domingo, octubre 01, 2006

FLORENCIA FRAGASSO





 

Escribo en cuadernos. Son una especie de diarios en donde anoto cosas que pasan, sueños, pensamientos, y poemas. Uso dos cuadernos en paralelo: uno lo dejo en casa, y el otro, que yo llamo "libreta de paseo", es el que saco a la calle, tiene que ser liviano, pequeño. El cuaderno que queda en casa dura mucho, apenas lo uso, en cambio la libreta de paseo tiene una vida muy activa. Es importante llevarla siempre porque yo no escribo voluntariamente, más bien los poemas llegan, vienen medio armados, me asaltan. Creo que lo que realmente “me inspira” es no estar concentrada en la escritura.

Escribo básicamente en dos momentos: cuando estoy viajando o cuando estoy traduciendo, que es casi lo mismo, el movimiento de un lugar a otro, de una lengua a otra.

Muchos poemas empiezan como anotaciones al margen de una traducción, o en el subte o colectivo. En bares sólo leo, no puedo escribir quieta.

Cada vez que termino un cuaderno, lo fotografío: solo, con otros cuadernos, con diferentes luces, ángulos, etc.; y esas fotos a su vez son archivadas, como los propios cuadernos. Tengo un fuerte afán coleccionista. Los cuadernos son todos diferentes en sus materiales, texturas, colores. Hace más de 20 años los empecé a fotografiar como objetos, usándolos un poco de "modelo vivo" para mis tareas de un curso de fotografía que estaba haciendo. Y sin querer se fue convirtiendo en un eslabón indispensable de este proceso: escribir en el cuaderno-terminarlo-fotografiarlo-archivar las fotos. Eso forma parte, de alguna manera, de mi proceso de escritura. Pero en el momento puntual de escribir un poema, no hay ninguna ceremonia. Aunque siempre sale mejor por la mañana, eso sí.

Primero viene un poema, luego otro, llegan en fila. El plan viene después. Me doy cuenta de que muchos poemas giran en torno a lo mismo y entonces reconozco una obsesión, un carozo.

Y una vez que tengo una serie de 7 u 8 poemas que van para el mismo lado, entonces sí ya trabajo sobre eso, y los poemas que aparecen van en esa dirección, porque sí, porque tengo la mente enfocada. Es como una fidelidad natural.  Ahora, cuando se acaba, se acaba. 

La corrección, o reescritura, es voluntaria y exige un tiempo. Aprendí la corrección en talleres, en principio no puedo hacerlo sola, tengo que escuchar a otra gente, dar mis textos a leer, aprender a corregir textos de otros. 

Los poemas vienen de golpe, como recuerdos, y la escritura los tergiversa, incluso hasta el olvido. Me gusta por eso lo que dice Clarice Lispector: "escribir es, tantas veces, acordarse de lo que nunca existió".

 

 

Poemas

 

Andarivel

 

Si nado a brazada limpia

ondeando el agua

y me quito de encima

las cosas que se me cruzan

y allano el camino

como abriendo las alas

¿dónde va a parar

eso que aparto?

¿Se irán cayendo las cosas

por algún precipicio sin paisaje

o se acumularán como basura

apelmazada

formando otras sustancias

con el tiempo?

 

Si nado suave

sin chapoteos

y hago del agua una alfombra lisa

y yo mecánica

avanzo

y a todo lo que viene a interponerse

lo alejo

lo menosprecio

no pienso ya en buscarle un lugar

entre las cosas

sino en que desaparezca

de mi vista

¿todo eso:

después vuelve

como un boomerang

hecho un bollo de restos con olor a cloro,

amalgamado?

 

Si para olvidarme, nado

sin mirar más que un piso

azul un poco gastado

con apenas unas rayas

negras parejas

y no siento ni pienso

ni acomodo

y respiro como dando patadas

¿entonces olvidaré para siempre

o al salir del agua vendrá la memoria,

enredada,

imposible de tan acumulada,

a querer que la clasifique,

que la entienda?

 

Si nado

y no hay nadie a los costados

me desplazo

sin ruido de pulseras

hacia un adelante siempre nuevo

sin pasado, nítida

como vacía de mí

¿estarás en el vestuario

con el toallón abierto como brazos o alas

esperándome

para cuando cansada

tenga que despegarme

la gorra de goma del cuero cabelludo

secarme, vestirme

volver a la calle

y de ahí a casa?

 

 

 

Los modos

 

Son modos: mi madre, por ejemplo,

va destendiendo la ropa

poco a poco

según se sequen, a su turno,

una y otra prenda;

con un tacto veloz

detecta la humedad

de los bordes de las telas

que el sol menos tocó

 

aunque no haya amenaza de tormenta

ni haga falta el espacio

para colgar más prendas

ella lo hace así –son modos-:

yendo y viniendo

 

en sus intercaladas excursiones

desde y hacia el patio

-a la ida, con brazos sueltos

a la vuelta, a manos llenas-

danza sus días y las partes

de sus días en un pentagrama

salpicado de blancos

 

mientras sin querer y sin saberlo

va burlando la inquietud

que murmuro en silencio,

son modos: donde yo desespero

ella pasea

 

Ambos poemas pertenecen al libro Superpoderes, El ojo del mármol 2015, ediciones Liliputienses 2017.

 

 Florencia Fragasso

 

Florencia Fragasso nació en 1975 en Banfield, pcia. de Buenos Aires. Estudió Letras en la UBA y la Especialización en Literatura Infantil y Juvenil en UNSAM.

Publicó poemas y traducciones en las revistas Tsé-tsé, Vox, Hablar de poesía y otras. En 2004 publicó la plaqueta Poemas de la observatriz (Arte Plegable) ilustrada por Bernardo Zeissig. En 2005, Extranjeras (Gog y Magog). En 2012, Sinestesia (Ediciones Presente); en 2015, Superpoderes (El ojo del mármol); en 2018, Melliza (Gog y Magog); en 2019 Veinte sillas, ilustrado por Julieta Dolinsky (mágicas naranjas). En literatura infantil publicó Raf y su puerta, ilustrado por Eva Mastrogiulio (Pupek).

Coordina talleres de lectura y escritura.

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Florencia,

Te escribo porque me resultò muy interesante leer tu procedimiento. La acciòn de fotografiar los cuadernos y de tener uno de paseo y otro de casa, me parece un sistema muy personal y rico. Una marca.
Por ùltimo, me siento identificada con vos en lo que mencionàs sobre la correcciòn como una instancia grupal.

Suerte y hasta pronto,
Florencia.

Anónimo dijo...

Hola:
A mí también me gustan los rituales, como el de los cuadernos o el de los temas, o el de dónde y cuándo escribir. La vida no es lo mismo sin rituales, por más banales que parezcan. Desde su nacimiento, los ninos exigen los rituales, y éstos nos acercan al hombre mítico que todos llevamos adentro.Nos acercan a nuestra semilla, a nuestro origen.
Felicitaciones,
Anna de HUngría