¿Qué es la poesía?
A esa pregunta respondería desde dos
perspectivas: desde la escritura y desde la lectura. Como escritor de poesía y
como lector se presentan como discursos diferentes, como dos prácticas que la
definen bajo distintas formas. Mi posición frente a la poesía en la instancia
de la producción o la recepción son radicalmente
En la instancia de la producción probablemente, a mí, que también soy narrador, más concretamente cuentista, o también ensayista, el lenguaje poético irrumpe, llega como palabra que, por un lado, se revela, se desliza sobre el papel con mayor o menor facilidad, con mayor o menor felicidad, según los casos. Pero, sobre todo, me obliga a un obstinado cuidado puesto en cada palabra que manipulo. Es entonces una práctica social de índole verbal extremadamente selectiva que requiere de ciertos conocimientos (teóricos y prácticos), para ser producida con acierto. Es un discurso que por lo visto no tiene referente más que el imaginario, como suele suceder en la poética (excepto el caso de la no ficción y de ciertas crónicas, si es que podemos incluir a la crónica por dentro de la poética). Es un discurso verbal en el cual la palabra se carga se una energía electrizante, es denso, no leve, como quería Italo Calvino de la literatura en sus Seis propuestas para el próximo milenio, para la literatura. Su escritura en lo personal me hace vacilar mucho. Mucho más que el caso de la narrativa, por ejemplo. Regreso sobre él. Dudo. Retrocedo. Avanzo a tientas. Siento que escribo en un estado que no es sino el de la incertidumbre. El de la incertidumbre constante. También el del asombro. No me puedo abandonar al puro escribir espontáneo. No a mis 50 años. No soy, no puedo ser, aunque lo desee, un ingenuo. Mido cada palabra, cada sonido, el vínculo que se establece entre los versos, la rima (si bien no trabajo con formas tradicionales vinculadas a la poesía, raramente me sirvo de la rima, pese a que sí ha sucedido, incluso la rima interna). Entonces: esto desde la producción. Más una dificultad, una resistencia que una fluidez. Recapitulo: un discurso verbal de una alta densidad semántica y formal, de un referente imaginario que tiende a romper precisamente con los significados sociales. Combina de modo irreverente adjetivos con verbos, verbos con sustantivos, en ocasiones un verso está construido por una sola palabra. Las comas separan sustantivos, forman un verso que es una frase nominal. Además, a esa densidad podríamos sumar complejidad. Porque no se deja leer como el diario o como un cuento incluso, como es obvio. Sino que ya desde su forma exige detenerse, ser decodificada cuidadosamente, ser parsimonioso, ser pausado, no apresurarse, no apurar la lectura, una lectura mesurada. Requiere fundamentalmente atención. Una atención aguda en la que se ponen en juego sentidos (desde lo sensorial) y los sentidos asociados a los significados. Es cierto que hay poemas que tienden a ser más ágiles que otros. Pero aun así lo que caracteriza a ese discurso es una temporalidad lenta. Morosa. Exigente con el lector en tal sentido. No le permite pasar de largo si es un lector interesado en el poema. Si es un lector inteligente, preparado, entrenado, pues será cuidadoso con lo que va leyendo, descifrando. Un lector que atiende al poema, a su forma, a sus epígrafes (si los tiene). En mi caso particular me doy cuenta de que el poema grita en muchos sitios.
En lo relativo a la escritura, me doy
cuenta de que tengo o debo atender a muchas demandas del poema, prestar
atención a muchas de sus dimensiones para su creación. Uno crea, por un lado.
Por el otro, el poema se le revela. Hay una frase que yo escribí en un artículo
precisamente sobre la escritura: “escribir descubriendo”. Me parece que por ahí
va la cosa. Se descubre el poema en la medida en que se lo comienza a escribir.
Como si ya existiera (en algún lugar de nuestra mente o si ya existiera como
posibilidad combinatoria de signos virtualmente) y fuera uno quien, al sentarse
a escribir lentamente, parsimoniosamente, descorriera un velo. Ese velo era un
conjunto de discursos sociales que probablemente lo mantenían oculto a la
mirada del poeta. Lo velaban. Lo cubrían. Y cuando por fin uno se sienta a escribir,
logra entrever en ese preciso momento su forma. Su forma primera. Luego llegará
todo el largo trabajo ulterior del artesanado de la corrección. Corrección en
la cual un poema que era de un modo puede pasar a ser otro que nada tenía que
ver con la primera versión. Incluso irreconocible para alguien que lee ambas
versiones.
En la lectura, en cambio, depende de
qué esté leyendo la definición que pueda dar de poesía. Si estoy leyendo a Juan
L. Ortiz es algo distinto que estar leyendo a Dolores Etchecopar, a Borges, a
Azucena Salpeter que a Susana Thénon o a
¿Y qué decir entonces de leer poetas?
Pues lo mismo. A cada uno lo leo de modo diferente. Cada voz me dice cosas que
no son las mismas. Y a su vez cada poema lo hace. Entonces: ¿cómo podría yo
generalizar? Naturalmente que existen ciertas pautas elementales de forma,
significados, significantes, referentes imaginarios. Pero aun así en este punto
no soy partidario de generalizar. Hay también muy buena prosa trabajada
poéticamente. Pienso en la argentina Liliana Bodoc, en algunas de sus
creaciones. Ella era una gran lectora de poesía. De modo que destellos de
poesía uno puede detectar en momentos de su prosa, también la infantil. Y eso
¿dónde lo podemos acomodar? ¿en la narrativa exclusivamente? ¿en la prosa
poética? ¿en una narrativa que se caracteriza por un uso poético de la lengua?
Creo que el gran error es pretender generalizar. En este punto particularizo. Y
mucho. No me da lo mismo leer a un poeta que a otro. Y considero que hay poetas
que están tan en las antípodas, que puede que hasta tengan cierta afinidad con
algunos narradores. O hasta algunos ensayistas, dado el caso, con los de muy
alto vuelo, quiero decir.
No hago investigaciones en
profundidad. Sí escribí una serie de poemas sobre Noruega, en los que me tuve
que documentar. Pero no hice investigación bibliográfica. Tenía la idea del
poema o un cierto clima en torno del cual me empapaba para escribir.
Investigaba nombres de personas, la flora, la fauna, los lugares, la Historia,
en lo elemental. No me interesaba escribir un poema histórico. Además, todos
los poemas eran distintos. Algunos muy antiguos, otros modernos. Los combinaba
o mezclaba. De manera que el trabajo de investigación se limitaba a una
ubicación, a coordenadas elementales acerca de cómo recrear ese país y esa zona
(los países escandinavos, que son todo un universo, me fui dando cuenta).
También lo que me ha sucedido es que
cuando comienzo a asistir a maestros de escritura, como ahora, que estoy
trabajando con la autora Susana Szwarc, ella me dijo que veía un libro en un
poema. Y yo le expliqué que estaba interesado más que
Ahora bien. Cuando yo no estoy haciendo
talleres de escritura, las cosas son completamente diferentes. Hay una idea
general que llega (ignoro cómo, por qué, cuál es la razón, el origen, el
detonador, por qué en ese momento, por qué poesía y no narrativa) y a esa idea
global yo comienzo a ir lentamente desplegándola. Es como una idea rectora.
Organiza semánticamente el poemario. Lo ordena como un marco. Le da un sustento
incluso ideológico. Difusamente entreveo una forma de grandes dimensiones, de
grandes trazos en mi mente (y en mi sensibilidad). Y esa forma comienza
lentamente a coagular en poemas. En breves poemas o en otros casos más
extensos. Por lo general respetan una forma más o menos pareja en lo relativo a
extensión o en lo relativo a complejidad. Pero teniendo en cuenta que tengo 50
años, ya he recorrido un camino bastante largo a solas en casi todos los
géneros. Ha habido largas etapas en que no he acudido a maestros de escritura.
También me he consagrado una larga etapa de mi vida a la carrera académica y
sigo colaborando con una revista académica. Todo esto hace que uno cuente con
una formación que facilita las cosas. Facilita las cosas al momento de
escribir. Al momento de organizar el libro. Al momento de corregirlo. Hay
experiencia de escritura. Hay eso que habitualmente se denomina oficio.
Naturalmente que también me ha sido
muy útil escribir sobre poetas o poéticas de autor argentinos. He escrito sobre
Dolores Etchecopar (y la he entrevistado para una revista académica de
EE.UU., Hispamérica, University
of Maryland), he escrito sobre Hugo Mujica (para la misma revista académica de
EE.UU., Hispamérica), he escrito
sobre autores de La Plata como Néstor Mux, Horacio Preler, Azucena Salpeter,
Patricia Coto y Pablo Ohde. También sobre Juan Gelman, Fogwill, Mirta
Rosenberg, María Elena Walsh (sus poemas y su cancionero para adultos), sobre
Ana Emilia Lahitte (el trabajo ganó un Primer Premio en la categoría Ensayo en
un concurso literario en 2019), sobre Olga Orozco (para Hispamérica), Tamara Kamenszain
(para Hispamérica), sobre
De modo que como casi todo lo que ha
sucedido en mi caso con la literatura hay mucho de intuición y poco de
planificación e investigación. Estuvieron esos poemas sobre Noruega, que
publiqué con una investigación que fue importante para conferirles una cierta
verosimilitud, pero sobre los cuales un noruego seguramente se hubiera reído en
tal caso de modo estruendoso. Sonaba verosímil a los ojos de un argentino o un
mexicano o latinoamericano en general, porque era una patria remota, porque
fueron publicados en una revista mexicana.
Soy un gran entrevistador (no me
refiero a mi calificación necesariamente sino a mi experiencia), tengo un libro
de entrevistas con diálogos con 30 autoras argentinas, varias de ellas poetas.
Dos entrevistas quedaron por fuera por distintos motivos. Pero fue un trabajo
de orfebre el de leer cada corpus íntegro, elaborar hipótesis de lectura para
las preguntas, introducirme en el universo poético de cada autor o autora a lo
largo de mi vida en mis entrevistas. Y leí estudios sobre autores o autoras.
Sobre Alberto Girri, un grueso estudio o tratado sobre la poeta de La Plata
Matilde Alba Swann. He leído trabajos sobre Arnaldo Calveyra, sobre Susana
Thénon. En fin, todo ha sumado y todo ha ido conformando una suerte de gran
reservorio, de capital simbólico de recursos al cual acudir para, a partir de
esa formación e información, producir mi propia poesía. Y también todo ello
refina. Vuelve más sutil la escritura. Hace que uno distinga de qué modo
escribir con más complejidad, hacerlo con ductilidad, apelando a matices. Evitar
los clichés o los estereotipos, salirse de lo que se considera lo poético para
internarse en zonas menos previsibles, más inesperadas.
Uno distingue dónde está lo sutil de
dónde está lo vulgar (excepto que le interese trabajar sobre la vulgaridad, por
ejemplo, paródicamente, que no es mi caso) y dónde quiere estar ubicado en esa
escala de valores poéticos, en la medida de sus posibilidades. Yo no sé si
estoy particularmente dotado más para el ensayo, la narrativa, la poesía. O
para mis entrevistas (que son formas de la crítica literaria), el ensayo o las
reseñas críticas.
Una forma particular, singular de
trabajar fue este año, 2021, en que realicé trabajos interdisciplinarios con
artistas plásticos y fotógrafos profesionales en ambos casos, a los que sumé
mis prosas poéticas. Trabajábamos así. Ellos me pasaban series de fotografías o
pinturas. Varias. De entre todo ese conjunto de sus producciones yo elegía un
conjunto, una serie de cuatro y las tomaba como disparador para escribir a
partir de ellas mis prosas poéticas. En ocasiones los textos se disparaban
levemente hacia lo narrativo. En otras hacia lo intensamente poético. Si las
obras eran figurativas o abstractas en el caso de las pinturas tal
circunstancia se volvía evidente. Según qué me sugirieran. Y en el caso de las
fotografías también la unidad, los cromatismos, la estación del día o del año.
Por ejemplo, hicimos un trabajo con astrofotografías. Eso fue fabuloso.
Fotografías de la luna, de las estrellas, la noche. Y me resultaban sumamente
sugestivas estas creaciones de las personas con las que trabajé. Estos trabajos
los publicamos en revistas culturales de México y EE.UU. (NY). Había habido
antecedentes naturalmente. Este mismo año, trabajamos y terminamos el
libro Errancias (2021), con
mi amigo radicado en Buenos Aires Mariano Benítez, que es Lic. en Psicología
por la UBA. Él es fotógrafo profesional y escritor. Yo lo desafié a que nos
lanzáramos a este emprendimiento. Y en 2015 hicimos y terminamos Viernes, un libro interdisciplinario con
otro amigo fotógrafo profesional, que es Lic. en Cine por la Universidad
Nacional de La Plata. Él trabaja en la cátedra de Guión. Pero a diferencia
de Errancias él no escribió
a la par de mí, como Mariano Benítez. Él se limitó a tomar las fotografías y yo
a la escritura. Una escritura que sí significó esta vez prosas poéticas o
textos inclasificables, que salían, pero al mismo tiempo irradiaban hacia otras
zonas de la experiencia estética, hacia otras artes que entraban en diálogo con
la fotografía. Se llamó Viernes porque
fue el día de la semana por las tardes en que rigurosamente nos juntábamos a
trabajar en la casa de Ramiro Peri, mi amigo de La Plata. Y los antecedentes
más remotos aún, habían sido un texto que yo había escrito sobre una exhibición
de fotografías sobre una compañía de danza de Buenos Aires, de Ramiro Peri, dos
fotografías de Celina Ortelli (con quien haríamos el trabajo de astrofotografía
y otra serie más con varias publicaciones para la revista de México). Y también
dos textos sobre dos fotografías de Mariano Benítez en forma aislada. Estas
tentativas fueron como ensayos preliminares de lo que vendría mucho después,
del descubrimiento de una afinidad y una vocación por la investigación
creativa. Estos trabajos poéticos, entonces, sí fueron deliberados y no
requirieron investigación, pero sí fueron un estímulo que me resultó sugerente
a partir del cual crear mis prosas poéticas.
En cuanto a la corrección, depende
mucho de las circunstancias. Si son para libro, corrijo mucho y dejo reposar.
Tengo un libro de cuentos inédito que lo he corregido cuatro o cinco veces.
Tres libros de poesía inéditos también, en varias ocasiones corregidos. Pero
los que voy a publicar en revistas culturales tienen otro tiempo, un tiempo más
veloz, que es el tiempo de las revistas de periodismo cultural. Si bien no soy
un hombre que vaya a producir de modo indiscriminado o compulsivo poesía para
publicar en revistas. Eso no lo haría jamás. Por otra parte, me saldría mal y
no me lo perdonaría. Sí escribo muchos artículos. Y mesuradamente también.
Sobre temas y autores sobre los que tenga un conocimiento profundo previo. O me
pongo a estudiar. Naturalmente que al haberme especializado sobre poéticas
argentinas mi campo de estudios fuerte está en esa zona. Más débil en otras (lo
que es un error, desconozco las vanguardias, por ejemplo, las poéticas
españolas, la poesía latinoamericana) salvo algunos escritores en los cuales he
puesto el foco. Los vengo pensando y leyendo hace mucho tiempo. He escrito
sobre sus poéticas en numerosas ocasiones. O sobre libros en singular.
Y no concibo la escritura sin
corrección. Uno aprende a leerse a sí mismo corrigiéndose. Corregir para mí es
leerme en una cierta clave. Te diría que en ocasiones implacable. No es la más
ingenua o impulsiva del primer borrador. Sino la revisión meticulosa de un
poema que incluso puede verse radicalmente modificado al punto de ser otro. Eso
me está sucediendo con Susana Szwarc. Ella detecta. Me hace notar aciertos.
Alguna parte del texto en la que ve que es una puerta que se abre. A partir de
ese punto de partida, que ella propone, o sugiere, yo hago mi camino. Comienzo
a dar comienzo a mi propia experiencia de escritura. Habíamos comenzado una
serie sobre el arte poética y ahora irrumpieron los vínculos familiares. De
modo que tampoco las cosas son lineales. Son asociativas. Uno, como dije,
avanza a tientas. Es imprevisible lo que sigue. Lo que vendrá a continuación. Y
eso me resulta saludable.
Soy un gran partidario de los
talleres de escritura con buenos maestros. En mi caso realicé cinco y ahora con
Susana el sexto. Cuatro en La Plata, con énfasis en narrativa breve. Dos en
Buenos Aires, sobre poesía, contando el de Susana, en el que estamos
trabajando. Es un buen equilibrio y son, en definitiva, los dos géneros a los
que me he consagrado en mi vida: la poesía y el cuento. Esto en lo relativo a
la poética.
Yo corregía de un modo muy ingenuo al
comienzo de mi vida, cuando comencé a escribir sistemáticamente, a los 19 años.
Los talleres tuvieron esa función, además de estimulante, de impartir lecciones
fundamentales sobre todo un abanico de temas, autores, poéticas (los de
compañeros y los de autores que íbamos leyendo), permiten eso, que uno distinga
cómo puede lograr que un texto flojo vaya
¿Y qué es la corrección? Creo
que fundamentalmente pensar de un modo más exigente, más riguroso
Como conclusión final a todas las
preguntas que me han sido formuladas para esta entrevista respondo: “No se
puede generalizar en la escritura”. A veces es una frase que dispara un poema.
Un verso que se me ocurre. O una combinación de dos palabras. Una metáfora que
logro vislumbrar como un relámpago. En otras ocasiones no sucede eso. Sino
irrumpe una imagen de modo obsesivo que demanda ser escrita. Esta escritura es
la mejor para mí. El poema suele llegar prácticamente armado. Redondo. Viene
armado en mi cabeza, como si ya hubiera sido producto de una reflexión
preliminar. Sometido a un filtro. Una voz se impone. Una voz poética. No una
voz humana. Es un verso que llega o el comienzo de un verso. Ese comienzo
inicia y se va enhebrando con toda una serie de significantes que urden el
poema. Ese poema suele llegar de zonas muy recónditas. Se busca una cohesión y
se busca una coherencia interna. Una coherencia que solo hace a ese poema.
Y luego está el trabajo en los
talleres al que también considero sumamente importante. Uno trabaja a partir de
lo que escribe, pero también expande o revisa a partir de observaciones para
mejorarlo. Para enriquecerlo. Para dotarlo de resonancias o quitarle otras que
no son imprescindibles. Donde ha cargado las tintas se le hace una observación.
Donde hay una coma de más o de menos se le hace notar. Un título puede contener
una palabra de menos. Estos poemas llegan porque vamos a tener a la semana
siguiente otra clase y la idea es seguir con esa serie que ha propuesto la
coordinadora del taller. Y el trabajo individual evita interferencias. O quizás
no. Quizás es bueno convivir en el aprendizaje con otros colegas. No digo que
esté mal. De hecho, todas mis experiencias habían sido de talleres grupales
antes. Pero para este momento me di cuenta de que era necesario, imprescindible
te diría, el trabajo individual. Había llegado a una instancia de mi carrera,
de mi producción de escritura, de mi producción de poesía en que era
fundamental el trabajo full time con una maestra de escritura que corrigiera,
sugiriera, hiciera observaciones, señalamientos, que fuera una escritora con
experiencia, que hubiera publicado libros, que hubiera participado en lecturas
públicas. Ella además de narradora es poeta, y tiene obras de teatro breves.
Seguramente escribirá artículos o conferencias. Ese punto no lo hemos
conversado aún.
No hay una tal música o una melodía
que llegue para mí. Eso en todo caso lo percibo en la corrección. Allí sí la
percibo. Y procuro seguirla. Y percibo un ritmo. Una cadencia. Una fluidez o un
obstáculo. Me doy cuenta entonces de que en ese lugar debo intervenir. Procuro
que exista una melodía. No asociada a la rima. Sino a una suerte de movimiento
del poema, de movimiento interno que lo percibo al leerlo mientras lo corrijo.
Y procuro que existan todos esos componentes, en primer lugar. De otro modo no
me interesa un poema que sea ruidoso. Un poema que haga ruido no me cierra por
ningún lado. Porque no tiene armonía. Y en mi búsqueda (y esto es sumamente
personal) el trabajo poético tiene que ver con la búsqueda de una armonía. Para
eso es importante el silencio a la hora de escribir. No estar tironeado por
ocupaciones pendientes en lo inmediato, no estar afectado por preocupaciones o
estados de ánimo que me afecten negativamente. Tiempo libre por delante. Poder
reflexionar con tranquilidad. Los fines de semana, los sábados por la noche son
ideales para eso. Y hay otro elemento fundamental: mucha, mucha concentración.
Poemas
1.
a veces me gustaría vivir
en los sueños
en los sueños
la gente es tan
desesperadamente honesta
igual
que cuando hace
el amor
3.
yo
en ella
ella
en el verde
el
verde sobre el humus
el
aire entre los dos
ambos
como
dos laderas
unidas
en un vértice
de
montañas
en
llamas
19.
recóndita pierna
guarda
un sitio
no terrestre
donde me guarda ella
y se lleva los secretos
que ni yo conozco
adiós les digo
y me hago a un lado
46.tapices
en unos tapices
antiquísimos
pude ver escenas de
amantes
me parecieron
fantásticas inverosímiles superfluas
hoy a la gente no le da
tanto
trabajo amarse
De, Cantares, Edulp, La
Plata, 2005.
Adrián Ferrero
Biografía
(de infancia)
Me limitaré a una biografía cultural.
Y dado que este libro es sobre la infancia, los procesos de génesis de
escritura, nuestra historia como personas y como escritores, me restringiré a
una autobiografía de escritura de infancia. En el principio fue una producción
ilustrada y escrita por mí en un colegio primario hostil, con motivo de cumplir
la ciudad de La Plata sus 100 años, en 1982. Mi trabajo obtuvo el Primer Premio
Municipal. Yo tenía 12 años, una enorme timidez que se vio acentuada cuando las
maestras me hicieron circular por todo el establecimiento como un trofeo. El
premio consistía en un diccionario, una medalla y un Acto de entrega. Pues no
hubo ninguna de esas tres promesas. La escuela primaria fue rica en estímulos
tan solo con una sola maestra que con sentido visionario advirtió en mí una
sensibilidad e inclinación por el arte que promovió. Me estimuló y,
precisamente, en 2019 escribí, como un tributo, una nouvelle para adolescentes, Melancolía (inédita), que la tiene por un personaje central
pero bastante disimulada en su identidad. Y a esa historia. Hace tiempo se
graduó de abogada y ahora ejerce su profesión con vocación. Me la encontré por
trámites en Tribunales. Me dijo: “Vos no podías dedicarte a otra cosa”, cuando
le dije que me había doctorado en Letras y era escritor. La despedida sí fue
triunfal. Ella, muy criticada por el resto de las maestras desde por las
minifaldas con que se vestía hasta por el modo de educación que impartía, de
educación por el arte, apartando las matemáticas y la biología, ahora sí se
marchaba, despidiéndonos ambos en un adiós triunfal.
***
Nací en La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1970. Soy Prof., Lic. y Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Soy escritor, crítico literario y periodista cultural. Publiqué libros de narrativa, poesía, investigación y una compilación temática de narrativa argentina contemporánea en carácter de Editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). Mi libro más reciente es Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas (2017), fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación para su publicación. Cuentos de mi autoría aparecieron en revistas académicas de EE.UU. y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se difundieron cuentos, crónicas, series de poemas, así como ensayos, artículos de crítica literaria o teoría literaria de mi autoría. He realizado el abordaje crítico de letrística de cancioneros. También en México y en revistas de culturales de EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos de trayectoria internacional de Argentina y España, a los cuales aporté mis prosas poéticas. Numerosas series de poemas (trípticos o tetralogías) se publicaron en una revista cultural de NY o en otra de México. Colaboro habitualmente con revistas académicas y de cultura de EE.UU., México y Argentina. Obtuve tres becas bianuales de investigación de la Universidad Nacional de La Plata y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de mi Universidad, todos ellos por concurso. Artículos académicos de mi autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile. Participé en carácter de expositor en congresos en Argentina y Francia. Fui docente universitario en la Universidad Nacional de La Plata durante diez años, trabajando en dos Facultades. He dictado charlas y conferencias en forma presencial o vía Zoom. Integré equipos e investigación con sede en su Universidad sobre literatura argentina contemporánea y teoría de género. Participé de colectivos de arte, de intervención en la esfera pública con la poesía, pegando afiches en las paredes de la ciudad, con lecturas de poesía en bares y con asistencia a radios de Buenos Aires o La Plata. También participé de Diagonautas, El Primer Porta Literario de la Ciudad de La Plata, con otros tres escritores. Un Website en el que publicamos textos de todos los géneros de autores de La Plata y Buenos Aires. Me he especializado en el campo de la literatura argentina contemporánea, en el campo de la literatura infantil y juvenil también argentina, la teoría de la escritura o bien estudios de género con énfasis en estudios sobre la mujer. Realicé cuatro audiotextos en colaboración, aportando mis textos, mi lectura y voz y el compositor e intérprete Agustín Espinosa aportó la música. Produje en colaboración, otro sobre el poeta argentino Néstor Mux, quien eligió sus poemas y sumó la lectura, su voz, así como la identidad visual para el audiotexto, en colaboración. Impartí talleres de escritura en forma particular y en instituciones universitarias o privadas Mi obra obtuvo premios y distinciones internacionales, nacionales, provinciales y municipales. Tengo una hija con quien, a partir de sus dibujos, siendo niña, yo le escribía o narraba cuentos. Ahora tiene 19 años. Pero yo sigo escribiendo cuento para niños. Para ella o para quien guste de leerlos.
1 comentario:
Adri�n me gustaron much�simo tus poemas de cantares y tambi�n loq eu contas sobre el procedimiento de tu escritura.
En ambos casos, lo que me gust� fuela transparente de vos que asoma en cada frase y sin embargo el misterio sigue ah� vivo para tentarnos una vez m�s.
un abrazo
CECILIA
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