sábado, enero 19, 2008

CARLOS RÍOS



Escribo generalmente con ruido alrededor, en el trabajo. Después releo cuando estoy más tranquilo, durante la noche o la mañana bien temprano, casi siempre escuchando música. Por lo general, trabajo en la computadora. No soy de tomar notas. Trato de memorizar algo que por cualquier razón no deja de interesarme. A veces pasan días hasta que escribo esa idea o suceso en un archivo de texto.

Me gusta arrancar sin programa y ver cómo se arma cierto sistema o su desestabilización. Más que investigar, saqueo cualquier texto escrito y traslado piezas sueltas a mi laboratorio íntimo. Casi siempre sin plan, sin una búsqueda organizada de antemano. Me gusta leer manuales, instructivos, textos efímeros como los producidos por el periodismo escrito, entrevistas a personajes que no le interesan a nadie.

Dejo descansar libros, no poemas sueltos. Trato de escribir varios poemas con un mismo aliento, y no paro para revisar. Ese tirón puede durar de uno a tres meses. Después, más que corregir, acomodo. En el corte de verso vigilo el dibujo sinuoso que va armándose. Si ese trazo no me convence, cambio palabras mientras percibo cuál es la resistencia del poema. Si no hay arreglo, borro y voy a la página siguiente.

Siempre hay más imágenes e historias que música. Armo collages y los trabajo hasta lograr una materia homogénea. Me gusta atrapar materiales diversos y someterlos a un proceso de disección que culmina cuando la primera versión se vuelve irreconocible. Cada poema es el último que voy a escribir. Paso largas temporadas en las que la poesía existe sólo cuando la leo.



Poemas

VIDRIO



Vidrio


La pieza;

en la mano de la historia,

muslo de una pieza en combate por su territorio.

Hazme de vidrio,

recipiente de la acción. Hoy vendido.

Control macizo en el que ha dibujado

bajo la forma de lo antiguo:

vidrio,

sonaja para despedidas.

Volcánico y oscuro como la fiebre

de un lagarto: hazme tzinapu de tarascos,

crueles puntas para llagar la noche

y el pasillo central.

El viaje negro.

A más tardar cuentas, adornos.

Un sitio por el cual se enhebre una proeza técnica,

la araña sobre su tela que ni el soplador

de turno podría alimentar

con su oxígeno.

Vidrio,

un perpetuo

recomenzar de la vida del vidrio,

en torno al círculo la base de una idéntica

respiración. Agítase.

Hazme reír.

Que sea el tiempo una especie

que hay que disfrutar. Un cristal de roca ejecutado

en taladros de madera, arena y músculos,

arena para nuestros pies.

Hazme, también, una fuerza impresionante

y la belleza siniestra que me lleve a suelo abierto,

al pie donde el Cerro de las Navajas

retrae su postura,

redondeo que salpica y exige.

Demórate pero abastece,

hazlo.

No lo hagas.

Hay esquirlas de una pieza más grande

y sirven para escribir una carta, labrar piedras o pieles,

segar el cabello y afeitar,

hazme cabeza donde arrase el delicado

vidrio del mirar.

Una garganta, hazme;

para vaciar en invenciones quirúrgicas

y lentos sacrificios.

Aquí, hazme una máscara

y enfríame.

El espejo regula su frágil bordecillo

en finas calaveras

humanas, hazme ser humano por obra del súbito

enfriamiento de la lava.

Por ser el primer distribuidor

de santas orejeras y esferas de tres pies,

vasos, estatuillas,

silicatos de alúmina y metales,

uno cualquiera que devasta bosques circundantes

para alimentar el fuego de sus hornos.

Y tal la calidad de sus redomas

que dan ganas de salir

a cantar.

En el humo

hazme, a estas horas.

Tráeme un rostro.

Y muerto ya el teatro inferior

seré la infantil ménsula;

la angiografía con que se engaña el bebentero.

Una masa líquida, hirviente,

rendida ante su voluntad creadora

y expresada a fuerza de giros,

golpes y pulimentos.

Antes de salir al mundo, la pieza

dormirá en un lecho de arena

durante un día entero.

Hazme, por esta vez,

de una pieza.




CURACIONES



El espacio más borrado

Periodo interglacial de la hormiga

que argumenta sin rodeos su edad de piedra,

ligera militancia del paso impecable,

hoy su máquina de guerra sorda

abre una fila india, estrecha, deshaciéndose

al penetrar un acceso de glucosa.

Un estímulo extra el tierno brote que se deja,

litigante sin éxito y siempre

en silencio (no siempre, mon Akira);

hay empleo temporario en su rosa.

Es tiempo de sacudir, hermana,

la huella imposible y de paso al testigo

que la hizo húmeda o maciza

en su boca.


CONSTRUCCIÓN



a) AIto dispone al iniciar su conferencia

cazuelas de agua, hacia los módulos

paneles de ilustración central

y reflejos en el vacío de la sala

Se detalla un fenómeno natural,

nube flotante, aguamarina, imágenes

que aclaran paulatinas de acuerdo

a los factores del programa

Agua para arrasar la idea arcaica

que hace de un joven aprendiz

un paródico elevador de pesas,

lejos de la obsesión de ligereza

que presiente el proyectista sutil

(preguntarse cómo levantar inmuebles

que parezcan ingrávidos)

Terrassa


a)

Lejos el redundante

face to... de una definición

a escala: las circunstancias

dicen por sí mismas qué

apropiar, y qué no.

Orden. Un proyecto

comienza a deslizarse

y está bien. A punto deja

de ser ornamento:

de uno. Curación.

Allí donde la materia

sensible cuadra la pesadilla

de un edifico axial.

b)


Lanzar una propuesta

y luego ver qué

pasa. Hasta dónde

debiera: resistir, y mezcla

lejos de cualquier

vía muerta.

Que todo lo que nazca

no produzca sólo

cargas claras y limpias.

Un punto cómplice

y necesario:

Ideas magmáticas

y graduación controlada

de la luz.


c)

Aunque el aire común

sea dominante y no se

pueda evitar, importa menos

no tener un estilo.

Pero es posible

encontrar un modelo:

lenguaje nuevo jugándose

en oposiciones frontales

al entorno urbano.

d)


Sería espléndido

un edificio capaz

de devolver la mirada.

Que el resultado

instale reducción

a tanta mueca fallida.

Así la sensación

de que era diferente antes

y será diferente

después.

Pie de obra


Trasladándose un poco más allá

del land art, una primera impresión anuncia

la naturaleza diferencial del paisaje: escenográficas

a punto, espejo de lo que ocurre.

Y quién supiera qué es mirar

cuando el ojo no distingue entre arquitectura

y vegetación. La mejor forma de borrar una frontera

(si lo sabremos) supone dejar que la naturaleza

prosiga como un testigo en curso.

Aun otras marcas (nudos de carreteras; linajes)

tensionan su retrato construyendo ya no el dique,

sino más bien su retención.

Lo único que podemos hacer sería recrearla,

y a lo Vermeer: espacios interiores, gentes en extremo

sencillas a las que les llega la luz,

de tarde.


Croquis


a)

Bosquejos, imposibles láminas

cuando el máximo fracaso consiste

en perdurar: sobre blanco, indaga

un instrumento-guía que restituya

el círculo social en las ciudades

b)

No pensar en espacios

(privados) y espacios (públicos)

c)

El único espacio privado

es la mente, y el gran deseo del hombre

es que su mente se haga pública,

que al fin logre comunicar:

somos nada sin otras personas

y en eso se refleja el principal valor,

el habitus: ser el lugar mientras

exista una ciudad, no utilizarla

sólo por unas horas.


LA RECEPCIÓN DE UNA FORMA


Ambiente esencial al sol. Aire botánico.

Una planta (hojas de agua) puntea un sobre

límite. Híbrido tallo corta-hielo, trayendo

otros elementos a la rastra tutela su estructura.

Iluminada nada, revés de mosaico o ropa

donde flotan carcazas que se entelan.




***



Neón en la plenitud del desmontarse,

otra iluminación y levísima lona. Débiles Formas

y Objetos Delgados, caños metálicos a la hora

del periódico o la sorda conjetura radial.

Tubos Líquidos. Un fantasma recorre el mundo.

Flujo de aire su costilla en el recurso de

componer vivienda, otra iluminación.



***


Fértil el anuncio de la forma

ganándose un objeto al que me integro.

Ganapán de hielo, malherido, la garra

anónima postula “opera prima” del desgarro.

Guardia Blanca. La instrucción del acopio

sumida en la ausencia de valores.



***



Derrítase en la mano el sentido de la mano.

Si correr una cortina entre unas ramas secas

indica de una vez la proporción, alguien retira

su valor porque no es necesario. Para despedir

(o recíbase) lo que el vapor instalaría

requiere otro elemento alrededor

de esa estructura.



***



Admiración. Modelo Equis y sus posibilidades

físicas, químicas y biológicas. Sustancia del evento

natural. Una reacción química nos haría ver la increíble

experiencia de los seres vivos. Nuestra sensible línea

de observación (émula de una informal trinchera)

va del amor al paso, los materiales industriales

en estado bruto. Quien descubre, muévase.



***



Alguien destruye la madera para producir fuego.

Al mismo tiempo, ha conseguido prender al caucho

y arde, envuelto su procedimiento. Entendido

como proceso de facturación. Factura: faenar

un material. Apílase, ante el suministro de torsión.

Se dobla sin quebrarse. Al presente, huelga.

A la manera de otro cuerpo, no renuncia.


***



Si cada número surge de la suma de los dos

anteriores, con la vida “residente en el sistema”

no llegamos a dos. Al híbrido de insomnio actual

la tentación, en piedra. Ruptura de los marcos.

Quien permanece en el campo administra

una insalubre relación con el estilo.


***



Animales de una aristocracia que duda

aquel concepto de clase. Paisajes donde cada ser

dialoga ante una mesa bien servida. Ocupación.

Era Precámbrica del resto. Frágil pasaje, simples

materiales obsoletos o precarios atravesándose

tan cerca de lo cotidiano. Revelar con energía latente

estos elementos, sus potencialidades, y dejar.

Al mismo tiempo, y no en el mismo espacio.



***



Porque no se trata de la mera apropiación

para otorgar otro significado. Al terreno de lo estético,

el alambre de sus transformaciones. La misma

Desorientación Geométrica. Ah, pura proliferación.

Su diálogo con el contexto local. Un efecto de saldo

y remanente, por debajo, capacita sobre la vida.


NOTAS



arte del espacio:

referencia

arte del espacio:

delimitación

arte del espacio:

modulación

nunca interferimos

en ese material, apenas

una ilusión

de la que sólo restan

esquemas

demolidos



“al final de la especificidad yace el silencio”




De, La recepción de una forma. 





1.

Equis día. Hay radiación que ingresa y subdivide. Nada en apariencia podría acreditarse ahí, salvo que un haz ha impactado en la carne que se asienta bajo el experimento. Cepo negro de prácticas. Y otra investigación, fuga en proceso, acertijo sobre lo que se observa. Oblicua diagnosis. Un instante en el que la ciencia calibra en diagonal su aproximación, el plop que haga estallar la hipótesis entelada, muchos años atrás, en el país cervecero, lejos del crack que dejó por el subsuelo a un presupuesto sanitario de provincia.

4.


“Anoche tuve un sueño”, dice Maysa (como S. Rodríguez) a su colega, mientras levanta con el dedo un grano de azúcar: testemunha. Un trocito, imagina, de la bóveda celeste en la que se esparcen todas las fuentes emitiendo radiación hacia quién sabe dónde, una locura (¿se ven?, ¿podrían ser captadas por las cámaras?). “Un sueño donde Roentgen masca unas bolitas verdinegras, mientras camina kilómetros tierra adentro, arreando mil carneros hacia una aurora boreal.” Bajo el tubo fluorescente se ilumina la mano de la practicante que jugando cricket se fisuró el huesito semilunar. Observan la radiografía. “¿No es tierno el proximal?” “Algo, sí.” Como una radiación de fondo en equis longitud de onda, la figura pelúcida del sabelotodo Wilhelm aún flota en su seso paulista.


5.


Así procede la fluoroscopia cuyas imágenes se producen por transmisión. Un rayo de fotones de alta energía (dicta W. R. a su asistente) pasa a través de la estructura examinada: lo hace muy rápido, como un pez dibuja otro más dilatado en el fondo de la alberca. Secreciones acuosas, sangre, porciones mínimas de grasa dejan un área oscurecida en la película, algo que al paciente asusta, extraña, frente al físico que se agencia, como siempre, el control que da seguridad. No debemos dejarnos. Control. Respiración profunda. El paciente no debe moverse. Es igual a posar para un cuadro. Al registro descriptivo que asocia un cuerpo equis a un mapa de la República (con el solo objeto de separar ilusoriamente y por un segundo tejidos blandos de las líneas que anticipan la estructura ósea) le sigue, bajo estudio, el haz de rayos que repasa la zona y aparece, de primera, como una línea negra sobre el armazón blanco.


6.


Se coloca al paciente en una mesa de rayos equis. La radiación electromagnética, impulsada por una máquina en forma de partículas individuales, pasará a través del cuerpo para luego ser detectada por una película sensible. Las estructuras densas bloquearán la mayoría de los fotones y aparecerán de color blanco al revelar la película. Las que contienen aire se verán negras y los músculos, la grasa y los líquidos siempre aparecen en sombras grises. Algunos exámenes se pueden realizar con el paciente sentado o de pie. El metal y los medios de contraste bloquean casi todos los fotones y aparecen de un blanco brillante. Las partes del cuerpo que no vayan a ser radiografiadas deben cubrirse con un delantal de plomo para evitar su exposición a los rayos. La posición del paciente, del equipo de rayos X y de la película, depende del tipo de estudio y del área de interés. El haz se enfoca en la zona que va a ser explorada; si el paciente no permanece inmóvil, la imagen saldrá borrosa. Es posible que al paciente se le pida contener la respiración y permanecer inmóvil durante el breve período de exposición (aproximadamente un segundo). Es igualmente necesario quitarse todas las joyas y ponerse una bata hospitalaria durante el procedimiento, ya que el metal y ciertas prendas de vestir pueden oscurecer la imagen, haciendo necesaria la repetición del estudio. Situado detrás de una ventana protectora, el radioterapista tomará la imagen de acuerdo al encuadre que el especialista le ha solicitado. Una pequeña fracción de rayos X atraviesa el cuerpo y los tejidos corporales absorben los fotones restantes. La energía de los fotones absorbidos elimina o separa compuestos, lo cual puede ocasionar daño celular. La mayor parte de este daño se repara pronto, pero hay
otras fracciones en donde el mal resulta permanente.



8.

El paciente se quita la ropa y collares o pulseras que puedan interferir con la exposición; se le dará una bata; etcétera. Si hay miedo, el radioterapista tendrá que dejar la sesión para el día siguiente. Acostado en la mesa, ese cuerpo servido en bandeja (que no sangra pero integra su dolor al procedimiento) es más bien el de un carnero listo para abrirse en canal. Una vez que el director de rayos dispara, el sujeto pregunta. “¿Es todo?”. Que sí. Entonces se coloca la ropa. Impulsado por su derrumbe quiere abrir, sin éxito, la puerta del ascensor. Un letrero, puesto ahí quién sabe desde cuándo, advierte: fuera de uso.



9.


Media vita in morte sumus




La pregunta es cómo puede fungir un radiólogo sin temor. En cuotas mínimas, la radiación es un pac-man que desgrana al sujeto que la opera. Eritema cutáneo, cataratas y descenso de la producción de células sanguíneas. Si un gramo de vida escapa al técnico en cada cliqueo, nadie está a salvo cuando suministra el servicio en el hospital. Los chalecos de plomo se evitan por incómodos y el cuidado escasea. Algunas estadísticas indican pérdida de pelo, depresión, disgregaciones matrimoniales y esterilidad.
Informe y notas posteriores
Würzburg, 1895-1896

12.


“Sobre un nuevo tipo de rayos, una comunicación preliminar”. Informe ante la Sociedad Físico-Médica de Würzburg.


Noviembre, 1895

No pienso: investigo. Una hoja de papel recubierta con platinocianuro de bario se ilumina cada vez que la corriente eléctrica pasa a través de un tubo. El resplandor continúa sin que la luz incida sobre la placa, en plena oscuridad. Eso es todo. Un agente desconocido atraviesa la cartulina, llega hasta la placa y activa en ella su fluorescencia. Quien cree en un invento se equivoca. Se trata de un fenómeno, diríamos, casi poético: donde se fragua un rígido programa. Cualquier ojo instruido en la luminiscencia que se acerque y explique. Historiografía de la luz. Una radiación X penetra el espesor de un material sin ser absorbida o se dispersa, de acuerdo a su
energía y longitud de onda, respecto de la naturaleza del material que los rayos barren en su camino. El sol de invierno es débil y no logra excitar la fluorescencia para que ésta genere rayos X que atraviesen la cubierta protectora, pero ya se verá.

13.


Exposición de campo. Urpflanze: protoplanta



“Esta máquina en la que se retratarán mis huesos y pulmones ofrece poco del elemento decisivo, el centro en la cuestión: el gesto. Yo, el pequeño Franz, soy un gesto en la mano de mi padre. El gesto es el movimiento que hace la mano cuando firma. Es el poder de mi padre que se apoya en el papel. Es él: su peso específico, en la firma, se hace legal. Yo desaparezco. Rayos equis: Roentgenstrahlen: un vaciamiento también equis de mi cuerpo. ¿Eso que se ve en la placa es la materia excedente? ¿El negativo de mi vida? Dentro mío, doctor, no queda nada. Soy una caverna. Esos hilillos en la exposición pintan el cuadro anónimo de una estructura que nació para ser vencida. Que hoy se releva. Una actividad eficaz elevada por el rigor de un sistema fundado en la razón.”

14.


Negerplastik


Buda, 1896. Exhumación de una memoria óptica. De los hermanos Lumière a los rayos catódicos. Dos meses después del descubrimiento de Roentgen, un eminente físico húngaro, Endre Högyes, publicó un artículo en una revista médica de su país en el que sugería que la nueva técnica podría ser aplicable en el campo de la medicina. Su trabajo, titulado “Fotografía del esqueleto a través del cuerpo por el método de Roentgen”, se ilustró con una serie de notables radiografías, entre ellas
la de un esqueleto de rana africana.


15.


Fiebre consumista. La gente paga por una fotografía de sus huesos. Una multitud se baña en rayos X. En Postdam, el gobernador emplaza una estatua de W. R. en pleno Zentralpark. Roentgenstrahlen: diáfana fuente de salud y juventud. Los carretes de inducción y los tubos de rayos catódicos son rebautizados. En los consultorios, se hace casi obligatorio usar rayos para el diagnóstico y tratamiento de múltiples enfermedades.



16.

Medalla Rumford




Sociedad Real de Londres, 1896




Una cultura fascinada por la fluorescencia. Que desde hoy se desmantela en el procedimiento, bajo la grafía de los rayos equis. Un condómino de huesos progresa en la placa como una turba albina. Tubos (óseo linaje) que parecen nacidos de un cristal de Bohemia. Fuelles centrales, percudidos. Instantánea falaz: la exposición dura unos veinticinco minutos. Se comprueba el potencial cancerígeno de la placa pionera. W. Roentgen masca una bolita que le ayuda a soportar la radiación (lejos aún de la dosis permitida, 2 milisievert al año). El paciente masca su TBC (otra condena). A todos nos llega el imperativo de una estructura imposible: el operador adopta un valor equis de corriente y por contraste, se exhibe el brillo virgen de una pública osamenta.

17.

Enlace radiográfico. Estructura, esbozo, imitazione


Placa-testigo: imagen de la mano de Anna Bertha. El anillo prenupcial.
Un cuerpo se hace visible sin necesidad de intervenir con cirugía. El contorno difuso, blanco, de los huesos de su mano bajo el rayo revelador. Falanges macizas, campiranas, en esa garra de zombi que maniobra una zona reservada al servicio del causante del hechizo. Reducida, a posteriori, por los efectos de la radiación ionizante. Por esos rayos transversales, en ondas, que ignoran olímpicamente los acelerados campos magnéticos. Que atraviesan, inalterables, la gruesa pulpa de la donna de Roentgen.

18.


Wilhelmstrasse

Cientos de estructuras óseas en esas placas colgadas del edificio municipal. El guateque de radiólogos remite a una protesta anterior. En la ciudad fracturada, rota, avasallada, humillada y cercada, estas ostensibles huellas en forma de recordatorio hacen que los paseantes inclinen la cabeza. Cada quien piensa en lejanos escenarios del dolor que la imaginación desea reinventar al tiempo que deja para mañana el escenario presente. Brillo radiográfico. Prebélico. En la diminuta capital sombría relucen los huesos en las placas. Pero hay más en esa ciudad, un más agazapado. En tal edificio, donde entonces funcionaba el Ministerio del Aire.


La salud de W. R.

Febrero, 1923

Munich


19.


Nada en que asentar las experiencias de un cuerpo-testigo, las pesadas herramientas dormidas en su cámara, a estas horas un poco más oscura: reflexión asistida al tipo de imagen que ahora, en un ciego énfasis, nace si es producida por el chasquido que tantas veces escuchó en la sala de consulta, el ruido seco de la máquina de rayos. A quien tanto más quiso escribe con la parquedad de costumbre: querida estarás bien si dejas de llorar en este instante, ahora, ahorita. No es una carta de amor, no es testar una propiedad que no existe. Que los que llegan con su trastienda de saberes sepan aplicarlos a la labor radioterápica. Queda tanto por hacer... esos sonidos, alta frecuencia para un pájaro en su jaula podrían ser utilizados, si se dirigen con precisión, hacia la parte del cuerpo o el órgano en cuestión que hasta la fecha se estuvo examinando, y sin éxito. Hacerlo a velocidad variable, con la sutil manía desde la que hoy me despido (no es para siempre, amor) y por la cual sé deslizarme, en emisiones de una sombra minada por un edificio de intenciones aún mayor. Este dolor que dobla al medio sitúa los trapos de un percance inicial desde el que fuimos traídos y cercados por el fohen, unas partículas nucleares cedidas en el algoritmo para volver (sabemos) a producir, nuevamente, la imagen que consiste en nuestra exposición. Así querría ingresar, de a dos ante el Altísimo, y decirle: “soy yo y mi copia en negativo, ahora sin carne, puro hueso blanco, estela radiográfica, no pesa, puede confundirse y ser un órgano en las nubes”. Pero Dios no está para bromas, ni sabe de resonancias magnéticas porque practica otra clase de terapias (véase resucitación de Lázaro), y éstas nunca le interesaron (muy costosas) porque ponen en peligro, en nombre de la salud, la vida del paciente y la del terapista, envuelto como un santo en su chaleco de plomo.


20.


El cuerpo, puro objeto de examen, se aquieta hasta ser solución fisiológica cuando la transmisión: memento mori donde la radiación atraviesa un cuerpo de contextura heterogénea, atenuándose si puede en otras formas, y disponer para sí nueva reversa. De igual modo tenía que pasar algún día: no puede ser tan malo, después de todo, ser por un rato la imagen radiante y en latencia frente al bromuro de plata de la película, nacer luego de una lentísima elaboración y sin saber qué zonas de distintas densidades se irían produciendo entre el blanco y el azul que confronta tal sección. Dispersión coherente (Rayleigh) de las estructuras en estudio. Borrosidad cinética que sólo se produce cuando un objeto se desliza ante la exposición: tanto dolor en un costado hace posible tal animación donde se anula, por fallido, cada nuevo procedimiento. Bardo chijai. Ya es el ingreso: disolución del mundo lógico (y qué era): pústulas del orden en desorden y pérdida de contacto, pesadez, intensas presiones físicas que ya no dejarán, por el momento, de actuar mientras la tierra se hunda (es la visión) en el agua. O en el fluido mental: el negro de la placa radiográfica, proporcional a la radiación incidente (su densidad). ¿Un aumento en la densidad física se observaría como una disminución de la densidad radiográfica? Quí lo sá. Lo que no quita, además, otras dependencias adicionales en cuanto a la velocidad de la pantalla intensificadora.


23.


Anatomizado, un esqueleto igual a esas estructuras de hierro que se usan para cargar botellas de litro sucumbe a la fracción. Zonas visibles, parceladas apenas por la constitución de esa dignidad que me confronta al árbol más pesado, decoroso representante de la estación central, invierno: una rama y su gama de grises para formar otro contraste, bombardeo con electrones de alta velocidad sobre blancos materiales de elevado peso atómico. Radiación (al fin llegamos). En ese cuerpo listo para nacer fuera del límite, esta vez, se aloja la minúscula “activa” que un prefijo de ciencia dura implanta; y da lugar en Lennep, Würzburg, a los delicados jardines de la Universidad y su trastienda, donde la floración. Pero es aquí donde el fohen tiene su residencia, su mala racha, no ahí donde el remolino baja y arrasa al paso del calor. Ciega la mano maestra. Y es todo. Y no es, por donde pasa el hilo delgadísimo de luz que estrecha, angosta, la mano del
período. Costes del día. Estalla la lengua ante la insuflación y delira. En partes; el poderoso oficio del renglón cuando sacrifica lo último de lo último. Queda la tradición y el circuito evolutivo de la física.


24.


Nada en que asentar. Las tramas óseas y la manía de quien no se consume en el acto de morir, que crece en una espiga de ceniza. Lo equis en un extintor de fuegos, el gato para automóviles, arranque y el freno de los ascensores. Lo equis en la estela refulgente que lo llama. Anni 1895 para que el estudiante construyera su máquina radiográfica en su casa-laboratorio. Sin ninguna guía para el tiempo de exposición correcto, guiándose por el desconcierto o la intuición, sentaba al paciente-testigo en una silla con el soporte de la película en posición. Así, predijo el uso de la radiografía en odontología, transportando su delicado y pesado equipo desde Nueva Orleáns (hoy negra y submarina) hasta la linda Asheville. Lo demás es diagnóstico (historia) y continua, tardía exposición. No se termina, no se puede terminar.
Y hágase mi voluntad*.
____________
* Roentgen, por voluntad testamentaria, hizo destruir todos sus archivos.



De, La Salud de W.R


Carlos Ríos


Carlos Ríos, nació en Santa Teresita, provincia de Buenos Aires, en 1967. Publicó los libros de poemas Media Romana (ediciones el broche, 2001), La salud de W.R. (dársena3, 2005) y en México La recepción de una forma (bonobos, 2006). Fue seleccionado por David Huerta para integrar el Anuario de Poesía Mexicana 2005, publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).
En 1994 fue finalista en el Concurso Nacional para Jóvenes Narradores Haroldo Conti. Por su libro 0.5 recibió Primer Premio del Concurso de Poesía “Ginés García” y por el libro El igloo obtuvo una mención en el Concurso Nacional de Poesía Fundación Octubre, ambos en el 2001. Obtuvo el Primer Premio del Segundo Concurso Universitario de Poesía 2004 en el estado de Puebla, México, por su libro La recepción de una forma.
Actualmente reside en la ciudad de Puebla, México.

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