, en Barcelona; o con Hombre andando, de Giacometti, en una muestra en homenaje a Rodin. Esa marcha a contramarcha de la Vida, la mirada turbia, la rigidez corporal, me inspiraron varios poemas y la imagen hasta la adopté para la tapa de mi libro: Esta es la tierra, corazón. También Mujer sentada, de Hooper y Mujeres comiendo tallarines, de Aída Carballo.
Obviamente mi vínculo con la poesía tiene una gran carga visual. Seleccioné un poema de Ferlinghetti, de Imágenes del mundo perdido, como epígrafe de mi último libro, porque me subyugó la confluencia de imágenes auditivas y visuales, el poder evocativo y el misterio que emana de ellas: podría decir que quizás ella era más feliz/ que todos/ esa vieja solitaria del chal.../ con el pequeño pájaro manso / en su pañuelo.../ y el vagón/ chirriaba a través de los maizales/ tan lentamente que/ las mariposas/ entraban y salían.
Cuerda tendida, la poesía es flecha dirigida hacia un blanco. Me constituye, aunque la sienta, no como puerto de llegada; sino orilla que se escapa. Pero esa imposibilidad de asirla me cautiva, quizás porque se ofrece, en su belleza, indeterminada e incierta, como la vida misma.
Poemas
Mujer sentada
Pero sé que debo hablar de esa puerta,
en un hotel para turistas de la calle Cangallo.
Recuerdo con nitidez un finísimo rayo de sol
y las partículas del aire jugando con la luz.
(Ah el sencillo fulgor de una habitación en penumbras).
Estoy sentada sobre un sucio cobertor.
El conserje me entregó la llave de la diecinueve
y miró con cara de nada
cuando le hablé de tiempo de sosiego.
Cerró la puerta y me dejó queriendo comprender.
(Los mosaicos hacían muecas con su geometría).
Poco importa si por la calle pasa un hombre,
si hay una fábrica, un frigorífico o muchos árboles.
Pero, el aire. ¿Entra por los pulmones, sale o permanece?
¿Qué hago. Qué hago aquí,
en un cuadrado sórdido y ajeno?
Ajeno. Sórdido. Agujero del mundo, digo.
Sentada sobre un sucio cobertor.
Obsesión
Hay mucho por hacer:
azulejos blancos
que brillen
al frote de un trapito.
Insiste el niño en la tarea.
Agua del deseo...
Pero el mundo
sigue despidiendo polvo
y más polvo.
Naturaleza muerta con nísperos
La cabeza se inquieta en la almohada
para ver. Pero no.
La cabeza se inquieta en la almohada
para ver. Y vuelve. Vuelve
la frutera de nísperos colmada: el esplendor.
Se inquieta la cabeza en la almohada
para ver. Pero ni pájaros se ven:
-está tan alto el cielo, aquí.
De, Gestos de minué, Libros de Tierra Firme, 1999
La carcoma
en la madrugada
sube por las calles
un lied de Schubert
sube baja gime
es Ella otra vez
Canta
entre cartones canta
en una lengua extraña
y corre baba, ¿oís?
un himno grotesco
mece la ciudad.
C´est si bon
el piano
dejaba oír suaves notas
y la casa latía
Era cierta la tarde
en la ventana
Ahora
todo es precario, leve , azaroso
bellamente humano
Acaso
el peso de mi cuerpo
sea la única certeza
Esta es la tierra, corazón:
hebras de luz
un acorde sencillo.
De, Ésta es la tierra, corazón, Ediciones Último Reino, 2005
El agua empujó toda la noche yo la llamaba después
entendí que era inútil nombrarla: ella se llamaba a sí misma
todo esto pensaba cuando observé que el río detrás de los ojos
empezaba a secarse
ahora no puedo bajar los párpados
qué es esto de estar vigilante todo el tiempo ayer vinieron
sonidos apacibles y me dormí
este lugar no lo voy a dejar nunca
(El río secreto)
*
Es la llegada de los panaderos del aire
la abuela dice que hay que pedir un deseo y soplar fuerte
para que el deseo se cumpla
ella pide ahí va
(el deseo)
*
Se ha puesto una remerita de buclé a rayas celestes y está bien en
la puerta de calle con el aire y los hombres que pasan en bicicleta
y le dicen tantos piropos –¡mamita!– que se ruboriza qué
importa si en el fondo de la casa la están buscando para secar los
platos o guardar los cubiertos se está tan bien así con esos zonzos
que parece que se babean y ella las puntas bien erguidas de los
pezones mañana se pondrá la otra la de banlon blanca que le
marca más
(en la puerta)
*
El hermano la observa todo el tiempo
¿qué estás leyendo? te pintaste parecés una mascarita sentate
bien cruzá las piernas mirá que las mujeres quedan marcadas
*
Después de muchas vueltas en la bicicleta finalmente se asomó a
una de las ventanas sobre el muro del colegio
la luz intensa de la siesta iluminó los cuerpos
no se atreve a decírselo a nadie y no puede dejar de pensar
por el espejo grande de la habitación también espió a sus padres
ahora ella sabe
*
Siempre admiró a la diosa del jardín
una Venus de yeso con brazos no como la del comedor de lujo
de marfil finísima pero mutilada
por las noches piensa en ella el marido le cortó los brazos y la
arrojó al mar, le contó la Mercedes que parecía conocer la
leyenda de la Venus de Milo:
–Por puta
–¿Puta?
_Sí la que se abre de piernas a cualquiera
(la Venus de Milo)
*
El alma ¿qué conjura?
abejorro abejorro
tan lejos por un instante
(juegos en el patio)
*
El techo del comedor de lujo gotea
Antonia ha puesto un balde y el padre ha subido a la terraza para
encontrar el origen
qué origen no hay origen hay un agua que corre y no cesa
las gotas son cada vez más anchas y la casa hace música de
goterones
el balde en el centro como un dios indiferente
(con música de Cage)
Fragmentos de la nouvelle, El río secreto, editorial El jardín de las delicias, 2016
Marta Braier nació en Tucumán. Es Profesora en Letras egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nac. de esa provincia. Poeta, especializada en Creatividad y Crítica Literarias, dirige talleres de Escritura y Literatura desde 1982 y coordina actualmente el Taller Literario para Jóvenes de la Biblioteca Nacional. Publicó Gestos de minué (Libros de Tierra Firme, 1999); Ésta es la tierra ,corazón (Editorial Último Reino, 2005); El río secreto (El Jardín de las Delicias, 2016), este libro obtuvo el Premio Único en poesía inédita (bienio-2011), otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Reside en Buenos Aires.
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