Hace 10 años atrás para La
Infancia del Procedimiento escribí: “Como diariamente tengo muchas
ocupaciones (tres hijos, una casa y un trabajo que me apasiona) escribo poesía
cuando entro en lo que llamo para mí "la zona muerta" (con permiso de
S. King). Es un estado que se impone por su propio peso y me arrastra.
Generalmente es en otoño o invierno, cuando la luz se hace azulada, hacia el
atardecer o la noche. Luego reaparece en los pliegues de octubre, un mes que
desde la infancia ha dejado marcas en mí. Cuando "la zona" me invade,
trae consigo un silencio que no es de este mundo y que se impone con total
certeza. Padezco un estado de desdoblamiento donde parece que estoy en lo
cotidiano, pero en verdad me hago aérea. Por supuesto, esto trae consecuencias:
me transformo en un ser menos "eficiente", algo distraído y torpe.
Pero ahora, pero me lo permito sin culpas.
Hoy diría que la zona muerta
sigue allí, pero que con el tiempo he construido sobre ella una isla flotante
que me permite llegar a la poesía sabiendo que no es solo la intemperie la que
escribe, sino que también lo es el paisaje de todo lo construido contra el
fondo.
Antes y ahora. Como un juego de
vaivenes. Por aquella época escribía en determinados lugares de mi casa,
evitando el lugar donde trabajaba y casi nunca en la computadora, a mano,
corregía y tachaba para luego pasar los textos en la computadora. Escribía en
cuadernos A4 con espiral y hojas rayadas, ciertos diarios de bitácora que iban
acompañando un año o dos. Y un día, no importaba cuántas hojas quedaran, los
abandonaba y comenzaba otro. Como si se tratara de capítulos. En medio de lo
que escribía -reflexiones, ideas, sentimientos- comenzaba a surgir un hilo. El
hilo empezaba a atravesar los días y en un momento dado se imponía en tono de
poesía.
Eso ya no es tan así. Los
cuadernos no son los mismos. Ahora prefiero que sean más pequeños como para que
entren cómodamente en una cartera, que sus hojas sean lisas y preferentemente
color hueso. Devino esa antigua bitácora en un cuaderno que acompaña a un
libro. Cada escritura nueva parece tener su propio cuaderno. También escribo
bastante más en la computadora directamente, porque fui liberando la palabra
escrita por medios electrónicos para hacerla más cercana a mi mano. De todos
modos, nada tan hermoso como escribir con lapicera sobre un papel.
Antes como ahora, aparece la voz
de esa editora que también soy y que me pregunta a dónde voy, cuál es el
territorio de esos poemas. A veces aparece el título, el tema o una respiración
que me va guiando. Lo que podría ser el eje o tema central reaparece
insistentemente y pide ser pensado desde diversos sitios. Para entonces, ya
estoy en el territorio del futuro libro.
En este punto puede pasar que
“investigue”, pero se trata de un método diferente al que se utilizaría para la
“investigación periodística”, por ejemplo. Es una investigación con cierta
suspensión de la causalidad. Consiste en reunir elementos que jamás se
reunirían si no estuvieran iluminados por esa luz nueva que es la poesía.
Dejo descansar lo que escribo
mucho tiempo. Cuando lo vuelvo a leer debe parecerme casi ajeno. Corrijo, pero
casi siempre lo hago apenas escribo. Generalmente despojo mucho porque me gusta
la poesía que contenga el sentido y el silencio. Luego ya no necesito mucha
corrección.
En lo que sí trabajo
obsesivamente es en el tema de lo que podría llamar “el montaje”. Que es la
edición, pero también algo más del plano de lo visual. Es un trabajo de color y
de ritmo musical. El propio trabajo me enseñó que un poema crece, brilla o se
hace presente por sí mismo si está en el sitio adecuado.
También en cada libro trabajo
específicamente el campo semántico que siempre está relacionado a un escenario
o escena de ese libro en particular. Las ideas y los primeros trazos comienzan
a ordenarse a partir de ese territorio particular que tiene algunos datos de temperatura,
color, límites geográficos y atmósfera.
Me dejo habitar por el libro que
estoy escribiendo. Es como si lo sembrara y esperara a que los primeros brotes
vieran la luz. Regara y cuidara. Hasta que cierro el libro como si
arrancara la planta de cuajo. Ahí comienza el otro camino, arduo de llegar a la
publicación del libro. Es por eso que entre que termino un libro y lo
publico (que, por supuesto en nuestro país puede pasar dos o tres años, con
muchísima suerte), ya estoy escribiendo otro.
Es importante recordar que al
trabajo de la escritura se suma otro, tanto o más importante aún: la
publicación. Esto implica relaciones sociales en torno a lo editorial, que nos
conozcan quienes hacen lo mismo que nosotros, estar presentes - en eventos
donde leemos o exponemos ideas...
La idea inicial surge siempre de una imagen que lleva en sí una idea. Es una
imagen que luego busca expresarse en palabras. Cuando lo hace elige su color y
su cadencia. Solo tengo que ver y escuchar. Leerla.
Por ejemplo: en Donde olvido
mi nombre (Alción, 2005) el escenario de fondo fue para mí “todo lo
que se degrada y sus efectos”: basura, cuerpo en descomposición, fragmento,
vestigio, corrosión, ruina, holocausto, etc. Estaba en relación a lo que
sucedía en las calles. Era el 2001 y una gran cantidad de familias vivían de la
basura. Y en Los niños de japón, en cambio, fue lo sutil del
paisaje japonés en la pintura y la tradición literaria; a la vez que la dureza
de la mirada japonesa (en escritores como Oe, Mishima o Ishiguro) y que pueden
reducirse a palabras como: sangre, estallido, corte, horadamiento,
escisión.
En Maneras de ver morir
un pájaro me propuse crear una distopía en un mundo donde todos los
pájaros caen a pique. Ese, en particular, es un libro que tiene que ver con el
collage. En 2012, comencé a experimentar con esta técnica dentro del arte
visual. Creo que eso me dio una libertad mayor a la hora de escribir poesía.
Probar -y divertirme también- con las formas de abordar lo poético para pasar
de lo lírico a lo narrativo, de lo coloquial a lo exquisito.
POEMAS
I
¿Fue un ancla lo que ella dejó en
el centro de mi cuerpo?
¿Fue como para decir
nunca serás tuya
serás llevada y traída por
la memoria a su antojo?
¿Fue un mástil de bandera?
¿Una raíz de ella
lo que creció entre mis pechos?
¿Un carozo amargo el que
cerró mi garganta en tabique?
¿Fue o no fue?
¿Qué cosa central
qué mandala
qué puñal adormecido?
¿Qué es lo que vuelve
de tarde en tarde
cuando todo empieza a apagarse
y las ranas se aparean
mugiendo como vacas?
qué es lo que no sé
lo que ella dijo
o no dijo
o quiso decir
pero masticó hacia dentro
en su silencio roedor
¿Fueron sus dedos,
la yema de sus dedos
áridos?
¿Fue en el primero de los minutos
cuando el horror
anidó esta mirada
en el profundo hueco
y el ácido río de sus ojos
se derramó en mí?
¿Fue todo lo que su cuerpo
no dio?
¿Se instaló aquí
en medio de mi carne
la casa abandonada
inconclusa?
¿O fue la muerte
con la que me sembró
esta semilla
que crece sombra
en mis huesos?
¿Quiso ella que el piano
mudo
estuviera para siempre
como estaca
entre las costillas mías?
¿Arrancó, como quien arranca
cardos de cuajo
como quien arranca carnes de en medio
un pedazo mío y lo devoró?
¿Soñó ella
ése cuadro de Goya?
¿O fue insecto
cuando hizo esta morada
que de tanto en tanto
estalla en finas patitas
que me aferran?
: O arácnida
: O piedra sembrada con amor
de madre
¿Qué es este inmenso
lago
de aguas macizas
en el que caigo?
II
Una sola vez
lo dijo
y eso le bastó
para nombrar
lo que no volvería
Cada uno
niño
hizo silencios
con muñecas de goma
y triciclos
Cantó
cada uno
su canción
secreta
Ella cosía
y recosía
la palabrita aquella
llena de parches
nos iba
mostrando que el tiempo
siempre gasta
lo que se dice
una sola
de las veces
IV
Allí está
dentro de la caja
busquen ahí
y no olviden
la ceremonia también es de ellos
que quieren verlos pastar
las lágrimas
Animen ustedes
este acto escolar
Si las piernas no alcanzan
yo podré elevarlos
por sobre el corral que los detiene
Bésenlo y bébanlo
traguénle el aire entero
que lo rodea
que de eso está hecha la vida
instantes
que se desgajan como pétalos
de corona
Vean que tranquilo
está
Ninguna lágrima
podrá rodar
lo suficiente
para que él cambie
su risa negra
V
Repártanse lo poco
Arañen de él
lo que de él es arañable
y cierren
esos picos de pollo
que nadie quiere ver
el triste espectáculo
de un par de huerfanitos
parroquiales
llorando
VIII
Golpéame con tu odio
la mañana se abre
a la duda
y todo tiembla
no hay ramilletes
de hierba a orillas
de la escuela 22
sólo el caserío
donde habitan
demasiados sueños y alguien reza
por su salvación
No está el campo
donde
una niña dibuja
la noche
(la noche es una niña
que dibuja)
No sueltes mi mano
de almidón
mi pelo no sueltes
cabello de ángel
No hay ceremonias
blancas
sobre el blanco
pedregullo de mármol
rumbo a la escuela 22
Hay las paredes
descascaradas
y un himno
y las galletas Manon
y mi paraguas
en los charcos
Y las promesas
también blancas
anudadas a la cintura
son un beso
inútil
sobre la cabeza
de yeso de un recién nacido
Besemos santos
y muertos
besemos todo lo inmóvil
lo frío
besemos la mañana helada
rumbo a la escuela 22
donde la amnesia
respira
las horas
el guardapolvo ajado
y las cintas en el pelo
allí fuimos
lo que se anunciaba
pura carne
para ser devorada
por las uñas sedientas
de lo que ya estaba escrito
IX
Subo al niño niñito
sobre mis espaldas
lo arrastro cuesta arriba
Es el niño niñito
un botón de acero
cerrado entre mis alas
lo beso
lo limpio
le doy de comer en la boca
lo acuesto
El niño niñito se ha dormido
En puntas de pie
delineo mis ojos en el espejo
subo en una torre
el pelo a mi nuca
y bebo
Vestida de mujer
envejezco
(espero que el niño
se haga hombre
en su reloj de arena)
X
Mi pequeña cara
en ella
un fragmento
de piedra
un cactus
sobre el cielo
celeste postal
un fragmento
tenía zapatos
gastados
una corbata rosada
el aire sin voces
respiraba
el sol
bocanada muda sobre nosotros
piedras y guijarros
un camino
subía
el viento en el pelo
en la cara
el viento
caliente
espacio donde nada se dice
y está
una bocanada
mi pelo
la piel tibia
el cielo turquesa
XIII
Puede ser que haya
únicos niños de octubre
y que yo tenga en ellos
el destino puesto
de tierra y agua
que de mí partan raíces
y juncos me aten
de pies y manos
a esta tierra
de carne oscura
Puede que yo sea
niña fingida
de una primavera atávica
para que nadie sepa
cuánto tiempo hace que
en mí dejó la luna
sus semillas
XIV
Nubes como costillas de vaca
huesos de vaca
blancos
como dientes
sobre los álamos
en la bandada
uña oscura
de alas
desgajadas por molinos
las nubes
como escamas
sobre las manzanillas
y las garzas
sobre el camposanto
las cruces
de domingo
nubes como manos
que sangran
chorros de luz
de octubre
sobre el campo
nubes
como serpientes
azules
y las salvias
huelen
en mí
y la garganta
cierra el cielo
en cúpulas
de huesos de vaca
XVII
Los brazos
hacia atrás
cargo centenares
de flores
Construiré una montaña
de crisantemos amarillos
Adentro haré
para siempre
mi casita de muñecas
De, El Grito
Alejandra Correa
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