Hasta hace un par de años el primer borrador siempre lo hacía a mano y continuaba en la computadora. En estos momentos casi no puedo escribir si no es máquina mediante aunque se que si surge un poema, de ser necesario, podría escribirlo a mano como en los viejos tiempos. Escribo sobre todo por la tarde y algo que necesito de un modo más que imperioso es un silencio absoluto. Las hojas blancas tamaño A4 me producen una atracción hipnótica. Sin plan, bastante a ciegas, con un inmenso placer. Corrijo, sigo corrigiendo aún una vez que el texto ha sido publicado, acepto sugerencias. Aparece a veces en forma de una idea otras es como si mirara lo que pasa en el mundo y tradujera a un lenguaje poético eso que creo ver. Pero no se si debería decir que miro el mundo o que escucho el mundo y después escribo o que hago una cosa o la otra según la ocasión. Me encantaría escribir con más continuidad. Soy de las que deben esperar que la poesía las visite.
Poemas
Algunas cosas necesarias para la escritura de un poema
La precisión de un relojero.
El vuelo del águila.
La delicadeza de un insecto.
La zozobra del loco.
Pluma o lápiz.
Sequía poética
Las palabras no se adhieren al papel,
vuelan dispersas, se distraen el aire.
Andan como locas de atar,
como mujerzuelas,
en la época de los conventos.
Padecen demencia.
Reniegan.
Hasta que un buen día
Se paran en seco.
Vicisitud
Envíanos la lluvia, envíanos la lluvia
Zeus amado, sobre nuestros campos
de cultivos y llanuras.
Súplica Ateniense
Si se pudieran mojar las palabras,
¿acaso crecerían?
No habría desierto en los papeles.
Una leve lluvia cayendo desde lo alto
y los textos se clasificarían
en, al menos, dos tipos :
poemas de invernadero
y poemas salvajes.
Una leve lluvia en los papeles.
De, Bonus Track
En todos lados se cuecen habas
Algunos poetas me escriben cartas
donde me cuentan que deliran por el lejano sur.
No son pocos los que me imaginan en una casa
construida con maderas claveteadas,
escribiendo sin cesar mientras la nieve cae y cae
Hasta piensan que suelo estar sentada junto al fuego,
como si fuese un personaje de ciertas novelas decimonónicas,
y me piden que les describa el silencio porque ellos ya no lo recuerdan.
Este mediodía varias calles de la ciudad están cortadas.
Escucho bombos,
voces,
sirenas de patrulleros,
personas que gritan cada vez más alto en medio de la aglomeración.
Por ahí no se puede pasar.
Primavera de 1999
De, A la luz del desierto
¿Quién intenta
en el extremo del mundo
acechar el haiku?
***
El globo rojo
tirado en el suelo,
hay una fiesta.
De, Acechar al Haikú
Anahí Lazzaroni
Anahí Lazzaroni nació en La Plata. Reside desde su infancia en Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, Argentina. Publicó: Viernes de Acrílico (1977), Liberen a la libélula (1980), Dibujos (Ediciones Revista Aldea, 1988), En esta ciudad se escribirá una novela (prosa, Ediciones Revista Aldea, 1989), El poema se va sin saludarnos (Ediciones Último Reino, 1994), Bonus Track (Ediciones Último Reino, 1999), A la luz del desierto (Ediciones Último Reino, 2004). Entre 1986 y 1994 codirigió la revista Aldea. Colabora en diarios y publicaciones del país, y del extranjero. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, francés, coreano y catalán
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