domingo, mayo 20, 2007

FABIAN O. IRIARTE



La escritura es un rito que admite variantes y excluye otras. No importan el papel sobre el que se trazan las imágenes, no importa la época del año, si es de día o de noche, si hay luz solar o penumbra. No importa el lugar, si hay ruido o silencio. El poema es un tirano: hay que hacerle caso en el momento en que decide aparecer, o se convierte en una molestia que causa intranquilidad o insomnio. Pero siempre escribo primero sobre un papel. Nunca empiezo a escribir en la pantalla de la computadora. El procesador de textos es útil para la etapa de re-escritura: correcciones, divisiones, ajustes de puntuación, juegos, pruebas, borrones y palimpsestos, cortes drásticos y añadiduras necesarias y caprichosas.

No creo en la inspiración, pero creo en la acumulación. Palabras o imágenes van juntándose en la mente hasta que en un momento deciden salir a la superficie porque su encierro se ha vuelto insoportable. Nunca tengo un plan previo de escritura, por eso me cuesta hilar poemas para darles una estructura coherente para que formen parte de un "libro". A menudo descubro, sin embargo, que tienen puntos en común, transiciones previamente ignoradas que los relacionan. Nunca he investigado un tema específico a fin de escribir; mis lecturas, mi experiencia de vida y mis conocimientos previos hacen su contribución de manera espontánea.

Cuando se piensa en la "corrección", se da por sentado que se trata de la corrección en el sentido normativo y gramatical: sintaxis, puntuación, ortografía. Tengo en cuenta esa corrección, pero no siempre la respeto. A veces, la desobediencia de algunas de las normas -a sabiendas y en complicidad con el lector- produce efectos fónicos y semánticos insospechados. También hay otra noción de corrección. La forma determina la función, y visceversa. Corregir un poema significa molestarlo, sacudirlo, violentarlo, no dejarlo en paz hasta que adquiera la forma más apropiada a lo que ese poema quiere hacer y decir. Dejo descansar los poemas durante un tiempo, pero lo hago para prevenir mi propia fatiga. Siempre voy a buscarlos nuevamente.

Cuando comienzo a escribir, solamente tengo un puñado de palabras a mi alcance. No sé si otras palabras seguirán en fila. Esas primeras palabras son una unidad de imagen y ritmo. Una imagen llama a otra, una palabra a la siguiente, un ritmo se establece o es interrumpido por otro, una sílaba abrupta detiene la música. Escribir un poema es una versión modesta de un experimento en el laboratorio de Frankenstein: hacer un collage con partes, pedazos, fragmentos, esperando que en algún momento se hagan cuerpo vivo, se levanten a caminar y hablen.

Poemas


las infancias de los niños solitarios 

yo puedo hablar mucho / de eso
podría estar horas hablando
a veces están llenas de
familia y domingos aburridos
por la tarde con abuelos y
tirále de la oreja y la nariz
pero a la noche la luna es un
ojo insomne y vigilante
y todo entonces se entiende
más temprano

de la simulación como arte

tenés que aprender a modular tu voz así
como en susurros
podés hablarles a tus plantas
si te gusta si te parece correcto si te parece
que es indispensable pero por favor
que nadie lo sepa que no
se enteren o sos hombre
muerto no enciendas las luces no
enciendas el júbilo
el bullicio son perjudiciales
no te desnudes tampoco
ni brusquedad del deseo café solamente
de a sorbos como con miedo
acurrucáte agazapáte arropáte
escondéte en los confines
es rigurosa urgencia luego
no te encuentre la tormenta
y ni te digo qué si te
descubren

si no tengo mi voz

entonces todos hieren todos creen tener
ese derecho todos tienen una
buena excusa
la sílaba se fuga y la piedra rompe
pero uno permanece irreparable
y no era la intención el daño
el dulce daño la inquietud del rosal no
no era la desolación la ternura la tala
no no no / no / era
ni tampoco decir heme aquí me doy
a vuestro juicio a vuestro justo
castigo no era la intención pero uno
permanece

la confidente inventada

en la absurda acepción que tiene
de pronto la palabra / la tristeza forma
carne en mí (i, a stranger
and afraid
in a world i never made) y el hueso de
la melancolía arde en llamas azules y
saben amargos los restos de la noche
y todavía espero que suceda / pero
por eso justamente por eso finjo
que conversa conmigo patética la luna

se me quiebran las formas

porque ciertamente al contrario
de lo que afirma el clásico hay
formas en el mundo que no
aceptan / ¿qué? / ¿acaso el fin
el orden
la esperanza / el hechizo?

mar del plata
1992-1994
había una vez un tipo

que se encontró con yo / mi doppelgänger
y me contó mi vida / ligeramente falseada
unos toques de fantasía por aquí
y por allá unos toques / eso sí / no se parece en nada
a un bildungsroman
pero quizás tenga un final feliz
o no tenga / fin

vivir en la luna

es una enfermedad que me viene de familia
han probado de todo: jaleas / vacunas / pastillas
sin resultado alguno / pero no importa porque
la locura se puede preservar en un frasco
de cristal y llevarse a la luna
y además ciertas emociones ya han sido
puestas en correcta relación una con otra
y todas tienen sus etiquetas
diario íntimo
había afirmado que dios no existía
pero nadie asistió al funeral / ni lo vio nunca
postrado en su cama de enfermo / después
virginia anotaba nosotros somos las palabras
nosotros somos la música nosotros somos la realidad
misma / yo me quise morir para ver cómo era
y reventar de nuevo en vida / me preguntaba siempre
cómo será / ¿será un relámpago de sémola?
uno no sabe a quién creerle

gritar lobo y aparecer los perros

jacobo era un árbol y en sus ojos la mañana
podía llegar a enloquecer muy fácilmente
el paisaje de repente ponerse / a cantar en latín
como si nada / y el pozo turbulento de la imaginación
empezar a revolverse / el cieno intranquilo
un veneno de círculos concéntricos
jacobo era como mucha luz / como gracia dispersa
y el horror tenía dos brazos y dos piernas
y se parecía a un hombre normal vestido
de blanco / como los monstruos del libro de viajes
de sir john mandeville
él no estaba vestido y su cuerpo era llano como pampa
(cómo a veces los cuerpos se parecen) (uno
piensa) (cómo a veces los muertos se parecen)

teoría de la traducción

siempre resentí ser un pueblerino
porque me parece que sólo en lo alto de las ciudades
uno puede gritar / por eso tuve que enseñarle
todas las malas palabras que yo sabía
y otras que no sabía también
“los zapatitos me aprietan” por ejemplo
hay momentos en que uno
se cansa de tanto lenguaje
la florista me dijo
que al profesor le gustan las orquídeas
“es difícil encontrar gardenias
en esta época en viena” / uno no sabe qué lugar
le toca / qué lugar otro ha ocupado antes
hay momentos (suele ser por las tardes)
en que el lenguaje se cansa

episodio #1 probablemente


yo estaba sentado a la mesa y esperaba (todos esperamos alguna vez) (sentados o de pie) la mesa estaba puesta como siempre / lista para el almuerzo / hasta ahora nada raro ha sucedido como ven / estos rituales generalmente no resultan complicados / aunque necesitan de la colaboración de las manos / de los utensilios y de la repetición como esquema que rige hasta los mínimos detalles / el salón comedor tiene una gran ventana / da al jardín / uno puede ver la luz / no estoy hablando de experiencias místicas / uno puede ver grandes flores carnívoras que van perdiendo sangre lentamente / uno puede ver el silencio / los pájaros también lo saben (esos pájaros cuyos nombres no conozco por eso no puedo identificarlos) / y han decidido que nunca fueron testigos / rompí a llorar / la diferencia / (yo ya entonces estaba lejano)

al rescate

hay que ir
para dar algún sentido a tanto recuerdo a tanto detalle
insignificante / pero no / qué estoy diciendo
¿no es eso lo que busco?
guardado como una ramita o una flor de color indefinido
entre las hojas de un libro
no estoy seguro de cómo voy a hacer para sobrevivir
stanley kunitz dice time itself is stitched
into the fabric of the text pero
la fragancia de lo vívido de aquella experiencia
o atardecer o condición
se pierde se desvanece se seca todo se seca
como un vicio absurdo
y hay que ir o irse / cómo voy a hacer entonces

arte poética para usar
sólo en ciertas ocasiones

el corazón todo despedazado
por las mordidas salvajes de estos perros
desnudo y con una vergüenza
que quiere esconderse entre las lilas
uno quiere protegerlo y curarlo
pero de nada vale el romanticismo
por ahora es imposible / el ataque va en pleno
hay que esperar a que la violencia
se extinga la sangre se rompa toda
los dientes se sacien el hambre diga basta
después será la agonía
después la convalecencia


retrato del artista como joven animal
neurótico que se mira
y se mira en el espejo

quiero que tomes estas palabras / las encierres
bien encerradas en un círculo / (un jardín de sexo
y jacintos)
te voy a enseñar qué sílabas y frases
crecen
siempre / un rincón donde cantes / un rincón donde
llores / con acento y con métrica clara
un poco de orgullo y sangre / no vienen nada
mal / un puñado / unas cuantas semillas de lluvia



De, La intemperie sin fin



Fabián O. Iriarte




Fabián O. Iriarte, nació en Laprida, prov. de Buenos Aires, en 1963. Reside en Mar del Plata desde 1979. Doctor en Humanidades (Universidad de Texas en Dallas, 1999), es profesor de literatura inglesa y norteamericana y literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Recibió el Premio Alfonsina Storni 2004. Ha publicado los siguientes libros de poesía: guaridas de huir el mundo (Editorial Melusina, 2000); la intemperie sin fin (Editorial Melusina, 2001); doble sentido -selección de poemas traducidos al inglés por D. Smith (2002) y con sutiles artimañas (Dársena3, 2005).