lunes, agosto 20, 2007

MARCOS SILBER



Mi escritura no está sujeta a rito alguno, sí al impulso movilizador del disparador; a la devolución emotiva del impacto sobre los sentidos; también a la memoria básica, primaria. Escribo casi a diario. Cuando ello no ocurre me siento en falta, se ausenta la afirmación de vida y cierto malestar me ocupa hasta las huesos. El poema escrito ayer no resulta suficiente para contener el vacío de hoy. Los títulos hay que revalidarlos todo el tiempo. Respondo (por elección) a la liturgia de escribir con una vieja -insuperable- Parker 51; sobre cualquier papel que será el primero de no menos de una docena de borradores. El apunte inicial puede ocurrir en diversos sitios; la escritura, sobre mi mesa de trabajo (que es lo más parecido a un bazar japonés después de Hiroshima).

Siempre, con música de apoyo, sobre todo música de cámara.

No tengo plan previo aunque si la certeza que un asunto pide centralidad para prevalecer y la producción aparece como variantes del mismo tema, lo que favorece al fin al conjunto otorgándole armonía y unidad.

No los dejo descansar. No les otorgo ese derecho porque tampoco yo me lo concedo hasta que el poema no está concluido, la mitad de mí no se baja del desvelo y la ansiedad; siento que lo ya escrito clama por el aire de la completud. Corrijo y corrijo, y allí participa con rol nada secundario la tarea de Componer.
La batalla es conquistar la palabra (la nota de color, de sonido y de intensidad que mejor le vaya al texto; la mejor luz posible para iluminar el escenario). La batalla es alcanzar la forma más rica para ése concepto. Entiendo la forma como un momento del contenido. Corregir, significa para mí, perseguir la máxima originalidad, la más intensa belleza que represente la idea.

En mi poesía prevalece la imagen (soy un cineasta negado, ciego, demasiado tardíamente reconocido por mí mismo). Tal vez por eso pongo en palabra lo que previamente apareció en el sueño o en la imaginación. Soy adicto al cine (mi poesía no me desmiente).



Poemas 



EL MURO


La palabra de él, primero.
Pero el muro.
La de ella, luego.
Pero el muro.
La nave enferma del tedio.
descargó sus bombas de profundidad
y uno y otro, aturdidos los corazones
y sin voces de oír.
se preguntan: qué ocurrió?
qué nos volvió extraños?
Qué nos puso a cada lado
a uno y a otro.


***


Mi querida lava los platos y canta.
Y nada de ello
va a torcer el curso de la historia.
La noticia del día refiere
catástrofes naturales y de las otras.
Recorro el paisaje de la casa;
los pastilleros celebratorios da cada aniversario
los libros que nos regaron la cabeza el corazón;
el tapiz de los gallos altivos;
la botella verde mas tenaz del esmeralda;
la botella azul del Nerudiano azul de metileno;
la alfombra tejida por el hijo del hijo
del remoto Persa;
las fotos de los amigos
y de los amigos que ya no.
La nuestra, con los dos, radiantes,
desde una juventud que no logró persistir;
el plato de la luz, el de alabastro
que partió de Kiev
con la bendición de los abuelos.
Mi querida lava los platos y canta.
Cierto, nada de ello
va a torcer el curso de la historia,
pero la hace más soportable.
En cuanto al amor por ella,
el que nace en sus manos, la recorre toda,
da vueltas al mundo y no se agota,
ese amor dicta este alboroto
este delicioso cosquilleo de felicidad.


***


El hueso sueña con su abrigo de carne
la carne añora la mano que la recorría
y cuando la nube del recuerdo
se detiene sobre el cielo del cuarto,
el temblor que buscó refugio en el más adentro
pregunta por la sombra de uno y otro
pregunta a que historia se mudó ese amor
a que ceniza se retiró ese fuego.



T.V.

Acá estoy cariño, acabo de aparcar
y el carro que siempre soñaste espera por ti.
(Dice el de adentro de la pantalla)
Aquí estoy querida, acabo de perder mi empleo
y esta nueva derrota pregunta por vos.
(Dice el de afuera)
Bien, empaca tus cositas mi reina
y partamos; el vértigo nos aguarda la pasión.
(Dice el de adentro)
Bien, un fracaso soy un caballo muerto,
nada cabe esperar de mí
y tu silencio vale como el deceso del amor.
(Dice el de afuera)
La bella de la tanda publicitaria,
desde las perlas de su boca luminosa proclama
las nuevas sales de baño
“que lo harán definitivamente feliz”.


***

Un collar de caracoles
sobre la playa dorada de tu pecho. Apunto.
Al tiempo, los motores de la cabeza
no se detienen y apuntan también;
un alud aquí, un naufragio allá
el cuervo al acecho del pequeño hambreado;
ratas cavando los ojos del solo,
azotes de frío sobra la noche del paria,
cuchillos de miedo,
la catástrofe de cada día,
la zozobra mayor y menor de cada vez;
el desconsolado canto de la vecina,
mas la mano negra de la cegadora
que no cesa y no cesa.
Pero a pesar de, en el centro,
reinando sobre todo el centro,
contra toda enfermedad todo maleficio,
la luz renovada, el amanecer, el sol victorioso
de tu collar de caracoles
sobre la playa dorada de tu pecho.


LAMPARA DE MESA

Está vivo el faro de esta orilla
que le presta días incesantes
a la playa de mi escritorio.
Esta lámpara está viva
aunque se muestra fatigada
Cuando parpadea con los sobresaltos de mi pulso.
(Tanto temporal tanta ironía
tanta devoción tanto silencio)
Está viva
pero esa vacilación en su tarea...
Tal vez, se trate de los últimos ensayos
de la suya y mía escena final.


DOMINGO 6 PM

A tal hora
al apacible de los hábitos serenos
le sobreviene un cosquilleo de malestar,
luego una ventisca de zozobra en la nuca
y más luego, arañazos de furor
por los adentros de la carne.
A tal hora, al calmo de la mansa mirada
le asalta una asesina inquietud;
nada más ir hasta el cuello
de la helada soledad.

Lava doméstica, cerca,
la leche hierve, desborda.


***

Junto al grande árbol fue sepultado.
Según su voluntad. La del buen hombre,
el apacible regador que decía:
“soy la madre y el padre y soy el hijo
que le da de beber.”
En los hondos pasillos de la sedienta tierra
se saluda la huesería de los dos
y cuentan historias
asuntos se cuentan del aquí y del allá.
Cuando llegan los fuegos del verano
las manos de los dos trepan hasta el afuera
en un mismo dibujo de raíces;
salen de paseo
a tomar el fresco de la noche.


1911

Lo veo.
Desde la borda del poema lo veo.
Catorce años tiene el que va a ser mi padre.
Viene en el “Arlanza”. No me ve.
No tiene rostro la tierra que lo espera.
Avanza la nave que muerde aguas de extraños idiomas.
No lee ni escribe el que va a ser mi padre.
Helado trae el dibujo de la letra.
Oigo el naufragio de sus vapores de adentro
y su silencio me da de garrotazos por la cabeza.
Grandotas tinieblas le bailan alrededor.
Duele el frío sobre la cubierta.
El muchachito no me ve pero me dicta:
“congoja”, apunte la palabra “congoja”, hijo,
y apunte “susto”, y no deje de apuntar “soledad”.
Una palabra de lana vuela hasta su cuello,
otra de abrigo desciende sobre sus hombros.
No lee ni escribe el que va a ser mi padre.
Respira un verde aire de consuelo
cuando me sueña escribiendo
en su sueño de más felicidad.
Y detiene el que será su forzado carro de labor
para dictarme: apunte, hijo,
la palabra “trabajo” y “techo” y “cama” apunte
y también “sopa de pollo
con sus flotantes monedas de oro”.
Lo veo. No me ve.
Le oigo: “tome mi mano, hijo,
guíela,
escribamos”.



Almuerzo


El cucharón alza su caldo de recuerdo
y pregunta por la abuela grande.
La cuchilla dentada se desliza
hasta la tibieza del pan
y pide por el hermano mayor.
Otros cubiertos se ofrecen amorosos
frente al sitio donde entonces madre y padre.
Los de postre
inquieren por el revuelo de los chicos.
Y acuden los aliviados de la vida
a las tres campanadas
del impalpable que dirá:
“Bien.
Estamos todos.
Podemos comenzar.”


Puesta en escena

Llega la luz y se hace;
después de recordarse aparece la mesa;
la vajilla – la de las fiestas – se muestra
al cabo de un fogonazo de silencio.
El fuego del hogar se cita a si mismo,
y no se hace rogar.
Desde la oscuridad avanzan los abuelos
en retratos complacidos y sonrientes.
Entre bambalinas, tomados de las manos,
dos que se amaron y se aman,
esperan;
no entrarán todavía en escena,
aún debe llover.



FIVE O´CLOCK

No dejan de asistir. No faltan jamás.
Una vez entraron en la siesta
y ya son la siesta.
Las tías de siempre.
Por afuera del tiempo vienen del antes,
van al después.
Las evita la nieve.
El olvido las ignora.
Cuchichean, sonríen, acuerdan.
Nada asegura que estén vivas.
Tampoco importa.
A las five de cada día
la tetera levanta humos de tías
que cuentan y cuentan
primores del nuevo bordado,
y milagros sanadores de la tisana.

TRAVELLING: en el cuadro
la imagen avanza y retrocede.
Flota sobre ella una serena eternidad.


Inéditos


Marcos Silber

Marcos Silber, nació en Buenos Aires el 4 de agosto de 1934. Publicaciones: 15 libros de obra propia y en otras tantas antologías. Autor de versión argentina de teatro (Raíces). Asistió invitado a: Festival de poesía de Bogotá, de Medellín y de Cajamarca (Perú). Faja de honor de SADE. Primer premio en Mérida (España). Finalista en Casa de las Américas con “Thrillers”. 1º y 2º premio certamen nacional de la APDHPrimer premio de la Casa de la amistad Argentino/Cubana. Primer premio publicación La Luna Que. Premio 1999 y 2000 Certamen prosa breve (contextos, Radio Cultura). XVIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESIA ”SAN JUAN DE LA CRUZ”. Primer premio municipal 1999. Miembro de la Sociedad de los Poetas Vivos. marcossilber3@hotmail.com

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