Me gusta escribir “a contrapelo” del mundo. Cuando es sábado a la noche y me imagino que están todos saliendo a divertirse. Es una sensación de soledad imaginaria: la gente está en otra cosa y me deja concentrar tranquila. Y, esto también es pura neurosis, me gusta escribir “a contrapelo” de la obligación. Si tengo mucho trabajo, reactivamente, me dan como unas ganas rebeldes de escribir, más que cuando cuento con tiempo disponible para la creación. Qué vergüenza! Todo tan infantil. Es literalmente una infancia del procedimiento.
Por lo demás, escribo a mano, tachando y rompiendo papeles de un modo francamente dispendioso y desprolijo. Cuando paso un texto en limpio es porque ya fue objeto de una primera aprobación de mi parte, si no, se abolla en el cesto de papeles o se queda eternamente en borrador. Me gusta escribir con poca luz y velas. Cigarrillos, una copa de vino tinto o mate. Sin nadie alrededor y con el teléfono desconectado. Sin música en ese momento, pero después de haber escuchado música. A cualquier hora y en cualquier lugar con mesa y cierto orden. Lo óptimo es hacerlo luego de haber cumplido con todas las obligaciones, con la conciencia tranquila. Pero eso es rarísimo.
Habitualmente escribo sobre lo que me va surgiendo y llega un momento en que descubro, a veces luego de haber avanzado mucho, por dónde va la cosa. Allí le encuentro palabras a mi búsqueda y empiezo a leer e investigar. Así, retroactivamente, defino, corrijo y muchas veces reescribo por completo a la luz de ese descubrimiento posterior. Finalmente, me tropiezo de manera inconsciente con un plan, pero en mitad de la cosa. El plan ayuda a no toparse siempre con la página en blanco y ojalá pudiera descubrirlo más temprano en el proceso creativo. También es frecuente que sienta deseos de escribir después de algunas lecturas incitantes y energizantes.
Corrijo mucho, salvo en los poquísimos casos en que los textos salen de un par de pujos. Y eso es, me imagino, porque fueron corrigiéndose durante años en la cabeza sin que una lo percibiera. A veces dejo descansar los poemas, pero a esta altura ya intuyo mejor cuándo un texto va a quedar y cuándo va a ir a parar al cesto. Confío más en mis amores a primera vista. En esos casos, es posible que corrija y corrija ese mismo poema en el acto, para no enfriarme, o durante varios días consecutivos hasta que me quede exactamente como quiero. Otras veces olvido, literalmente, lo que escribí. Soy capaz de olvidar libros enteros hasta que una tarde, acomodando el escritorio, se me caen literalmente los papeles sobre la cabeza y me pregunto “¿Yo escribí esto?” La sensación puede ser grata o no. Algunos de esos poemas recuperados por sorpresa, son curiosamente adoptados, reconocidos como propios, amorosamente, como un hijo bastardo. Para mí corregir no es fatigoso, es una etapa diferente de la creación que necesita de una clarividencia diferente, expeditiva, de mirada amplia. A veces postergo la corrección simplemente porque me erotiza más la idea de empezar un poema nuevo.
Cada vez la creación aparece de forma diferente. Palabra, verso, música, imagen. En ocasiones es casi una sensación física de apremio creativo, como una carga corporal. Si pudiera reconocer la inminencia de su aparición, todo sería más manejable, más dulce. Trato de propiciar ese advenimiento, creando el contexto de silencio y soledad que necesito, procuro iniciar algunas ceremonias. Sin embargo, muchas veces lo hago y no me pasa nada o escribo tonterías y me siento patética. Y además, como al escribir puedo ingresar en estados de introspección muy hondos, si estoy muy angustiada, a veces me cuido y prefiero evitarlo.
Eso sí: cuando lo consigo, corro de una lectura a otra, de una escritura a otra, tomo decisiones, corrijo, termino. Y en medio de esa exaltación imaginativa me siento una diosa. Pero, lamentablemente, no me pasa tan seguido.
Poemas
Poema 1
LO QUE MAISIE SABÍA
Para mirar los peces de colores
En el fondo del mar
Y no dejar de ver tus propios pies
Que siguen aleteando
Como pequeños
Animales de tierra.
Te han traído en barco
Desde la orilla hasta los arrecifes de altamar
Podés abandonar su vientre
De medusa
Pero nunca alejarte
De su campo visual,
No es el calor
Y no es la siesta
Y no es el plato de comida
Ni el hombre que te ayuda
Con sus brazos morenos
A escalar.
Un barco es como un prójimo
(Debería decírtelo al revés)
No quiero más bajar
Y no quedarme afuera
De tu catalejo.
Un barco es como un cuerpo
(Debería decírtelo al revés)
Donde esparcir despacio
Las monedas de oro que encontré
Cuando buscaba peces de colores
Que buscaban mis pies
Como pequeños
Animales de tierra.
Poema 2
Vi sobrevolar un cuervo
En la gramilla
Y dije: “cuando se acabe el grano
Volverá por mí”
Tuve al cuervo parado
En la muñeca izquierda
Mirándome a la cuenca de los ojos
Y pensé
“Cuando te mira fijo un ave de rapiña
Palidecen los hábitos
Mundanos”.
Pájaros y páginas
De un epistolario insobornable
Dejan asentado
Que el dolor a secas
No asesina
Si no es embebido por la miel
De la sabiduría
O velado en trágica opalina.
Las reverberancias
Del dolor
Las uvas del dolor
Preñadas
Y la piedra
Que arroja
Sus heridas
Concéntricas al agua
Vamos, arañita
Vamos, vamos, conciencia a tu redil
Y vamos con el cántaro a la fuente.
Cuando venga el cuervo, tendrá hilachas.
Poema 3
Baila en la sintaxis
Como una chica más
Que va a pasar
El resto de su vida
En una temporada
Intraducible
Le han ligado las trompas de Falopio
Con hilo de coser
Bastaría una risa estrepitosa
Para hacerla estallar
Baila en la sintaxis
Despiadadamente
Si me lo pedís
Te doy un nido
Si me lo pedís en voz más alta
No te doy
Cuando miro la cúspide
No puedo no desear
Que llegue arrodillada en una flor de loto
Deslizando la base
Sobre el río
Y al llegar
Posar el pie
Como una prima dona.
Los años han pasado
Y yo no envejecí.
Sobre mi flor de loto
Pido verte
Porque llevo en la boca una canasta
Con una criatura que te llama papá
Destrozó la costura con heridas
De vida insatisfecha
Te lo traje por fin
No hay cuna que resista
Sus impulsos
Ni pecho que lo nutra
Suficiente,
Hemos llegado al pico
De la tierra flotando
Sin dar un solo
Paso
Cuando miro hacia abajo
No puedo traducir
Ácida y fría
Suave es la noche
Y tierna en los andamios
Tuve que hacerlo. Yo también,
Hice un milagro para vos
Y si vas a reírte
No te doy un nido
No te rías
Ya sé que soy una mujer añosa
El niño fue gestado en una
Nuez.
Pero tiene en los ojos tu mismísimo gesto de mortal
Si pudieras tomarlo
Como prueba de amor
Pero luego dejarlo rodar en los peñascos
Para verificar
Que toda posesión
Es transitoria.
Poema 4
Tan lírica
Rasgó
Las vestiduras
De la monja
De arroz
Eleanor Rugby
Te han hecho con la
Seda de los sueños
Cada resurrección
Es un vestido acrílico
Y cada vez que duela
Di en voz baja
''No es cierto
No soy yo
Es un vestido
Acrílico
De quita
Y pon''.
Poema 5
De una sala vacía
A otra sala
Un hilo tembloroso
Pende.
Ser leal a un
Hilo de palabras
Frágiles
Procurado por nadie.
Esa instalación no tiene dueño.
Si no la escucha el labrador de puentes
Si no la escucha
Y no es leal
Y no recoge
Con el borde mismo de su encía
Un leve acento
De alguien que bebió
Palabras sucias.
Ser leal
Al genio
Del oído
Y no trastabillar
Cuando cae de bruces
Y se rompe
Su magnificencia.
Aún así servirle de instrumento
Que en el arpa de tu cuerpo
El genio de oído
Escriba un “leit motiv”
Y que la claridad
No se arrepienta de arrimarse a vos
Como no se arrepiente la mañana
De rosados dedos
De yuxtaponerse
Al odio
De la noche.
De, El mal menor
Mónica Sifrim
Mónica Sifrim nació en 1958 en Buenos Aires, Argentina. Es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, con especialidad en Literaturas modernas.
Publicó los siguientes libros de poesía: Con menos inocencia (Nuevas Ediciones Argentinas, 1978); Novela Familiar (Ùltimo reino, 1990, reeditado por Hilos en 2012); Laguna (Bajo la luna nueva, 1999); El mal menor (Bajo la luna, 2008); El talante de las flores (Hilos, 2014) y Un barco propio (Ediciones Cienvolando, 2018). En 2005 obtuvo el Primer Premio Municipal de Buenos Aires por El mal menor.
Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, al alemán, al portugués y al francés y han sido editados en diarios, revistas y antologías del país y del extranjero. Integra diversas antologías argentinas e internacionales entre ellas Doscientos años de poesía argentina (Alfaguara 2010). Durante veinte años ejerció el periodismo literario y estuvo a cargo del Premio de Novela Clarín, desde su creación en 1998 hasta 2003. Actualmente, dicta talleres de escritura creativa y lectura en poesía y narrativa en forma privada y en Casa de Letras. Además, desde 2014 es la directora literaria de Ediciones Cienvolando.
Habitualmente escribo sobre lo que me va surgiendo y llega un momento en que descubro, a veces luego de haber avanzado mucho, por dónde va la cosa. Allí le encuentro palabras a mi búsqueda y empiezo a leer e investigar. Así, retroactivamente, defino, corrijo y muchas veces reescribo por completo a la luz de ese descubrimiento posterior. Finalmente, me tropiezo de manera inconsciente con un plan, pero en mitad de la cosa. El plan ayuda a no toparse siempre con la página en blanco y ojalá pudiera descubrirlo más temprano en el proceso creativo. También es frecuente que sienta deseos de escribir después de algunas lecturas incitantes y energizantes.
Corrijo mucho, salvo en los poquísimos casos en que los textos salen de un par de pujos. Y eso es, me imagino, porque fueron corrigiéndose durante años en la cabeza sin que una lo percibiera. A veces dejo descansar los poemas, pero a esta altura ya intuyo mejor cuándo un texto va a quedar y cuándo va a ir a parar al cesto. Confío más en mis amores a primera vista. En esos casos, es posible que corrija y corrija ese mismo poema en el acto, para no enfriarme, o durante varios días consecutivos hasta que me quede exactamente como quiero. Otras veces olvido, literalmente, lo que escribí. Soy capaz de olvidar libros enteros hasta que una tarde, acomodando el escritorio, se me caen literalmente los papeles sobre la cabeza y me pregunto “¿Yo escribí esto?” La sensación puede ser grata o no. Algunos de esos poemas recuperados por sorpresa, son curiosamente adoptados, reconocidos como propios, amorosamente, como un hijo bastardo. Para mí corregir no es fatigoso, es una etapa diferente de la creación que necesita de una clarividencia diferente, expeditiva, de mirada amplia. A veces postergo la corrección simplemente porque me erotiza más la idea de empezar un poema nuevo.
Cada vez la creación aparece de forma diferente. Palabra, verso, música, imagen. En ocasiones es casi una sensación física de apremio creativo, como una carga corporal. Si pudiera reconocer la inminencia de su aparición, todo sería más manejable, más dulce. Trato de propiciar ese advenimiento, creando el contexto de silencio y soledad que necesito, procuro iniciar algunas ceremonias. Sin embargo, muchas veces lo hago y no me pasa nada o escribo tonterías y me siento patética. Y además, como al escribir puedo ingresar en estados de introspección muy hondos, si estoy muy angustiada, a veces me cuido y prefiero evitarlo.
Eso sí: cuando lo consigo, corro de una lectura a otra, de una escritura a otra, tomo decisiones, corrijo, termino. Y en medio de esa exaltación imaginativa me siento una diosa. Pero, lamentablemente, no me pasa tan seguido.
Poemas
Poema 1
LO QUE MAISIE SABÍA
Para mirar los peces de colores
En el fondo del mar
Y no dejar de ver tus propios pies
Que siguen aleteando
Como pequeños
Animales de tierra.
Te han traído en barco
Desde la orilla hasta los arrecifes de altamar
Podés abandonar su vientre
De medusa
Pero nunca alejarte
De su campo visual,
No es el calor
Y no es la siesta
Y no es el plato de comida
Ni el hombre que te ayuda
Con sus brazos morenos
A escalar.
Un barco es como un prójimo
(Debería decírtelo al revés)
No quiero más bajar
Y no quedarme afuera
De tu catalejo.
Un barco es como un cuerpo
(Debería decírtelo al revés)
Donde esparcir despacio
Las monedas de oro que encontré
Cuando buscaba peces de colores
Que buscaban mis pies
Como pequeños
Animales de tierra.
Poema 2
Vi sobrevolar un cuervo
En la gramilla
Y dije: “cuando se acabe el grano
Volverá por mí”
Tuve al cuervo parado
En la muñeca izquierda
Mirándome a la cuenca de los ojos
Y pensé
“Cuando te mira fijo un ave de rapiña
Palidecen los hábitos
Mundanos”.
Pájaros y páginas
De un epistolario insobornable
Dejan asentado
Que el dolor a secas
No asesina
Si no es embebido por la miel
De la sabiduría
O velado en trágica opalina.
Las reverberancias
Del dolor
Las uvas del dolor
Preñadas
Y la piedra
Que arroja
Sus heridas
Concéntricas al agua
Vamos, arañita
Vamos, vamos, conciencia a tu redil
Y vamos con el cántaro a la fuente.
Cuando venga el cuervo, tendrá hilachas.
Poema 3
Baila en la sintaxis
Como una chica más
Que va a pasar
El resto de su vida
En una temporada
Intraducible
Le han ligado las trompas de Falopio
Con hilo de coser
Bastaría una risa estrepitosa
Para hacerla estallar
Baila en la sintaxis
Despiadadamente
Si me lo pedís
Te doy un nido
Si me lo pedís en voz más alta
No te doy
Cuando miro la cúspide
No puedo no desear
Que llegue arrodillada en una flor de loto
Deslizando la base
Sobre el río
Y al llegar
Posar el pie
Como una prima dona.
Los años han pasado
Y yo no envejecí.
Sobre mi flor de loto
Pido verte
Porque llevo en la boca una canasta
Con una criatura que te llama papá
Destrozó la costura con heridas
De vida insatisfecha
Te lo traje por fin
No hay cuna que resista
Sus impulsos
Ni pecho que lo nutra
Suficiente,
Hemos llegado al pico
De la tierra flotando
Sin dar un solo
Paso
Cuando miro hacia abajo
No puedo traducir
Ácida y fría
Suave es la noche
Y tierna en los andamios
Tuve que hacerlo. Yo también,
Hice un milagro para vos
Y si vas a reírte
No te doy un nido
No te rías
Ya sé que soy una mujer añosa
El niño fue gestado en una
Nuez.
Pero tiene en los ojos tu mismísimo gesto de mortal
Si pudieras tomarlo
Como prueba de amor
Pero luego dejarlo rodar en los peñascos
Para verificar
Que toda posesión
Es transitoria.
Poema 4
Tan lírica
Rasgó
Las vestiduras
De la monja
De arroz
Eleanor Rugby
Te han hecho con la
Seda de los sueños
Cada resurrección
Es un vestido acrílico
Y cada vez que duela
Di en voz baja
''No es cierto
No soy yo
Es un vestido
Acrílico
De quita
Y pon''.
Poema 5
De una sala vacía
A otra sala
Un hilo tembloroso
Pende.
Ser leal a un
Hilo de palabras
Frágiles
Procurado por nadie.
Esa instalación no tiene dueño.
Si no la escucha el labrador de puentes
Si no la escucha
Y no es leal
Y no recoge
Con el borde mismo de su encía
Un leve acento
De alguien que bebió
Palabras sucias.
Ser leal
Al genio
Del oído
Y no trastabillar
Cuando cae de bruces
Y se rompe
Su magnificencia.
Aún así servirle de instrumento
Que en el arpa de tu cuerpo
El genio de oído
Escriba un “leit motiv”
Y que la claridad
No se arrepienta de arrimarse a vos
Como no se arrepiente la mañana
De rosados dedos
De yuxtaponerse
Al odio
De la noche.
De, El mal menor
Mónica Sifrim
Mónica Sifrim nació en 1958 en Buenos Aires, Argentina. Es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, con especialidad en Literaturas modernas.
Publicó los siguientes libros de poesía: Con menos inocencia (Nuevas Ediciones Argentinas, 1978); Novela Familiar (Ùltimo reino, 1990, reeditado por Hilos en 2012); Laguna (Bajo la luna nueva, 1999); El mal menor (Bajo la luna, 2008); El talante de las flores (Hilos, 2014) y Un barco propio (Ediciones Cienvolando, 2018). En 2005 obtuvo el Primer Premio Municipal de Buenos Aires por El mal menor.
Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, al alemán, al portugués y al francés y han sido editados en diarios, revistas y antologías del país y del extranjero. Integra diversas antologías argentinas e internacionales entre ellas Doscientos años de poesía argentina (Alfaguara 2010). Durante veinte años ejerció el periodismo literario y estuvo a cargo del Premio de Novela Clarín, desde su creación en 1998 hasta 2003. Actualmente, dicta talleres de escritura creativa y lectura en poesía y narrativa en forma privada y en Casa de Letras. Además, desde 2014 es la directora literaria de Ediciones Cienvolando.
2 comentarios:
Evidentemente - una de las pocas voces que perdurán en la poesía Argentina -,de las últimas décadas.
Oscar Portela
Estimado lector: gracias por visitar nuestro blog y por enviar un mensaje. Personalmente creo que en nuestro país hay muchas y muy buenas voces, de lo más variadas que perduran y perdurarán. Y este blog quiere ser y es una muestra de ello. Saludos cordiales. Selva.
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