viernes, octubre 27, 2006

LAURA LOBOV


Tomo notas en bares y colectivos en alguna libreta o papel que tenga a mano, generalmente son ideas, esbozos de cosas que a veces quedan en eso y otras crecen para convertirse en algo más. Para escribir, prefiero la computadora. Me encanta sentarme ahí, al lado de la ventana, mirar el cielo, las ventanas de enfrente, la gente que camina por la calle. El rito es bastante sencillo, prendo la pc y, mientras se inicia, me preparo un mate. A veces escribo con música, otras, prefiero el silencio. Aunque el silencio en mi casa no existe, por la ventana, escucho pasar al 60, a los chinos del depósito que gritan, las voces de los mecánicos del taller. Eso también es una banda de sonido. Me gusta leer en voz alta lo que voy haciendo. Escribo cuando puedo, cuando vuelvo de trabajar, antes de irme a dormir, en el trabajo (shhhh). Lo que más me gusta son los sábados de sol, abrir todo, que la luz entre y se refleje en las paredes naranjas, saber que tengo todo el día por delante para hacer las cosas que quiero. En general empiezo a escribir y el plan se va armando solo. Solo o de manera inconsciente, no sé o es lo mismo. Después, cuando lo descubro, puede ser que lea cosas que se relacionan con lo que estoy escribiendo o pregunte sobre eso a la gente que conozco, pero en realidad lo que más me pasa es que empiezo a ver el tema por todos lados, como una pequeña obsesión. Necesito corregir en papel. Las primeras correcciones las hago en pantalla pero son parte del proceso inicial de escritura, después imprimo todo muchas veces, lo leo, lo corrijo, lo dejo por un tiempo...Que descanse, repose, leve. Y después lo retomo. Primero aparecen las imágenes. Creo que la música surge en el momento en que las imágenes van tocando el papel (o la pantalla en este caso), como si lo que veo fuera encontrando su propio espacio. Su espacio en la página y su espacio en la canción del poema. Por eso me gusta leer en voz alta. Para poder ajustar lo que se ve con lo que se escucha para escuchar más fuerte un sonido que viene de lejos y que llega hasta acá.


Poemas



era un cuadrado la casa,
blancas las paredes y el pilar
alto de la entrada. se veía todo el cielo.
el cosmos, decían.
cuando en la capital
se ven con suerte
algunas luces. la materia
desordenada y en polvo
se transforma. sin ir más lejos,
en frente, un primer piso
iluminado en la madrugada esconde
pequeños tesoros, un trofeo de karate, una heladera
y restos de algo. habría que ir al campo, salir
a la terraza, escapar
en la sábana oscura que se alza
sobre los otros. él trajo
una revista desplegable, estiró el índice,
apenas con la punta así,
cuando eras chica preguntaste
qué es el cosmos, te muestro, acá
estamos nosotros.


***


pienso cómo entra
no mi casa que es chica, la torre,
el parque, la pileta, tu habitación. todos
en este punto luminoso que su dedo tapa
y la distancia, el trayecto que recorre el dedo
de un planeta al otro.
hace calor y prendemos
estrellitas y bengalas en la calle.
cuando tu mamá era chica
no existía la tele en colores ni tampoco
el pilarcito. y en el piso de enfrente
apagaron la luz, si el mundo
no va a estallar debería
buscar algo que encender, cigarrillos
papeles. fuego. la tierra
está corrida del eje
si todos saltamos a la vez
volvería a su centro. escucho
un despertador en cada casa. ahora
el desayuno, ahora,
caerían las cosas, los vidrios
se astillarían.
y más tarde
caminar por la calle
entre los restos con la idea
del deber cumplido.

***

ahora que todo estalla
bombas, planetas, naves qué pasaría
si mi casa empieza a arder y
la otra y la otra y la otra y así
se enciende este punto.


***

en el piso de enfrente
apagaron la luz, si el mundo
no va a estallar debería
buscar algo que encender, cigarrillos
papeles. fuego. la tierra
está corrida del eje
si todos saltamos a la vez
volvería a su centro. escucho
un despertador en cada casa. ahora
el desayuno, ahora,
caerían las cosas, los vidrios
se astillarían.
y más tarde
caminar por la calle
entre los restos con la idea
del deber cumplido.


***

una polilla volaba,
bajo la mesa
yo con ese miedo siempre
a lo que viniera del aire. la agarraste
con los dedos,
no hace nada, ¿ves?
no muerde, no respira. para mí
tiene pelos
o un polvillo gris
que cae al matarla. lo que queda
es lo que la hace volar. igual
no quiero ver
la órbita de tus dedos
al tomarla, cortar el vuelo en seco,
como si juntaras con la espada
varias cosas que arrojaste
primero al aire. así
estábamos seguros
mientras los ladrones fueran
seres alados que en silencio
se iban llevando las cosas.

***

hojas y un escarabajo
flotan en la superficie, a su alrededor
algunos hilos oscuros como rastros
de su movimiento.
me quedo en la escalera,
mido cada centímetro,
el borde del frío. ya es hora
y en el abrigo
de la casa se oye
una charla suspendida por el ruido
de la tele. llega la noche
la luz alta se refleja y deforma
en la ondulación del agua. todo se imprime,
hasta la piel. ahora tus dedos, la yema
cada parte del cuerpo
es una ola.

***

nadie lo dice pero existe
un elemento que reúne
a todo el resto, así
se cierra la cadena.
no lo enseñan en ningún lado,
está y algunos saben
de su forma.
pero apenas conocés un par de datos:
los moles y ese brillo intenso que llega
desde lo alto. hoy
todo se confunde, esa luz, ella dijo
es dios, se cuela desde allá
y te mira. tenés que creer
y no mentir, todo
él lo ve mientras querés agarrar con las manos
esos puntos que bailan en la luz.

***

entonces te acordás de una vez que tu abuela casi mata una abeja.

preocupada, colgó un paraguas de la soga
para que le diera sombra, le puso
agua y miel y la dejó ahí, en el patio.

mientras servía la comida, espiaba
por la ventana para saber
si de una vez levanta vuelo.

***

un paraguas negro balanceándose cabeza abajo
solo en la cuerda
una abeja, sobre el piso rojo
caminando, lenta, hacia el agua.

***

te colgabas de las ramas,
los caños de la plaza, una cuerda
o cualquier cosa para ser escalada.
lo que todos llamaban tobogán era
una pendiente. y ahí, en la noche
sacudir el pelo, dejar
que la sangre subiera a la cabeza para ver
luces de colores con los ojos cerrados
y otras blancas al abrirlos despacio
mientras el contorno del parque se dibuja
con el brillo intermitente de las luciérnagas.

***

sólo una lamparita
en el insomnio, la veía
rezar como un blanco amarillo
en la oscuridad. arriba
el cielo
seguía su curso y era
el campo de batalla en el que dios
se disputa la luz
con las estrellas.


De, La casa de la abeja



Laura Lobov



Laura Lobov nació en Buenos Aires el 28 de febrero de 1978. Publicó Balneario, dentro de la colección Arte de Tapas de la Casa de la Poesía (2003) y Las cosas a descansar por Gog y Magog Ediciones (2004), editorial que codirige junto a Julia Sarachu y Miguel Angel Petrecca. Durante los años 2002 y 2003, realizó la producción y coordinación del ciclo mensual Salones Poéticos, música de salón y lecturas poéticas, en la Casa de la Poesía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Además, sus poemas fueron publicados en El decir y el vértigo. Panorama reciente de la poesía hispanomaericana (1965-1979), México, (2005), Post menem-Antología de poetas argentinos, Chile, (2006), 18 Poetas-Antología de poesía latinoamericana Perú, (2006) y Taquigrafía para principiantes, Buenos Aires, 2002.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lau es genial. Como poeta, como amiga y como persona.
saludos!

Selva Dipasquale dijo...

Laura, te dejo aquí, mi impresión, que ya te adelanté por mail, con la idea de ir sumando otras miradas, aportes, comentarios...Tus poemas me traen imágenes de lo transparente, del agua y están llenos de aire. Detrás de estos poemas imagino un animal misterioso, invisible, del que sólo se escucha una respiración fuerte. Un animal que ha dejado de correr y que está agitado. Salvaje, pero de buen corazón. Encuentro en tus versos, algo, cósmico, etéreo, flotante.
Te imagino escribiendo sin tener los pies en la tierra, en una silla suspendida en el espacio. Selva

Anónimo dijo...

"como si juntaras con la espada
varias cosas que arrojaste
primero al aire."
qué lindos versos. gracias. me encanta. con todo respeto, me voy a permitir disentir de la imagen del animal que ha dejado de correr. yo veo una niña que corre por el mundo adulto hilvanando las cosas que se escaparon, que quedaron en el aire, "como si juntaras con la espada...", un aire otro, otro aire, como tratando de entender qué pasó, un mundo en el que los ladrones son seres alados que en silencio se van llevando las cosas. las pequeñas cosas de los pequeños. el procedimiento de la infancia.