domingo, junio 10, 2007

MARÍA CRISTINA SANTIAGO


Ritos? Primero perder el tiempo, escandalosamente, (con todo lo que hay que hacer en la vida) mientras dejo que en algún lugar de mi cerebro o de mi corazón se acumule el musgo, las enredaderas tapen los muros, aparezcan arañas y hormigas hasta no dejarme casi respirar. En ese momento, cuando la vegetación me ahoga, escribo. Sin café de por medio, sin música, en cualquier lugar, como aferrada al último exhalar de un moribundo. Como si fuera a perder el último tren. No importa si hay música o si es un bar donde están mirando River-Boca. Puedo escribir parada o levantarme en medio de la noche a anotar algo que surgió entre sueños.
Libertad Demitropulos decía que se escribe aún cuando no se está escribiendo. Y yo me justifico con eso. Sé que mientras va pasando el tiempo irrecuperable veo, oigo, huelo, en la confianza de que si algo me interesa de alguna manera va a aparecer en mi escritura.
Siempre hay un plan previo para mí. Un plan latente que en realidad es como un plan de vida. Develar el mundo, las cosas, el tiempo y el espacio y develarme. Cuando la idea surge y encaja en esa especie de armazón que voy construyendo ahí escribo.
Hay investigación acerca del tema que me desvela. Pareciera ser que en ese momento siempre aparece algo que tiene que ver con el asunto que me preocupa. Por supuesto lo leo, si es una película voy a verla, si es arte me informo y lo estudio.
Allí es cuando empiezo a creer que las casualidades no existen. Porque todo confluye para construir el poema, el libro.
Escribo compulsivamente, en papel, a partir de allí en un lapso que puede ser de 10 minutos o dos días lo único que me preocupa en la vida es lo que estoy escribiendo. Si bien el primer impulso es sobre papel, inmediatamente lo paso a computadora y voy imprimiendo obsesivamente cada una de las versiones hasta llegar a la que momentáneamente me convence o me parece más feliz. La guardo en una carpeta y me olvido de ella hasta que consigo enfrentarme nuevamente a esa versión “caliente” y corrijo con la mente más fría y como si fuera un cirujano extirpo los excesos, la vuelvo a mirar como si no fuera mía. Allí en realidad realizo una cirugía estética. En ese proceso muchas veces peco de “clásica” y prevalece la forma sobre el contenido. Puede parecer poco ético (igualmente, trato de no desdecirme) pero es como afirmar: “la musique avant toutes les choses”.
La corrección es una instancia dentro de la escritura de un texto. Igual que el segundo tiempo del partido. Allí se define el final.
Aparece en forma de idea o pensamiento, puede ser un verso o un poema completo. A partir de allí, todo en la vida tiene que ver con esa primera pulsión.: la música, la pintura, los pensamientos filosóficos, la comida del gato o el timbre del teléfono. Todo ello confluye y a veces me tengo que correr, es decir como cerrar para que un mínimo poema no sea la enciclopedia universal del decir.
En el momento de la escritura se produce una gran tensión para sostener el poema – u otro texto- en equilibrio entre la estética y la ética.


Poemas


Caballada de bronce
el agua gime
por ser estatua.
Hambre de luces,
son las pezuñas encarnadas
de la espuma
quienes reclaman
alimento para su herencia.
No faltará ocasión
de que me beban
o conviertan en jade
al fin y por cansancio.

Después de todo
la cresta es reina
por un instante


SIN TIEMPO

Esa mujer parada
al borde de la playa
sabía reconocer
matices, sombras, el claroscuro
del terciopelo. Una pintura de Magritte.
Sabía decir
la palabra precisa
para las noches y el placer y las algas.
Se ahuecó su cabeza,
loca del agua.
Ella es ahora
más grandiosa que el mar
y tan espléndida
como las dunas
amarillando
el pelo y ese sombrero
que barre un viento.
¿Cuánto ha olvidado?
Si en el pensamiento
de Dios
quedan inscriptos los recodos.
Cree
que no habrá tiempo.
Tapa las caricias.
Sus manos no poseen
más que fantasmas
Esa mujer ¿Qué espera?
Si no tiene memoria
del deseo. Por ese milagro
de la desesperanza
su figura es magnífica.
Loca del agua.



HÁBITO SUICIDA


El agobio, la palidez
son un destino.
Concede: no vemos
la bandada que se ordena
en el cielo.
Existe el hábito de huir,
obsesión de mirada para adentro.
El vicio de los huesos
empuja al animal que soy
hacia lo hondo.
Definitivamente pálido
el pensamiento se esconde
bajo el agua.
Allí viene la noche
definitivamente agobio.
Los pececitos se internan
en la piel como finos
tatuajes indoloros.
Mezclado con las algas
un lazo
para la zona de recuerdos.
Hay un hecho anterior.
El trilobites que cuelga
fósil de mi cuello
menosprecia este orden
caótico en que sumerjo
a mi memoria.
Cuando el sol ha caído
y se fisura el tiempo
¿qué mala visión
retiene tanto miedo?
De todas maneras
cuántas muchachas
estarán pensando estas
posibilidades
en la franja negra
del desánimo.
Deberían escoger entre
fotografíarse
o bien internar el pie en el agua.
Por suerte o por desgracia
pierden el último tren que parte
hacia la orilla
y quedan
masticando corazones
de cristal astillado.
Destrozan con sus dedos
el tul de novia
casi
una picadura de agua viva.

Sentadas en el muelle
las muchachas y yo
seguimos cuchicheando
mientras pasa el agobio
porque el agobio y la
palidez son un destino
de zapato que flota
a la deriva.



LA PREGUNTA

a jean noel grau


instante de contemplar
una perdiz cordillerana
y sus hijitos
mientras beben
en un hilo de agua

dueña del momento
me entrego al goce
de abrevar
en la alianza
que hace la montaña
con el valle, milagro
donde los dorados
estallan y se posan
los ojos en un solo
rasguño al infinito

Ave naturaleza, mi querido
me aquieta con la mano
en el hombro. No es
necesario reconocer la hebra
que anuda muerte y vida
Hay un estallido
en la imagen. Lo indecible
está enfrente, en esas altas
cumbres, la palabra callada,
no soy más que una boca
que tacha
el gesto innecesario.

¿Qué de la eternidad?
sino un poco de nieve,
los glaciares, el agua
del cuaternario nos bebemos
Así -niña- me dicen-
no habrá riquezas
para
guardar
en los museos



II


Parece que hay una salida aquí donde yo pensaba
que terminaban todos los caminos

ANA CRISTINA CÉSAR


COMO SI EL CUERPO FUERA UN ARMARIO

La madurez agota:
una colección de porcelana,
corales, alabastro.
Amarlos como se ama
a un ser humano.
Sofisma provocado
por el vino.
La mano está vacía.
Nadie pasó por esta playa
sin embargo alguien
debe venir
en medio de la lluvia
porque la esperanza
¨carece de principio y de fin¨
diría Parménides
y el destino es benévolo
no deja a una mujer
mirar hacia la Meca
con los ojos cerrados.

Cuando se lave de sus lágrimas
renacerá en el alba
con las uñas crecidas
y uno que otro recuerdo.
La mano
está vacía
pero tiene minúsculos
objetos
en los que se detiene
sin musitar palabra:
conchas de las Antillas,
camafeos y cartas.
La botella de vino.

El todo va creciendo
y se acumula
como la resaca y al
retirarse el agua
quedan sobre la arena
esqueletos de sueños
cerca de algunas latas.

La playa, ese desierto,
la relinga de un barco
que se agita en el viento.
Quién sabe
adonde
van los pies
de la desesperada.
¿Se internará en el agua?
¿O junta desamparo
con guijarros?

Es hora
de regresar a casa
con los bolsillos llenos
de fósiles marinos
y las manos vacías
para que vuelvan
a crecer las uñas.


Cuando se aspira
a la serena
majestad del ciruelo
amor y odio resultan
- al fin y al cabo-
fútiles caras
de la borrachera.




LOS BAJOS DEL TEMOR

Crecen las aguas
Desde la esfera de luz
comba
sobre una mesa
el grupo cuenta
cómo
se inundan las ciudades.
En la escena se vive
con el remo en la mano
y el pelo lacio de las islas
deviene
sauce.
Esas mujeres lloran
por los restos que flotan
a la deriva
y porque
la mancha de humedad
y la de vino son los goznes
por donde los manteles
a cuadros
filtran sus secretos.
Ellas despliegan colorinches
en las polleras
y el puente sobre el río
emerge planta de pantano.
Al borde
las veredas te indican
que sería propicio tener a dónde ir
en una noche de sudestada.

Lo firme está creciendo.
Es el miedo de agosto
a la orilla que atraviesan
las nutrias
o las ratas.
En los Bajos del Temor
hay hambruna de roedores
siempre que llueve
y los viejos cuentan
historias de gitanas.
Padre río, suelta mi pie descalzo
y haz
que una mano me arrope
lejos.



LOS FÓSILES


a stella vergara



Leve festón de espuma
erosiona la costa.
Pisamos el fino mantillo de hojarasca
hasta sumergir los pies en un
cementerio
de corales blancos.
Flota el vago temor
a destruir la magia de esta isla.
Nuestras manos acarician
caparazones que han quedado
por centurias
debajo de las piedras y el rocío.

-Van en estado de fosilización-
dice mi amiga
y exploramos caracolas
cerca del agua
que moja los vestidos.
Huellas del pasado. Está el misterio
donde se hunden los dedos
y creemos haber llegado
esa mañana al punto
exacto de lo bello.
Pero es mi ingenuidad
la que lo cree.
Agua que de sed te busco
el corazón
está situado
en medio
de la roca madre.




EL DESVÍO


I



El esqueleto de una esponja
contiene poros
y un sistema de canales
que llevan agua.
Mi hija se sumerge y
contempla
al más simple de los animales.
Acaso piensa:
ninguno tendrá
necesidad del látigo
para su espalda


II


Medusa, anémonas
corales
son más complejas
que una esponja.
Hay una niña que se mueve
en el agua
y su columna imperfecta
elude
bocas rodeadas por tentáculos
y células
urticantes.
Elude
perfecta
en esta perfecta tarde del trópico
la nerviosa hazaña
del gatillo
de un cnidoplasto
sobre la postura
de sus vértebras


III


Nada y elude
los erizos del mar
y las estrellas
que dividen el cuerpo
en cinco partes radiantes
desde el centro.
No tienen cerebro
por eso - creo-
no intenta capturarlos.
Fuera del agua
se somete
a su traje de hierro.

IV

Oro sobre sus hombros,
las púberes caderas
sostienen la imperfecta
columna
libres en mar abierto
-las caderas-
como cuando
estaba
en la placenta.
Sobre su espalda
le crecen alas al viento.
Ave del agua

VI

Sentada en la proa
del ¨Fiesta Maya¨
rezo
como rezan las madres
de los pescadores
para que sólo
sea
una tormenta del trópico
esa serpiente
que se ha instalado
en medio
de su cuerpo.



CONVERSACIÓN


Conocí una terraza en el Centro de la Habana
donde una mujer sirve los jueves
té con limón y azúcar negra.
Lo finito, el cuerpo,
abiertos al capricho y al azar.
¿Es posible descubrir allí
una antigua noción
de la belleza?
El orden, la medida que guardan
las caracolas unidas
por el más débil hilo de costura.

Sobrevivencia.
Las cosas aparecen en diversidad
y oposición.
La dignidad del animal en cautiverio
observa galerías que no soportan ya el aire salobre
ni redes sin pescado.
Esto también es un estilo de revisar la estética.



LA MUTACIÓN


Otra me busca
la que soy

o era
cuando trenzaba
guirnaldas de flores
en la isla.
Se descaman fibras de oro
sobre la morena piel desnuda
y la otra
se estremece.
Ve llegar la canoa
para embarcar su cuerpo
que es otro.
Dual y esquizofrénica
corona de flor de sapo.
Anfitriona, atrapa mi cabeza despeinada.
Alisa - ella- mis cabellos resecos
y los ilumina con el brillo del sol
hasta perderlos en un punto.
(El punto exacto donde su mano
se renueva en la mía)
De un costado de la isla
surgen infinidad de pececillos
muertos.
Me lavo en esas aguas.
Reencarno
la que era
antes de verme
reflejada en las aguas.


LAS AGUAS MÁS PROFUNDAS

Lenguas de barro
llegan a la ribera,
ruido de agua
mezclada al zarzal.

Un oscuro perfil
demuestra
arrugas
que grabara el viento
y son los ojos
dos manchas azulinas
contemplando
el pique de verano
y la caída.

Si Dios estuviese vivo
tendría - pienso -
la edad del viejo pescador aquel.

Su frente bajo el lodo del sombrero
y
una zarpa,
sostiene la red.
Allí los hombres boquean
y lucen
escamadas formas
de surubí.
No es - lo presiento -
una mano compasiva:
Mano derecha de Luzbel
Escapo de esa carnada
a la intemperie.
Prefiero bañarme
en aguas más calientes
en un baño de madre parecido
al sueño total.




CARTA


Escribo lo que sé

escribo
mi sangre

borracha
caigo en el piso
del baño y un hombre
seca
con una toalla mi cabeza.

Cuando se va - el hombre-
abandona en el muelle
entre las hojas
de una casuarina
la toalla húmeda

y la resaca.

¿por qué hizo un poema
de mi toalla
si tenía

tan plebeyo destino

de sudestada?



LAS TIERRAS MÁS LEJANAS



I

El Sur. Las lengas.
Liebres muertas bajo el follaje.
Su sangre fresca y yo
bebiéndola
junto al fuego
como si fuera
tu sangre.

II

Como no puedo
beber vino
bebo el agua de los
ríos, las lagunas,
el agua salada
que sale de ese cuerpo.
Me emborracho
con líquidos oscuros,
la sangre de los animales
muertos por sus manos.
Bebo. Igual que si fuera
un cristal
el líquido se desparrama por el piso.
Te deslizás hábilmente.
Aún tengo sed.





III

La costa, amiga mía
se aproxima
cuando
tocás mi mano.
En el confín del mundo
conozco a Cordelia que
vive con un duende
y el bosque deja ver
figuras
ídolo roto
semejante
a una mirada anónima
que habíamos perdido.
Se incendia el pasado entre los leños
Nadie podrá decir que olvidamos
el robo y ese cuerpo
similar
al cuerpo
de la liebre sobre el ripio.
Es penoso, lo sé, reintentar
el regreso.
La sombra. Siempre la sombra
y su figura
en medio de los pinos.
Te confieso, quiero
lavar con la sangre del cordero
muerto por el cuchillo
de otro amante
la foto y el recuerdo.

Los habitantes de los bosques
son terribles - dice Sara-
cuando se enamoran te hacen volver.
Volver. Ver. ¿Qué del presentimiento?
Hundir los dedos
entre piel y vísceras.
Consumar la boda
en el líquido pringoso.
Allí regreso
a acariciar los sueños.
En este lugar donde nos
acunara
la misma piedra,
obsidiana
del color de tu cetro
vuelvo a abrazar la vida
que nos desheredara
vaya a saber qué padre
y tan temprano.



IV

Con el pie tocar fondo
cuando la luna alumbra
a tiempo sobre el río.
¿Quién nos libera, padre
de ciertos pensamientos?
Las velas que zozobran
Entresueño
la sangre
entresueño el vigía.
¿Quién nos devuelve
el culto
a la perdida

inocencia?




PARTIR ES UN ARTE

Doble la circunstancia
al parecer inofensiva
la vida se desliza mórbida
y no hay más tarea
que preparar el reino
para los niños que dejamos.
Fuerza del otro mundo
nos abate
y afiebradas
corremos por las calles
buscando vida
-el cuerpo vulnerable-
hasta una mosca
es más grande
que la esperanza
de una tumbita con flores.

Sin reproches ahora
veremos aproximarse
la hojarasca
El beso, la risa
y como un reclamo
las miradas.
Otro momento más
y la mujer desciende
ya no carne y hueso
sólo mortaja,
amiga mía,
el instinto llama a silencio.
Te está empezando a doler
la espalda – te quejás.
El instinto, una sólida
paliza que nos acerca
al borde.
No digás lo indecible.
Se corporiza el miedo
acá
no ha pasado nada:
el cuerpo flota en el agua
y las amigas dibujan
su círculo amoroso.
Me gustan las sandalias,
su pelo, me gustaba.
Esa mujer, mi hermana
florecía
en agosto
y ya no morirá
de mal de amores.
Luce un vestido
guatemalteco
y la veo irse
por el Delta
siempreviva en las manos.

De, El libro de las aguas


María Cristina Santiago

Nací en Buenos Aires, en el siglo pasado. Profesora en Letras (UBA). Docente, poeta, narradora, traductora de italiano. He publicado: Poesía: Soy el lugar de las apariciones, Fuera del serrallo, (Nusud, 199l), Vidrieras de Ámsterdam , (Nusud, 1996) (ler. premio Fondo Nacional de las Artes); El libro de las aguas (Libros de Alejandría, 2003). Narrativa: Lucía, por mirar de reojo (ediciones del Citrino, 2000).

1 comentario:

Palabras Remachadas dijo...

Si al corrección es el segundo tiempo, yo casi siempre necesito del alargue y finalmente termino perdiendo por penales. Encantado de Conocerte!