lunes, agosto 20, 2007

MÓNICA SIFRIM


Me gusta escribir “a contrapelo” del mundo. Cuando es sábado a la noche y me imagino que están todos saliendo a divertirse. Es una sensación de soledad imaginaria: la gente está en otra cosa y me deja concentrar tranquila. Y, esto también es pura neurosis, me gusta escribir “a contrapelo” de la obligación. Si tengo mucho trabajo, reactivamente, me dan como unas ganas rebeldes de escribir, más que cuando cuento con tiempo disponible para la creación. Qué vergüenza! Todo tan infantil. Es literalmente una infancia del procedimiento.
Por lo demás, escribo a mano, tachando y rompiendo papeles de un modo francamente dispendioso y desprolijo. Cuando paso un texto en limpio es porque ya fue objeto de una primera aprobación de mi parte, si no, se abolla en el cesto de papeles o se queda eternamente en borrador. Me gusta escribir con poca luz y velas. Cigarrillos, una copa de vino tinto o mate. Sin nadie alrededor y con el teléfono desconectado. Sin música en ese momento, pero después de haber escuchado música. A cualquier hora y en cualquier lugar con mesa y cierto orden. Lo óptimo es hacerlo luego de haber cumplido con todas las obligaciones, con la conciencia tranquila. Pero eso es rarísimo.

Habitualmente escribo sobre lo que me va surgiendo y llega un momento en que descubro, a veces luego de haber avanzado mucho, por dónde va la cosa. Allí le encuentro palabras a mi búsqueda y empiezo a leer e investigar. Así, retroactivamente, defino, corrijo y muchas veces reescribo por completo a la luz de ese descubrimiento posterior. Finalmente, me tropiezo de manera inconsciente con un plan, pero en mitad de la cosa. El plan ayuda a no toparse siempre con la página en blanco y ojalá pudiera descubrirlo más temprano en el proceso creativo. También es frecuente que sienta deseos de escribir después de algunas lecturas incitantes y energizantes.

Corrijo mucho, salvo en los poquísimos casos en que los textos salen de un par de pujos. Y eso es, me imagino, porque fueron corrigiéndose durante años en la cabeza sin que una lo percibiera.  A veces dejo descansar los poemas, pero a esta altura ya intuyo mejor cuándo un texto va a quedar y cuándo va a ir a parar al cesto. Confío más en mis amores a primera vista. En esos casos, es posible que corrija y corrija ese mismo poema en el acto, para no enfriarme, o durante varios días consecutivos hasta que me quede exactamente como quiero. Otras veces olvido, literalmente, lo que escribí. Soy capaz de olvidar libros enteros hasta que una tarde, acomodando el escritorio, se me caen literalmente los papeles sobre la cabeza y me pregunto “¿Yo escribí esto?” La sensación puede ser grata o no. Algunos de esos poemas recuperados por sorpresa, son curiosamente adoptados, reconocidos como propios, amorosamente, como un hijo bastardo. Para mí corregir no es fatigoso, es una etapa diferente de la creación que necesita de una clarividencia diferente, expeditiva, de mirada amplia. A veces postergo la corrección simplemente porque me erotiza más la idea de empezar un poema nuevo.

Cada vez la creación aparece de forma diferente. Palabra, verso, música, imagen. En ocasiones es casi una sensación física de apremio creativo, como una carga corporal. Si pudiera reconocer la inminencia de su aparición, todo sería más manejable, más dulce. Trato de propiciar ese advenimiento, creando el contexto de silencio y soledad que necesito, procuro iniciar algunas ceremonias. Sin embargo, muchas veces lo hago y no me pasa nada o escribo tonterías y me siento patética. Y además, como al escribir puedo ingresar en estados de introspección muy hondos, si estoy muy angustiada, a veces me cuido y prefiero evitarlo.
Eso sí: cuando lo consigo, corro de una lectura a otra, de una escritura a otra, tomo decisiones, corrijo, termino. Y en medio de esa exaltación imaginativa me siento una diosa. Pero, lamentablemente, no me pasa tan seguido.



Poemas



Poema 1



LO QUE MAISIE SABÍA



Para mirar los peces de colores

En el fondo del mar



Y no dejar de ver tus propios pies

Que siguen aleteando



Como pequeños

Animales de tierra.



Te han traído en barco

Desde la orilla hasta los arrecifes de altamar



Podés abandonar su vientre

De medusa



Pero nunca alejarte

De su campo visual,



No es el calor

Y no es la siesta



Y no es el plato de comida



Ni el hombre que te ayuda

Con sus brazos morenos

A escalar.



Un barco es como un prójimo

(Debería decírtelo al revés)



No quiero más bajar

Y no quedarme afuera

De tu catalejo.



Un barco es como un cuerpo

(Debería decírtelo al revés)



Donde esparcir despacio

Las monedas de oro que encontré



Cuando buscaba peces de colores

Que buscaban mis pies



Como pequeños

Animales de tierra.



Poema 2



Vi sobrevolar un cuervo

En la gramilla

Y dije: “cuando se acabe el grano

Volverá por mí”

Tuve al cuervo parado

En la muñeca izquierda

Mirándome a la cuenca de los ojos

Y pensé

“Cuando te mira fijo un ave de rapiña

Palidecen los hábitos

Mundanos”.

Pájaros y páginas

De un epistolario insobornable

Dejan asentado

Que el dolor a secas

No asesina

Si no es embebido por la miel

De la sabiduría

O velado en trágica opalina.

Las reverberancias

Del dolor

Las uvas del dolor

Preñadas

Y la piedra

Que arroja

Sus heridas

Concéntricas al agua

Vamos, arañita

Vamos, vamos, conciencia a tu redil

Y vamos con el cántaro a la fuente.

Cuando venga el cuervo, tendrá hilachas.




Poema 3


Baila en la sintaxis

Como una chica más



Que va a pasar

El resto de su vida

En una temporada

Intraducible



Le han ligado las trompas de Falopio

Con hilo de coser



Bastaría una risa estrepitosa

Para hacerla estallar



Baila en la sintaxis

Despiadadamente



Si me lo pedís

Te doy un nido

Si me lo pedís en voz más alta

No te doy



Cuando miro la cúspide

No puedo no desear



Que llegue arrodillada en una flor de loto

Deslizando la base

Sobre el río

Y al llegar

Posar el pie

Como una prima dona.



Los años han pasado

Y yo no envejecí.



Sobre mi flor de loto

Pido verte



Porque llevo en la boca una canasta

Con una criatura que te llama papá



Destrozó la costura con heridas

De vida insatisfecha



Te lo traje por fin

No hay cuna que resista

Sus impulsos

Ni pecho que lo nutra

Suficiente,



Hemos llegado al pico

De la tierra flotando

Sin dar un solo

Paso



Cuando miro hacia abajo

No puedo traducir

Ácida y fría

Suave es la noche

Y tierna en los andamios



Tuve que hacerlo. Yo también,

Hice un milagro para vos

Y si vas a reírte

No te doy un nido



No te rías



Ya sé que soy una mujer añosa

El niño fue gestado en una

Nuez.



Pero tiene en los ojos tu mismísimo gesto de mortal

Si pudieras tomarlo

Como prueba de amor

Pero luego dejarlo rodar en los peñascos

Para verificar

Que toda posesión

Es transitoria.



Poema 4



Tan lírica

Rasgó

Las vestiduras

De la monja

De arroz



Eleanor Rugby



Te han hecho con la

Seda de los sueños



Cada resurrección



Es un vestido acrílico



Y cada vez que duela



Di en voz baja



''No es cierto

No soy yo

Es un vestido

Acrílico

De quita

Y pon''.




Poema 5



De una sala vacía

A otra sala

Un hilo tembloroso

Pende.



Ser leal a un

Hilo de palabras

Frágiles



Procurado por nadie.

Esa instalación no tiene dueño.



Si no la escucha el labrador de puentes



Si no la escucha

Y no es leal



Y no recoge

Con el borde mismo de su encía

Un leve acento

De alguien que bebió

Palabras sucias.



Ser leal

Al genio

Del oído



Y no trastabillar

Cuando cae de bruces

Y se rompe

Su magnificencia.



Aún así servirle de instrumento

Que en el arpa de tu cuerpo

El genio de oído

Escriba un “leit motiv”

Y que la claridad

No se arrepienta de arrimarse a vos



Como no se arrepiente la mañana

De rosados dedos

De yuxtaponerse

Al odio

De la noche.



De, El mal menor


Mónica Sifrim


Mónica Sifrim nació en 1958 en Buenos Aires, Argentina. Es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, con especialidad en Literaturas modernas.
Publicó los siguientes libros de poesía: Con menos inocencia (Nuevas Ediciones Argentinas, 1978); Novela Familiar (Ùltimo reino, 1990, reeditado por Hilos en 2012); Laguna (Bajo la luna nueva, 1999); El mal menor (Bajo la luna, 2008); El talante de las flores (Hilos, 2014) y Un barco propio (Ediciones Cienvolando, 2018). En 2005 obtuvo el Primer Premio Municipal de Buenos Aires por El mal menor.
Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, al alemán, al portugués y al francés y han sido editados en diarios, revistas y antologías del país y del extranjero. Integra diversas antologías argentinas e internacionales entre ellas Doscientos años de poesía argentina (Alfaguara 2010). Durante veinte años ejerció el periodismo literario y estuvo a cargo del Premio de Novela Clarín, desde su creación en 1998 hasta 2003. Actualmente, dicta talleres de escritura creativa y lectura en poesía y narrativa en forma privada y en Casa de Letras. Además, desde 2014 es la directora literaria de Ediciones Cienvolando.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Evidentemente - una de las pocas voces que perdurán en la poesía Argentina -,de las últimas décadas.

Oscar Portela

Selva Dipasquale dijo...

Estimado lector: gracias por visitar nuestro blog y por enviar un mensaje. Personalmente creo que en nuestro país hay muchas y muy buenas voces, de lo más variadas que perduran y perdurarán. Y este blog quiere ser y es una muestra de ello. Saludos cordiales. Selva.