domingo, octubre 01, 2006

ANNA PINOTTI

























Yo no tengo una rutina de escritura en este momento, pero sí la tuve y durante un tiempo dediqué dos o tres horas diarias a escribir, dejándome llevar por lo que aparecía en el momento, haciendo ejercicios, puliendo el oficio. La mañana es la mejor hora para concentrarme, ya sea en una lectura o en la escritura. Me hago un mate y me siento a ver qué pasa. Ese estado de ensueño me permite jugar más libremente, fuera de mi ojo juez. Trato de mantener lo escrito sin tocar (a no ser algo muy obvio que no esté funcionando), porque tengo tendencia al boicot, y en esa primera etapa lo considero un riesgo. Para mí el proceso tiene tres partes fundamentales: la primera consta directamente de la escritura del texto, la segunda es el tiempo de estacionamiento que necesita lo escrito para generar una distancia crítica que no tengo en la primera instancia, la tercera es la lectura ya distanciada tratando de ver si la propuesta funciona o no y por qué. Desde ahí opero, podo, hago injertos, muchas veces sin rescatar nada de lo escrito. A esto yo le llamo escribir, al tránsito por estas etapas. Posiblemente la manera que encontré y que todavía me funciona tenga fecha de vencimiento en unos años. Mi manera, está formada por un montón de maneras que encuentran un blanco después otro o ninguno, pero se mueve. Generalmente me siento a leer lo que ya está escrito, eso me lleva a escribir algo que puede no tener que ver con lo anterior. Puede también que no salga nada, en ese caso, leo, pinto, limpio mi casa, escucho música. Cuando estoy atrapada en algún texto a veces busco información como para ampliar el marco de juego, pero lo que saco de esa información casi nunca aparece en el texto, es más para mí, para alimentarme. Respecto de la corrección, yo no la nombraría así, porque creo en el proceso de escritura teniendo en cuenta como dije antes las tres etapas, o sea que el trabajo del texto yo lo veo dentro de la etapa de escritura. Leo mucho antes de saber qué poema nació o qué no nació. El poema que nace para mí debe tener suficientes herramientas o recursos como para sostenerse solito, el que no, queda en el camino como un ejercicio placentero. No tengo un procedimiento que siga con rigor, simplemente tengo o no ganas de escribir, y estas ganas aparecen en general como imágenes, olores, o a través de algo que leí y quedó en el aire. Cuando escribo no trato de escribir un poema sino que espero que el poema me encuentre a mí, cuando eso se da me siento satisfecha más allá del resultado, gozo el momento, lo que viene después es yapa.


Poemas




Las mujeres araña, tienen un hilo incoloro que les sale de la cola del medio.
Viven 24 horas inmóviles. En el afán de ovillo pueden tejer por años.
Las telas más complejas durante la noche despiden un pigmento sexual de las glándulas mamarias. Es cuestión de segundos, de piel, cuanto más contacto más contagio.
Mi cuerpo no se resiste.
La panza de la araña es suave y fluye entre mis piernas haciendo nudos, llega a la lengua la chupa, la mastica, me suelta. Tiene dos pares de ojos.
Trata rápidamente de entrar en mi cabeza por el oído izquierdo
y ha logrado en su segundo intento atravesarme. Se demora.
En cada paso deja una gota ácida estampada. Las mujeres araña se montan
una encima de la otra en una cópula extensa sin derramar veneno alguno hasta el final
y se mueren.



….



érase el tiempo de la cabeza lampiña
que por fricción quedó perfectamente redonda
y perdió las orejas
y parte del mentón
así logró contener todo el saber sin ocupar mayor espacio
en la gravedad
primero cortó los límites inferiores
dado que el torso se maneja de manera eficaz
sin tener que arrastrar las piernas por el suelo
luego siguieron las extremidades superiores primero una
y después al ver perturbado el eje
también la otra



….




Hay que dejar caer algo contundente para llamar la atención y rápidamente borrar los rastros. Una falta así tiene efectos de alto y bajo grado según la velocidad, que a la vez está delimitada por el tiempo del trayecto. Pero éstos detalles nada dicen de la verdadera razón del deseo impetuoso de lanzar al vacío algo que se pueda romper. No es una mera descarga de tensiones sino por el contrario, es una forma de pasar por el ojo fugaz.

De, Las mujeres araña



Anna Pinotti


Anna Pinotti nació en Montevideo el 22 de mayo de 1973. Vive en Bs As desde el año 1996. Participó del taller de Antorchas 2002. Publicó: Antología 9, Bahía Blanca, Argentina, editorial Vox, 2003; Cataratas, Córdoba, Argentina, editorial Yügen, colección El don Vedado, 2005; Pueyrredón con Santa Fé (junto a Elizabeth Neyra y Martín Rodríguez), Córdoba, España, ediciones Aristas, 2005.



1 comentario:

Unknown dijo...
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