miércoles, octubre 25, 2006

CARLOS MARTÍN EGUÍA

No tengo ritos fijos, en una época escribí en movimiento real, quiero decir, componía mis poemas arriba del tren o del colectivo y creo que tenía que ser así, escribir con el murmullo de la realidad de las horas pico en la oreja, no tenía tiempo libre, ahora tampoco lo tengo pero escribo por lo general sentado en una silla, mi silla, y esta sólo se mueve muy lentamente, al compás de la rotación y la traslación terrestre, me muevo con ella por los días y las estaciones. Recuerdo haber escrito dos libros completos en cuadernos artesanales, me cayeron en las manos y tenía que escribir ahí. Período de superstición, período en el que andaba bastante perdido. Tengo planes que son alterados por lo fortuito, lo que va surgiendo es también una parte fundamental, ahí vuelve de vuelta el movimiento, lo que renueva las relaciones planeadas de antemano. Corrijo cada vez que me siento frente al trabajo, siempre encuentro algo que mejorar, esta manía se termina cuando publico. Lo demencial del artista que nunca logra lo que busca se termina con la publicación. Ahí sí ya está. El procedimiento del contrapuntismo entre imbricación y tala. Imbricar imágenes, conceptos, tonos, en fin, materia sónica, y talar lo mismo, imágenes, tonos, etc, que no funcionan. De vez en cuando imagino lo que sería dar con un método que pudiera resumir todos los sistemas de composición para llenar un espacio en blanco. Pero ese método lo controlaría todo y la cuestión perdería incentivo, sería la exhibición de un puro virtuosismo que detesto. Sigo tratando de comprender lo que me rodea y a mi mismo escribiendo, el procedimiento no puede ser un molde preciso y definido, sino actuaría como forma fija o peso muerto y toda esa materia se opondría al vuelo que necesito para conservar el deseo de escribir y la perspicacia necesaria para establecer buenas combinaciones entre las múltiples posibilidades.



Poemas


LA VACA ROJA



Reverberaciones de Freud y Marx
en los laberintos mentales
de las dos lindas trabajadoras sociales
rompiéndose la cabeza frente al niño
que pintó la vaca roja.
Está pidiendo un mejor trato, corean,
seguras de concertar en la raíz
para vertebrar una lumbre.
Al fin el chico
a punto de abrumar la mirada
en una porción de baldosa
dice
yo la vi así
atada al atardecer,
sola y con el poquito de agua
que le llevé en un tacho.



VOLVIENDO DE LA ESCUELITA
RECORDANDO A MANSILLA


Bajo las ondulaciones del aire
en el cielo extendido
en torno al aliento de los perros
en las zanjas
donde se mueven anguilas y se despliega
el estilo rana de las ranas
en el agua podrida por el ciclo
vida muerte
muerta vida
hacia los pajonales
bajo la vibración del vacío
el embate del yaguar
del crepúsculo hacia la noche
en su fantasma bayo oscuro
amarillo Nápoles
en el fondo donde devienen manchas
con pintitas negras
terror de los carpinchos
del animal doméstico
entre el ataque y la quiebra
uno se acostumbra a todo
anda con lobos y es lobo.


LA NOTICIA COMO HAIKU
EN EL RESUMEN INFORMATIVO
DE LAS DOCE



Una nevada prematura
inicia la temporada en Tierra del Fuego.


OBSERVACIÓN IV


Ella hizo un boquete en el sentido
que construía la convivencia
así se escapó de él.


A IMAGEN Y SEMEJANZA

La humedad traspasó primero la pared
después los caños
tomando los cables y comiéndole la luz
a ese sector de la casa
un espacio a oscuras en el nirvana del mineral
donde se levantó moho.
La causa está a la vista y no hay nada que suponer
me dice ella que siempre supo que vivir es actuar
y que está de nuevo
en lo que una vez pensamos como hogar.
Con cara de desconcertado inquilino que vuelve
de trasnochar a la deriva
me pregunto que rincón de mi cerebro
se arruinará primero
a imagen y semejanza.


INFANCIA



La luz del día ya es decrépita
un cuarto de sol varado en el horizonte.
En un rincón de la cocina
mi abuela lee un salmo.
Estoy en el patio mirando hacia el oeste
quizá esperando que los murciélagos salgan a revolotear.
Un perro negro contra la somnolencia anaranjada
pasa por la calle.
Agarro la bicicleta y me lanzo tras él
diciendo
vuelvo dentro de un rato abuela.



LA EFICACIA DE LO LENTO


Salgo de las cuatro paredes
como huyendo de un país de bárbaros asesinos
para disfrutar la mañana
tomando mate en el jardín.
Ni una nube en el cielo.
El aire de una nitidez memorable
exorciza la resaca.
Las cosas se ponen solas
en un movimiento hospitalario.
Mi sombra es tirada de los pelos
por la baba de dos casitas
que se arrastran con suavidad.
Son los caracoles que volvieron
a desplegar sus atentas antenas
contra cualquier clase de celada.



De, La vaca roja (inédito)


Carlos Martín Eguía






Nací el 22 de agosto de 1964 en Castelli, Prov. Bs. As. Estudié biología pero abandoné casi al final, por los mismos años cursé materias de psicología y de filosofía. Comencé a publicar poemas en el año 91 con Anotaciones y otros poemas en la editorial Libros de Tierra Firme, siguieron Repertorio ( Libros de Tierra Firme, 
1998) Phylum vulgata (1999), El sacatrapos (2002) y Oso no hay nieve acá (2004), estos últimos en editorial Siesta. En narrativa publiqué Errantia (2000) en edición de autor, unos 180 ejemplares de los cuales no me queda ninguno, El retama ( en Eloísa cartonera 2004) y La plancha de altibajos ( en la editorial Paradiso, 2006). Tengo inédito un relato que posiblemente lo edite Paradiso y unos poemas bajo el nombre La vaca roja. Estoy empezando a escribir una novela que llevará tiempo. Gané algunos premios. Hace ocho años que enseño ciencias naturales en escuelas secundarias, antes fui fotógrafo, vendedor de pan, de alhajas, de ropa artesanal y por poco de buzones. Siempre hay que comer aun cuando te entregás de lleno a las musas. Tengo una hija que este año cumple 15.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es un placer leer a Carlos

Anónimo dijo...

terminè de leer la plancha de altibajos. te felicito, viejo, es una novela muy grossa y me iba pegando mucho mientras la leía. y hay diez paginas, más o menos entre la 175 y la 190 (tendria que chequear) que son altísimas, altísimas.
te lo comunico acá porque no tengo tu mail. mucha suerte para lo que sigue.

Anónimo dijo...

no sabia que era tan buen escritor aparte de profesor